jueves, 31 de marzo de 2022

Si el mismo Dios se arrepintió, ¿por qué a nosotros nos cuesta tanto?

 


Si el mismo Dios se arrepintió, ¿por qué a nosotros nos cuesta tanto?


Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo 32, 7-14

En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».
Y el Señor añadió a Moisés:
«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:
«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Por qué han de decir los egipcios: “Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra”? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”».
Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Palabra de Dios

Sal 105, 19-20. 21-22. 23 R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 5, 31-47

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis.
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».
Palabra del Señor

En la primera lectura encontramos un diálogo entre Dios y un hombre de su confianza, ante el cual el Creador se queja amargamente de la infidelidad de su pueblo y se propone acabar con él. Dios comienza diciéndole a Moisés,  “ Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto “. Recordemos que en la Biblia la montaña es el encuentro del hombre con Dios. Es el lugar de oración. Es por eso que Dios le dice a Moises “ Ya te has llenado de mi, ya te he enseñado lo que debes hacer, ahora ve, baja y haz lo que yo te digo”. Esta es la primera enseñanza. A veces nos quedamos en la montaña y por más que Dios nos pide que bajemos a nuestras realidades de la vida no lo hacemos porque es más cómodo permanecer en oración que encontrarme con el prójimo desde el servicio y la entrega fraterna.  

Dios especifica muy bien cual es la Misión que tiene Moises. El pueblo ha terminado idolatrando a otros dioses, se han perdido del camino, se han alejado del primer amor.  Es hermoso la actitud de Moisés ante Dios porque le suplica e intercede por el pueblo de Israel y le recuerda el desprestigio que va a sufrir por parte de los egipcios (“sacó a su pueblo de Egipto para hacerlo perecer en el desierto, ¡vaya una hazaña!”), y la incoherencia que supondrá también ser un Dios que libera a su pueblo para exterminarlo después. En otras palabras, Moisés le pide al mismo Dios que se arrepienta.

Dios, al principio, habla de “TU PUEBLO, que tú sacaste de Egipto y que se ha pervertido”. Moisés, por su parte, replica refiriéndose a “TU PUEBLO, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta”. Alguien podría decir que Moises fue muy atrevido al decirle esto a Dios. Sin embargo, ese comportamiento audaz de Moises revela un enorme interés por el pueblo, a pesar de su abominable conducta. Un interés que sólo puede ser fruto del amor por ese pueblo y, a la vez, de la certeza de estar hablando con un Dios misericordioso. Moises tiene un corazón grande porque termina siendo un intermediario entre el pueblo y Dios, aunque el pueblo quizás nunca lo sabrá o se lo reconocerá.  

¡Y Dios ‘se arrepintió’ de su propósito! ¡Cuánta confianza supone en la misericordia de Dios y cuánta pasión en la defensa de un pueblo salido de sus manos, aunque olvidado de su providencia y entregado a la idolatría, el mayor pecado denunciado por el Antiguo Testamento! Pero eso no solo pasó con el pueblo de Israel, aún sigue pasando en nuestros días.

¿Tenemos nosotros una confianza en Dios tan incondicional como esa? Y, correlativamente, ¿somos capaces de defender hasta ese punto ante Dios a una humanidad tan descarriada como la nuestra?

En el evangelio de Juan, Jesús aparece defendiendo con energía su misión frente a sus acusadores. Jesus tiene cuatro argumentos de peso: el testimonio de Dios, su Padre, el testimonio del Bautista, el prestigioso precursor del Mesías, el testimonio de las mismas obras que realiza en apoyo de su mensaje, y el testimonio de Moisés, que ya había hablado proféticamente de él.

El Padre y Jesús son uno (Jn 10, 30). El testimonio del Padre se revela en Jesús: lo que él dice y hace es un reflejo de la voluntad del Padre que le envió, es la palabra misma del Padre que se hace visible en las palabras del Hijo que habla en Su nombre. La autoridad profética de Juan el Bautista también testifica ante todo el pueblo en favor de Jesús, “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29). El testimonio de sus obras es la transparencia en ellas del mismo designio del Padre (Jn 10, 25). Finalmente, las Escrituras, y Moisés en ellas, también dan un testimonio concorde de quién es Jesús y de dónde le viene su misión (Jn 1, 45).

Sólo los que se encierran en sus propias ideas humanas y no se abren al mundo de la fe son los que rechazan cualquier otro testimonio que pueda suponer una presencia de Dios en medio de su vida. Si se excluye a Dios de nuestro horizonte es evidente que no se pueden percibir sus huellas en nuestra historia de cada día: ni Jesús ni su mensaje tienen nada que ver con él.

¿Quién creemos que está detrás de las palabras de Jesús? ¿De qué autoridad nos fiamos para saber cómo hemos de vivir?

