jueves, 24 de junio de 2021

¡En Dios está mi fuerza!

                                     



¡En Dios está mi fuerza!


Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 49, 1-6
Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:
El Señor me llamó desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré».
Y yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas».
En realidad el Señor, defendía mi causa, mi recompensa la custodiaba Dios.
Y ahora dice el Señor, el que me formó desde el vientre como siervo suyo, para que le devolviese a Jacob, para que le reuniera a Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios.
Y mi Dios era mi fuerza:
«Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel.
Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».
Palabra de Dios

Salmo 138, 1-3. 13-14. 15 R/. Te doy gracias porque me has escogido portentosamente.


Segunda lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 13, 22-26
En aquellos días, dijo Pablo:
«Dios suscitó como rey a David, en favor del cual dio testimonio, diciendo: “Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos”.
Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión antes de que llegará Jesús; y, cuando Juan estaba para concluir el curso de su vida decía:”Yo no soy quien pensáis, pero, mirad, viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los pies”.
Hermanos, hijos del linaje de Abrahán y todos vosotros los que teméis a Dios: a vosotros se nos ha enviado esta palabra de salvación».
Palabra del Señor


Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 57-66. 80
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.
A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:
«¡ No! Se va a llamar Juan».
Y le dijeron:
«Ninguno de tus parientes se llama así».
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre» Y todos se quedaron maravillados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:
«Pues ¿qué será este niño?».
Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivía en lugares desiertos hasta los días de su manifestación a Israel.
Palabra del Señor


Hoy es la solemnidad del nacimiento de San Juan Bautista y es importante esta solemnidad porque nos recuerda a lo que hemos sido llamados, “ Ser Luz de las naciones”.

La primera lectura nos dice el profeta Isaias que Dios nos llama desde el vientre materno, Él nos llama y nos va trayendo hacia Él desde el amor y somos nosotros quienes decidimos si aceptamos su llamado, su invitación, hacer parte de su plan de la salvación. Él mismo pone en nuestro corazón, en nuestros labios, en nuestro ser sus sentimientos, y está en nosotros dejar que esos sentimientos de Cristo nazcan y se fortalezcan, de esta manera nosotros daremos gloria a Dios. No es fácil ajustarse al plan de Dios, el mismo Juan Bautista nos lo dice “ Es necesario que Él crezca y yo disminuya ”, un golpe bastante bajo para nuestro EGO.

Algunas veces nos podemos sentir cansados y sin fuerzas porque por más que nos esforcemos y hagamos las cosas bien, no vemos los frutos de una manera inmediata. El mismo profeta de Isaías dice “ En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas . En realidad el Señor, defendía mi causa, mi recompensa la custodiaba Dios”.  La batalla no es mía sino de Cristo, y nosotros como sus siervos solos debemos de acoger su mensaje y obedecer para darle gloria al Padre a través de su Hijo Jeuscristo.

Dios cuando nos da una misión, no nos deja solos, todo lo contrario nos da las suficiente herramientas y nos muestra el camino para que su plan pueda tener éxito. Para ello, Dios a la hora de acercarse a los hombres ha dado sus pasos. Antes de hacernos el gran regalo de su hijo Jesús, quiso que un precursor empezase a hablar de él con fuerza. Ese precursor fue Juan el Bautista. Desde antes de su nacimiento, los signos especiales le rodearon. Nace de unos padres, Zacarías e Isabel, ya de avanzada edad y siendo Isabel estéril hasta entonces. Se rompe la tradición de llamarle como a su padre y le llamarán Juan porque está acorde con la misión que va a realizar. Juan significa “Dios es propicio”, “Dios se ha apiadado”, “Dios es misericordia”.

Su misión va a ser presentar a Jesús, el Mesías, como el que nos quiere a todos los hombres, El que tiene en sus entrañas marcado la misericordia. Juan Bautista se dedica de lleno a proclamar la próxima venida de nuestro Salvador a orillas del Jordán. A los que hacen caso a su predicación les bautiza como signo de que quieren abandonar su vida de pecado para que puedan comenzar a vivir una vida nueva que solo Jesus puede dar.

Juan, como amigo de Dios, lleva también en su corazón la verdad y la humildad. Por eso, con toda sencillez y humildad pregona a todos los que se acercan a él que no es el Mesías, al que no es digno ni de desatarle las correas de sus sandalias. Y cuando aparece Jesús y es también bautizado por Juan, les pide que se queden con Jesús y no con él. “Conviene que él crezca y yo mengue”. Qué es lo mismo que decirles: “Seguid a Jesús que es el Hijo de Dios, el verdadero salvador de los hombres y no a mí”.

Que hoy por intercesión de San Juan Bautista podamos nosotros cumplir la misión encomendada por Dios, una vida de donación desde el amor haciendo que nuestra vida en este mundo sea la vida de Dios, lo que significa abandonar la vida de pecado y dejar que Cristo viva y reine en mi.  

En el bautismo recibimos una vela como signo de ser Luz de este mundo, dame la gracia Señor de que la Luz de Cristo brille en mi, rompe con el poder de tu Espíritu Santo el orgullo que aun esta pegado y adherido en mi porque no está permitiendo que tu crezcas y que pueda glorificarte. Quiero ser amigo tuyo Señor, por eso mi corazón debe andar en la verdad y en la humildad regalame ese milagro. Quiero ser un sierv@ que está pronto para servirte y poder llevar a cabo la misión que tu quieres cumplir a través de mi. Que mi vida sea la vida de Dios donde dejo la vida de pecado para que Tu mi Señor sea quien viva y reine en mi, Amen.

DIos te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!


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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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