Mi amado Jesús, una vez más me recuerdas que no se puede ocultar Tu luz, que no puedo callar Tu Palabra, hacernos los sordos de quien nos envía para que lo demos a conocer. Hoy me invitas a actuar desde la prudencia y valentía. Prudencia para respetar los procesos de crecimiento espiritual del prójimo, porque todos cabemos en tu corazón porque para mi no? quien soy yo para discriminar, señalar o juzgar?. Dame la gracia Jesús de tener la valentía de proclamar tu Palabra a tiempo y a destiempo, ser un verdadero testimonio de tu misericordia con el prójimo, corrigiendo desde el respeto y la caridad, exhortando con toda paciencia y doctrina así como lo dice en 2 Tim 4, 2 , para el Honor y la Gloria tuya, Amén.

Dios te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!

miércoles, 30 de marzo de 2022

La humanidad de Cristo nos puede servir de criterio y de medida para nuestra mediocridad e imperfección.

 


La humanidad de Cristo nos puede servir de criterio y de medida para nuestra mediocridad e imperfección.  


Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 49,8-15

Esto dice el Señor:
«En tiempo de gracia te he respondido,
en día propicio te he auxiliado;
te he defendido y constituido alianza del pueblo,
para restaurar el país,
para repartir heredades desoladas,
para decir a los cautivos: “Salid”,
a los que están en tinieblas: “Venid a la luz”.
Aun por los caminos pastarán,
tendrán praderas en todas las dunas;
no pasarán hambre ni sed,
no les hará daño el bochorno ni el sol;
porque los conduce el compasivo
y los guía a manantiales de agua.
Convertiré mis montes en caminos,
y mis senderos se nivelarán.
Miradlos venir de lejos;
miradlos, del Norte y del Poniente,
y los otros de la tierra de Sin.
Exulta, cielo; alégrate, tierra;
romped a cantar, montañas,
porque el Señor consuela a su pueblo
y se compadece de los desamparados».
Sion decía: «Me ha abandonado el Señor,
mi dueño me ha olvidado».
¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta,
no tener compasión del hijo de sus entrañas?
Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré.
Palabra de Dios

Salmo 144: R. El Señor es clemente y misericordioso.

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 5, 17-30

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo».
Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro.
Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.
Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.
Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre.
No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.
Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».
Palabra del Señor


Recordemos que en tiempo de Adviento algunas veces las lecturas son del profeta Isaias. Este profeta nos recuerda que aunque una madre se olvidara del hijo en sus entrañas, El nunca nos olvidará.

Para poder entender esta lectura tenemos que saber el contexto de los acontecimientos. Isaias se dirige a su pueblo en un momento que no nota cercana la mano de su Señor y se siente abandonado por él. A nosotros nos puede suceder lo mismo. Por más que pedimos algo y esperamos pareciera como que el Señor estuviera sordo. Dios no es así!. Dios nunca abandona a su pueblo. Firmó una alianza de amor con él: “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo”. Y Dios se mantiene fiel a la palabra dada. Por diversas que sean las circunstancias por las que atraviesa su pueblo, él nunca le va  a abandonar. Nunca se olvida de lo que se ha comprometido con su palabra de amor. Se acerca a los de su pueblo como “El Compasivo”. Y ante el agobio de sentirse abandonado por él, pronuncia una de sus frases más conmovedoras salidas de su boca y de su corazón: “¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré, dice el Señor todopoderoso”, y todo amoroso.

Esta verdad la podemos confirmar o testificar con la persona de Jesus. Jesús está siempre con nosotros y en nosotros. Está con nosotros a través de todos los sacramentos para darnos la fuerza y la voluntad para permanecer con Él. Jesus está en nosotros porque cuando lo recibimos en la Eucaristía nos cristificamos con Él, nos debemos configurar con Él, es decir tener los mismos sentimientos de Él, en conclusión actuar como Él.

En el evangelio Jesús nos indica cuál es su relación con Dios, es la de ser su Hijo. Algo que a los judíos les quedó claro y les sonó a una auténtica blasfemia. ¿Cómo Jesús, un hombre como ellos, se atrevía a proclamarse como Hijo de Dios? Y querían matare por ello.
Jesús dice : “ Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo”, El Padre actúa a través de Jesus porque Jesus es el signo visible del rostro del Padre y además porque todo aquel que escuche la voz de Cristo vivirá. Dios Padre y Dios hijo actúan al unísono, por eso, quien honra al Hijo honra al Padre y el poder del Padre es el poder del Hijo. Si el Padre tiene poder de resucitar a los muertos ese mismo poder tiene su Hijo.
Nos dice que el Padre ha delegado en el Hijo el poder de juzgarnos, le ha confiado “el juicio de todos”. El Padre Dios es solo divinidad por eso El no puede juzgarnos porque el ser humano no tiene comparación; en cambio el Hijo es 100% divino y 100% humano. Cristo es verdadero hombre como tu y como yo y por eso la perfección de Cristo es una perfección meramente humana que puede servir de criterio y de medida para nuestra mediocridad e imperfección.  

Cristo nos va a juzgar al final de nuestra vida no como un juez humano, por justo que sea, sino como el Hijo de Dios, en el que sobresale ante todo por su amor hacia nosotros, el que nos espera no solo al final de nuestra vida, sino que junto con el Padre, cada día de nuestra vida, viene en nuestra ayuda y nos ofrece su amor y su luz: “Mi Padre sigue actuando y yo también actúo”.

Mi amado Jesús, como nos falta reconocerte en medio de los sacramentos porque es allí donde Tú actúas con todo el poder dándonos la fuerza y la voluntad para seguir en este caminar contigo y no desfallecer a pesar de que a veces sienta que no me escuchas. El problema no eres tú, sino yo porque tú siempre respondes a mis preguntas, a mis dudas, a mis preocupaciones pero al yo estar tan distraído y angustiado no te alcanzo a reconocer. Tú mismo me dijiste “ Yo siempre estaré contigo “ y es verdad porque en la Eucaristía es donde te haces presente en cuerpo y sangre. Tú te donas así mismo para darnos vida. Danos la gracia Jesús que al recibirte en la Eucaristía nos podamos cristificar contigo, osea configurarme contigo, tener tus mismos sentimientos para poder actuar como tu y así que el Padre siga actuando a través de mi, Amen.

Dios te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!

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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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martes, 29 de marzo de 2022

¿Quieres sanarte de tus enfermedades como la ceguera, las parálisis, los miedos, de tus inseguridades, de tu falta de fe y esperanza?

 



¿Quieres sanarte de tus enfermedades como la ceguera, las parálisis, los miedos, de tus inseguridades, de tu falta de fe y esperanza?


Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel 47, 1-9. 12

En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor.
De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este —el templo miraba al este—. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar.
Me hizo salir por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho.
El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia el este, midió quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta las rodillas. Midió todavía otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta la cintura. Midió otros quinientos metros: era ya un torrente que no se podía vadear, sino cruzar a nado.
Entonces me dijo:
«¿Has visto, hijo de hombre?»,
Después me condujo por la ribera del torrente.
Al volver vi en ambas riberas del torrente una gran arboleda. Me dijo:
«Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal, Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente.
En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».
Palabra de Dios

Sal 45, 2-3. 5-6. 8-9 R/. El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 5, 1-16

Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
«¿Quieres quedar sano?».
El enfermo le contestó:
«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».
Jesús le dice:
«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».
Él les contestó:
«El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».
Ellos le preguntaron:
«¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
Palabra del Señor


En la primera lectura no hay muchas explicaciones. Sólo un torrente de agua que mana del templo. De unas dimensiones totalmente desproporcionadas, que sin duda impresionan. Nada menos que dos km recorre el profeta adentrándose en las aguas guiado por el personaje que va midiendo la distancia. Experiencia personal del agua que corre, que aumenta de profundidad, que llega a un momento en que ya “no se hace pie”. En el relato me da la impresión de que el progreso se detiene y “retroceden”. Ningún indicio de decisión de entrar en el torrente y atravesarlo a nado.

Si volvemos a leer la lectura con atención podemos decir que poco a poco la experiencia y la relación con Dios nos va llevando a la profundidad de su misterio. Ese misterio no es ninguna amenaza pero cada vez que vamos entrando a esa corriente como nos lo dibuja el pasaje el agua llega primero a los tobillos, luego a las rodillas, luego a la cintura, y por último para atravesar ese torrente la única manera es nadar, osea sumergirse.

Podemos hacer el ejercicio de leer despacio esa explicación y preguntarnos ¿cuál es mi disponibilidad para adentrarme en ese torrente de agua viva que procede de Dios, para acceder a perder pie y confiar, sabiendo que allá donde el torrente llega hay sanación y vida?

El evangelio nos habla de la sanación. Y el relato comienza diciéndonos que en una de las puertas de Jerusalén había una piscina en torno a la cual se encontraban muchos enfermos de todo tipo. Jesús contempla la escena. Ante él, el panorama de muchas personas que no pueden participar en esa fiesta son enfermos, que por su enfermedad son excluidos.

Pienso que Jesús mira a todos pero hay uno que le llama la atención y le hace una pregunta clave: ¿quieres curarte? En el fondo Jesús sabía cuál era la razón por la que este hombre continuara enfermo. El hombre enfermo empieza a justificarse y trata de explicar la razón por la que no está aún curado: hay otros más rápidos que él para alcanzar el agua. Cabe preguntarse si en 38 años no había tenido tiempo de madurar algún plan que le permitiera entrar el primero en el agua… Tampoco ahora se le ocurre decirle a Jesús que sí quiere ser curado. Detengámonos aquí por un momento. Cuántos tienen esta misma disculpa, exponen sus justificaciones para seguir tullidos y paralíticos en el mismo sitio, inspirando lástima hacia los demás. Pero Jesus le hace caer en cuenta y es por eso que le dice “ Levántate, toma tu camilla y echa a andar “.

Jesús lo cura, y el hombre carga con su camilla y se marcha sin mostrar agradecimiento, ni interés en conocer a quien le había curado. Este hombre no entendió que la fuente de sanación y la vida no está en la piscina sino que es la persona de Jesús. Recordemos que este hombre no le pide a Jesus que lo sanara, y a pesar de eso, Jesús lo sana porque lo quiere salvar de sus enfermedades. De la misma manera El lo quiere hacer contigo y conmigo.

Jesús gracias por acercarte a mí a pesar de que a veces te rechazo de manera consciente o inconsciente. Tu me pides que acepte este encuentro desde la libertad, no desde la obligación, o desde el temor. Cuando dos personas se aman siempre habrá un momento, un espacio, una oportunidad para encontrarse y hablar a quien se ama. Mis actos son los indicadores que van a demostrar el verdadero amor que digo tener por ti. Pero a pesar de eso, tu siempre vas a estar ahí en la cita esperando ese encuentro. Tu mismo amor que me tienes te impulsa a acercarte a mi, me hablas al corazón y me dices que no tenga miedo, no quiero que te alejes, dejame acercarme a ti por que te amo. Gracias Jesús por siempre estar ahí a pesar de que a veces no te vea, Amen.  

Dios te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!



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lunes, 28 de marzo de 2022

¿Cómo vives tu fe?... ¿Se limita solo a pedir milagros?

 



¿Cómo vives tu fe?... ¿Se limita solo a pedir milagros?


Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 65, 17-21

Esto dice el Señor:
«Mirad: voy a crear un nuevo cielo
y una nueva tierra:
de las cosas pasadas
ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento.
Regocijaos, alegraos por siempre
por lo que voy a crear:
yo creo a Jerusalén “alegría”,
y a su pueblo, “júbilo”.
Me alegraré por Jerusalén
y me regocijaré con mi pueblo,
ya no se oirá en ella ni llanto ni gemido;
ya no habrá allí niño
que dure pocos días,
ni adulto que no colme sus años,
pues será joven quien muera a los cien años,
y quien no los alcance se tendrá por maldito.
Construirán casas y las habitarán,
plantarán viñas y comerán los frutos».
Palabra de Dios

Sal 29, 2 y 4. 5-6. 11-12a y 13b R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 4, 43-54
En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había atestiguado:
«Un profeta no es estimado en su propia patria».
Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.
Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.
Jesús le dijo:
«Si no veis signos y prodigios, no creéis».
El funcionario insiste:
«Señor, baja antes de que se muera mi niño».
Jesús le contesta:
«Anda, tu hijo vive».
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron:
«Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre».
El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.
Palabra del Señor


En la primera lectura comienza diciéndonos “Mirad, yo voy a crear “, esa es la acción propia de Dios. Es hermoso saber que cuando Dios crea a la vez cuida, lo protege y lo bendice. Pero Dios se anticipa si algo falla y es que cuando lo creado se estropea Dios es capaz de restaurarlo. La misma lectura nos dice “ Mirad: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra: de las cosas pasadas ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento “.

Ayer escuchamos el evangelio del hijo pródigo donde el Padre hace fiesta porque el hijo que estaba perdido regresa a casa. Hemos sido creados a imagen y semejanza de Él. Tenemos cuerpo y espíritu; no somos esclavos, somos sus hijos. No estamos hechos para la nada, sino para una vida plena y eterna. La fe siembra ya en el presente, lo que será fruto en la eternidad, el hombre nuevo para Dios. Entretanto habrá que trabajar con amor, esperanza y fortaleza, para transformar y mejorar el mundo en que vivimos comenzando a cambiar nuestro alrededor que es nuestro hogar.

En el evangelio, Jesus afirma que un profeta no es estimado en su propia Patria, cuando llegó a Galilea, los galileos sí que lo recibieron bien y creyeron en su nombre, probablemente por todo lo que habían visto hacer en Jerusalén durante la fiesta de la Pascua, a la cual ellos también asistieron.
También en Caná efectuó un segundo signo; a ruegos de un funcionario del Rey Herodes Antipas, probablemente un oficial pagano, que le pidió la curación de su hijo enfermo. Jesús no se encierra en su raza ni en su religión, acoge a todos. Esto sí que nos hace falta a todos los que se dicen cristianos. Algunos creen que son mejores o que tienen la verdad porque pertenecen a cierta denominación de iglesia. El problema es que piensan que tienen el derecho de menospreciar, disminuir y hasta desacreditar a los demás. Recordemos en Marcos 9:38-39  “ Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros. Jesús contestó: —No se lo prohíban, porque nadie que haga un milagro en mi nombre podrá luego hablar mal de mí. “.

Seguramente este oficial a pesar de que tenía las esperanzas en Jesús, algo le faltaba porque le pidió un par de veces que le acompañara antes que muriese su hijo, pero Jesús siempre le respondió lo mismo “Vete, que tu hijo vive”. Dar un paso de Fe no es fácil porque siempre va llegar la duda. Es por eso que Jesús añadió como reproche “Si no veis signos y prodigios, no creéis”, lo que también nos dice a nosotros. Al funcionario le costó ponerse en camino pero al final tuvo fe en Él y marchó hacia su casa. Antes de llegar los criados fueron a buscarle para decirle que su hijo estaba curado y al preguntarles a qué hora se había producido la mejoría, cayó en la cuenta que era la hora en que Jesús le había dicho que su hijo estaba curado, en este momento tuvo la confirmación de su fe “Y creyó él con toda su familia”.
Cuidado nosotros como cristianos limitemos nuestra fe hasta no ver milagros y prodigios. San Juan nos enseña que la única fe que merece tal nombre, es la que se apoya en la Palabra de Jesús, la que llega hasta aceptar su persona; nadie más que Jesús da vida; nadie más que Él vence la enfermedad y la muerte.

Te pregunto.. ¿Cómo vives tu fe?... ¿Se limita solo a pedir milagros?

Mi Señor, un día me regalaste esta vida y a la vez me proteges, me cuidas y me bendices sin esperar nada a cambio, solo esperas con paciencia y con amor que escuche Tu voz. Mi necedad hace que sea inconstante, a veces me acerco a ti y otras veces más bien me alejo. Pero tú te quedas callado y solo me miras con misericordia porque tu amor es infinito. No me desechas por mis errores, no te alejas por mi ingratitudes, mas bien te acercas una y otra vez para que acepte ser restaurado por ti, porque es más fácil que yo me rinda de vagar y vagar en este mundo que tu cansarte de perdonarme y darme una nueva oportunidad. Hoy me dices “ Mirad: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra “, haz Señor una nueva tierra en mí para que este mundo sea un pedacito de tu cielo, Amén.

Dios te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!

 



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     Sandra Yudy Zapata Escudero

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viernes, 25 de marzo de 2022

La solemnidad de la anunciación del Señor donde nos recuerda cómo la Virgen Maria se supo ofrecer cada día al Señor dejándose amar y transformar por El.

 


La solemnidad de la anunciación del Señor donde nos recuerda cómo la Virgen Maria se supo ofrecer cada día al Señor dejándose amar y transformar por El.


Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 7, 10-14; 8, 10b

En aquellos días, el Señor habló a Acaz y le dijo:
«Pide una signo al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo».
Respondió Acaz:
«No lo pido, no quiero tentar al Señor».
Entonces dijo Isaías:
«Escucha, casa de David: ¿no os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, porque con nosotros está Dios».
Palabra de Dios

Sal 39, 7-8a. 8b-9. 10. 11 R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos 10, 4-10
Hermanos:
Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.
Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dice:
«Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas,
pero me formaste un cuerpo;
no aceptaste holocaustos
ni víctimas expiatorias.
Entonces yo dije: He aquí que vengo
-pues está escrito en el comienzo del libro acerca de mi-
para hacer, ¡oh, Dios!, tu voluntad».
Primero dice: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos, ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la ley.
Después añade: «He aquí que vengo para hacer tu voluntad».
Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Palabra de Dios

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?».
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque “para Dios nada hay imposible”».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra».
Y el ángel se retiró.
Palabra del Señor


En las lecturas del día de hoy el Señor nos pide que soltemos nuestras seguridades y a dejar que los planes de Dios sean verdaderamente nuestros planes. ¿Cuántas veces hemos hecho proyectos y más proyectos desde nosotros y no desde Dios? Muchas veces nos preguntamos por qué no salen las cosas tal y como las habíamos planeado, en qué pudimos haber fallado: simplemente, porque en ninguno de esos planes estaba Dios.

Nos dice la primera lectura “Pide una señal de Yahvé tu Dios”, y Él mismo te dará una señal. Esta es la actitud del creyente que antes de poner todo su empeño en realizar sus planes, le pide una señal a Dios, que sea Él quien marque el paso de los acontecimientos. Algunos de nosotros de boca dicen que los planes se los entregamos a Dios pero en el fondo queremos terminar haciendo lo que nosotros queremos. Cuando Dios nos da señales que no son las que esperábamos entonces sacamos disculpas o justificaciones para terminar lo que queríamos hacer inicialmente, hacer lo que nos da la gana.  

Esta actitud es tan veraz que por ejemplo el salmista dice  “ Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad “, decirlo es muy fácil, practicarlo no es nada fácil. ¿O será que realmente estás dispuesto a que Dios deshaga todos tus proyectos para realizar su obra en ti? Esto es lo que hizo María, ella tenía su proyecto, pero no dudó al conocer el plan de Dios, sabía que era arriesgado, pero era lo que Ella nunca hubiera imaginado: ser la Madre de Dios. María sólo tuvo una palabra ante el misterio: “Aquí estoy”.

En la segunda lectura nos advierte que no convirtamos la fe en actos de contrición, de penitencia, actos a veces superficiales que no cambian el corazón. A veces, hacemos ofrendas a Dios, pidiendo algo a cambio, hacemos diversas promesas si el Señor nos concede este o aquel deseo, si nos conserva la salud o nos da el trabajo que estamos esperando. Esto, al final, es convertir la relación con Dios en una transacción mercantil.

Hoy, Dios nos pide un sacrificio verdadero: que pongas todo tu ser en su voluntad: “He aquí vengo a hacer tu voluntad”. Que cada día sea un “Sí” al Señor. Pero cómo es posible hacerlo? En días pasados decíamos que así como Dios nos pide que cumplamos los mandamientos Él mismo está cerca de nosotros para ayudarnos a que esto sea posible. Hoy es un día muy especial porque es la solemnidad de la anunciación del Señor donde nos recuerda cómo la Virgen Maria se supo ofrecer cada día al Señor dejándose amar y transformar por El.

Esta solemnidad es también hermosa porque Dios decide encarnarse en el vientre de Maria, Dios decide ser uno de nosotros para demostrarnos su amor a través de la compañía, la cercanía e indicarnos el camino que nos lleva a la vida. Dios nos demostró su inmenso amor a través de su Hijo y gracias al “ Si “ de Maria llegó la salvación al mundo.Celebremos el amor grande que trajo DIos-Hijo al seno de nuestra historia gracias al “ Si” de Maria.

Consagración individual al Inmaculado Corazón de María

¡Oh Santísima e Inmaculada Virgen María, tiernísima Madre nuestra y poderoso Auxilio de los Cristianos! Nosotros nos consagramos enteramente a tu dulce amor y a tu santo servicio. Te consagramos la mente con sus pensamientos, el corazón con sus afectos, el cuerpo con sus sentidos y con todas sus fuerzas, y prometemos obrar siempre para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas.

Tú, pues, ¡oh Virgen incomparable! que fuiste siempre Auxilio del Pueblo Cristiano, continúa, por piedad, siéndolo especialmente en estos días. Humilla a los enemigos de nuestra religión y frustra sus perversas intenciones. Ilumina y fortifica a los obispos y sacerdotes y tenlos siempre unidos y obedientes al Papa, maestro infalible; preserva de la irreligión y del vicio a la incauta juventud; promueve las vocaciones y aumenta el número de los ministros, a fin de que, por medio de ellos, el reino de Jesucristo se conserve entre nosotros y se extienda hasta los últimos confines de la tierra.

Te suplicamos ¡oh dulcísima Madre! que no apartes nunca tu piadosa mirada de la incauta juventud expuesta a tantos peligros, de los pobres pecadores y moribundos y de las almas del Purgatorio: sé para todos ¡oh María! dulce Esperanza, Madre de Misericordia y Puerta del Cielo.

Te suplicamos, gran Madre de Dios, que nos enseñes a imitar tus virtudes, particularmente la angelical modestia, la humildad profunda y la ardiente caridad, a fin de que, por cuanto es posible, con tu presencia, con nuestras palabras y con nuestro ejemplo, representemos, en medio del mundo, a tu Hijo, Jesús, logremos que te conozcan y amen y podamos, llegar a salvar muchas almas.

Haz, ¡oh María Auxiliadora! que todos permanezcamos reunidos bajo tu maternal manto; haz que en las tentaciones te invoquemos con toda confianza; y en fin, el pensamiento de que eres tan buena, tan amable y tan amada, el recuerdo del amor que tienes a tus devotos, nos aliente de tal modo, que salgamos victoriosos contra el enemigo de nuestra alma, en la vida y en la muerte, para que podamos formarte una corona en el Paraíso. Así sea.

Dios te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!
--

Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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jueves, 24 de marzo de 2022

Escuchar la voz de Dios da como resultado ser uno solo como Cristo lo fue con Dios.

 


Escuchar la voz de Dios da como resultado ser uno solo como Cristo lo fue con Dios.

Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías 7,23-28:
Esto dice el Señor:
«Esta fue la orden que di a mi pueblo:
“Escuchad mi voz, Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. Seguid el camino que os señalo, y todo os irá bien”.
Pero no escucharon ni hicieron caso. Al contrario, caminaron según sus ideas, según la maldad de su obstinado corazón. Me dieron la espalda y no la cara.
Desde que salieron vuestros padres de Egipto hasta hoy, os envié a mis siervos, los profetas, un día tras otro; pero no me escucharon ni me hicieron caso. Al contrario, endurecieron la cerviz y fueron peores que sus padres.
Ya puedes repetirles este discurso, seguro que no te escucharán; ya puedes gritarles, seguro que no te responderán. Aun así les dirás:
“Esta es la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar. Ha desaparecido la sinceridad, se la han arrancado de la boca”».
Palabra de Dios

Sal 94,1-2.6-7.8-9 R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón»

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,14-23
En aquel tiempo, estaba Jesús echando un demonio que era mudo.
Sucedió que, apenas salió el demonio, empezó a hablar el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron:
«Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo:
«Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín.
El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama».
Palabra del Señor


Hoy nuestra reflexión me quiero centrar en el pasaje de Jeremias. La primera lectura el profeta Jeremias se presenta ante el pueblo para recordarle lo que han olvidado: “Escuchad mi voz, Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo.” . Como nos cuesta escuchar la voz de Dios. En días pasados escuchaba un padre de la congregación de los Jesuitas quien nos decía que la oración tiene cuatro momentos pero nosotros la limitamos a uno o dos momentos. El primer estado es cuando nosotros le hablamos o nos dirigimos a Dios, el segundo momento es cuando Dios nos habla, pero algunos ni siquiera llegan a este segundo momento porque como están tan atribulados y preocupados no son capaces de aquietar su corazón para poder escuchar la voz de Dios. El tercer momento es cuando ninguno de los dos habla, hay un profundo silencio y el cuarto momento es cuando somos uno con el padre, osea El nos toma y formamos uno solo.

En el concilio vaticano segundo se habla como en la oración, el hombre entero debe entrar en relación con Dios y, por consiguiente, también su cuerpo debe adoptar la postura más propicia al recogimiento. Tal posición puede expresar simbólicamente la misma oración, variando según las culturas y la sensibilidad personal. En algunos lugares, los cristianos están adquiriendo hoy una mayor conciencia de cómo puede favorecer la oración una determinada actitud del cuerpo.

La meditación cristiana de Oriente ha valorado el simbolismo psicofísico, que a menudo falta en la oración de Occidente. Este simbolismo puede ir desde una determinada actitud corpórea hasta las funciones vitales fundamentales, como la respiración o el latido cardíaco. El ejercicio de la «oración del Señor Jesús» por ejemplo, que se adapta al ritmo respiratorio natural, puede, al menos por un cierto tiempo, servir de ayuda real para muchos. Por otra parte, los mismos maestros orientales han constatado también que no todos son igualmente idóneos para hacer uso de este simbolismo, porque no todas las personas están en condiciones de pasar del signo material a la realidad espiritual que se busca. El simbolismo, comprendido en modo inadecuado e incorrecto, puede incluso convertirse en un ídolo y, como consecuencia, en un impedimento para la elevación del espíritu a Dios. Vivir en el ámbito de la oración toda la realidad del propio cuerpo como símbolo es todavía más difícil: puede degenerar en un culto al mismo y hacer que se identifiquen subrepticiamente todas sus sensaciones con experiencias espirituales. ( tomado Carta a los obispos sobre la meditación cristiana (vatican.va) )

Una experiencia que marcó mi vida de fe fue los Talleres de Oración y Vida del Padre Ignacio Larranaga. Fundamentalmente los TOV entregan a los fieles un método práctico para aprender a orar; y orar de una manera ordenada, variada y progresiva: desde los primeros pasos hasta las profundidades de la contemplación. Se llama taller porque no es teórico sino práctico. En un taller se aprende trabajando y se trabaja aprendiendo. En nuestro caso los verbos aprender y trabajar se refieren a la actividad orante: orando se aprende a orar.
La clave es pues, escuchar la voz de Dios y para eso debemos entrar en oración y elevar a Dios la mente como es la atención y la emoción (los sentidos) para asi entrar en una comunicación afectiva con un Tú. La experiencia personal con Dios se aprenden viviéndolas y practicándolas.

Ayer decíamos que los mandamientos son para mi bien, porque están llenos de sabiduría, porque antes de que Dios nos pide que los cumplamos Él está cerca de nosotros para ayudarnos, y por último necesitamos tener memoria para recordar lo que Dios ha hecho en nosotros y por nosotros.El mismo Dios expresa su deseo de ser escuchado.  En lo más profundo del ser humano está asentado ese deseo, tantas veces apagado por las preocupaciones que agobian, los afanes por asuntos inútiles que nos endurecen el corazón. Recordar las palabras del profeta: “Os arrancaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.”  Desear escuchar la voz del Señor  y escucharla de hecho, pues lo que Dios desea es que no tengamos un corazón duro. No estar endurecidos sino permanecer con la sensibilidad necesaria para  atender y entender lo que pasa a cada persona.  Es un ejercicio constante. Para hacer lo que Jesús hizo hay que escuchar como él escuchó. No hacía sino lo que veía hacer al Padre y no comunicaba sino lo que le oía. Jesús escucha al Padre y al mismo tiempo a cada persona.

Mi amado Jesús, como necesito entrar a lo profundo de mi corazón para poderte escuchar no solo con los oídos sino con el corazón. A veces cuando entro en la oración es más un monólogo que una conversación contigo porque me centro en mis dolores, en mis quejas, mis frustraciones y preocupaciones no dando espacio a escuchar lo que Tu me quieres decir. Dame la gracia de alcanzar esa intimidad contigo para alcanzar la unión con el Padre Celestial, para que al ser uno solo contigo, Tú actúes en mi y a través de mi, dando un testimonio del Dios vivo que vive en medio de nosotros, Amen.

Dios te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!


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miércoles, 23 de marzo de 2022

No olvidemos lo que Dios ha hecho por nosotros, porque el que olvida lo que Dios ha hecho en su vida termina siendo desagradecido y repitiendo los mismos errores del pasado.

     



No olvidemos lo que Dios ha hecho por nosotros, porque el que olvida lo que Dios ha hecho en su vida termina siendo desagradecido y repitiendo los mismos errores del pasado. 


Primera lectura


Lectura del libro del Deuteronomio 4, 1. 5-9


Moisés habló al pueblo, diciendo:

«Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar.

Mirad: yo os enseño los mandatos y decretos, como me mandó el Señor, mi Dios, para que los cumpláis en la tierra donde vais a entrar para tomar posesión de ella.

Observadlos y cumplidlos, pues esa es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos, los cuales, cuando tengan noticia de todos estos mandatos, dirán:

“Ciertamente es un pueblo sabio e inteligente esta gran nación”.

Porque ¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?

Y ¿dónde hay otra nación tan grande que tenga unos mandatos y decretos tan justos como toda esta ley que yo os propongo hoy?

Pero, ten cuidado y guárdate bien de olvidar las cosas que han visto tus ojos y que no se aparten de tu corazón mientras vivas; cuéntaselas a tus hijos y a tus nietos».

Palabra de Dios


Sal 147, 12-13. 15-16. 19-20 R/. Glorifica al Señor, Jerusalén


Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 17-19


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.

En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.

El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.

Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

Palabra del Señor


En la primera lectura Moisés recuerda a su pueblo la fortuna de la que goza. Tienen a Dios 

de su parte, lo que se traduce que el mismo Dios, a través de sus profetas, les regala sus palabras, los mandatos que necesitan para vivir con dignidad y sentido. Mandatos que no solo tienen que escucharlos sino que también deben cumplirlos y guardarlos, lo que constituirá su sabiduría. Así como Dios les dio el conocimiento al pueblo de Israel, ese mismo Dios nos continúa dando el conocimiento, la sabiduría de la vida. ¿Por qué nos lo da? por cuatro razones: Dios nos da los mandamientos porque es para nuestro bien.Los mandamientos de Dios están llenos de sabiduría porque vienen de Dios. También los mandamientos vienen de un Dios que es cercano, que no es autoritario, o que impone. Cuando Dios nos da los mandamientos para que los cumplamos a la vez Él está cerca de nosotros ayudándonos para que los podamos cumplir. La cuarta razón es que los mandamientos requieren de memoria. No es solo que te acuerdes de los mandamientos sino que recuerdes las obras de Dios, hay que recordar lo que Él ha hecho por ti. Es por eso que Dios lo único que le pide a su pueblo es que tenga buena memoria para vivir el presente por el buen camino. “Guárdate muy bien de olvidar los hechos que presenciaron tus ojos, que no se aparte de tu memoria mientras te dure la vida”. Como se nos olvida las cosas que ha hecho Dios por nosotros. Hay que tener buena memoria porque de lo contrario el que niega o se le olvida su historia, su pasado termina actuando de manera desagradecida y repitiendo los mismos errores. No podemos olvidar la demostración máxima del amor de Dios por cada uno de nosotros a través de su hijo Jesucristo, un amor que rescata y que salva.  


Dios nos sigue hablando a través de su Hijo, de Jesús de Nazaret. El que sabe mejor que nadie, para eso es Dios, los caminos que hemos de seguir los hombres para encontrar eso que todos tanto deseamos que es el sentido y la felicidad. Jesús, en el evangelio de hoy, nos dice que no ha venido a abolir la ley o los profetas, sino que ha venido a dar plenitud. Y la plenitud nos la regala no solo con algún retoque en algunos de los mandatos antiguos, sino principalmente a través de su amistad. “A ustedes los llamo amigos”. Dios quiere tener con nosotros una amistad desde la cercanía, caminar y recorrer con Él. A través del camino nos damos a conocer y conocemos al otro. 

Demos el caso cuando estamos haciendo un viaje largo, algunos somos muy conversadores y comenzamos a conversar con la persona que está al lado de nosotros. Fácilmente cuando termina el viaje tenemos una idea de quién era esa persona que estaba cerca de nosotros. Dios es quien se hace el encontradizo y viene hacia nosotros para que podamos recorrer nuestro camino unidos a él, desde la amistad con él. Una amistad que le lleva a instalarse en nuestro corazón. “El que come mi cuerpo y bebe mi sangre está en mí y yo en él”. 


Cada eucaristía pretende refrescar nuestra memoria para recordar el camino trazado por Jesús, el camino del amor, de la vida entregada, el que conduce a la resurrección, a la plenitud de la vida y de la felicidad. “Haced esto en memoria mía”. Un camino que da cumplimiento y va más allá de la ley y los profetas.


Mi Señor hoy me das cuatro razones porque tus mandatos son importantes para mi, porque es para mi bien, porque están llenos de sabiduría, porque antes de que tu me pidas que los cumpla, tu estas cerca de mí para ayudarme y porque los mandatos requieren de memoria lo que significa recordar las obras que tú has hecho mi. No permitas que yo olvide la demostración máxima de tu amor por cada uno de nosotros a través de su hijo Jesucristo, un amor que rescata y que salva.  Gracias por amarme tanto y por estar cerca de mí y los míos, Amen.


Dios te bendiga,


¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!


martes, 22 de marzo de 2022

El proyecto de perdón requiere un largo camino que hay que recorrer con humildad.

 


El proyecto de perdón requiere un largo camino que hay que recorrer con humildad.


Primera lectura
Lectura de la profecía de Daniel 3, 25. 34-43

En aquellos días, Azarías, puesto en pie, oró de esta forma; alzó la voz en medio del fuego y dijo: «Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza,
no apartes de nosotros tu misericordia.
Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu siervo; por Israel, tu consagrado; a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas.
Pero ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados. En este momento no tenemos príncipes,
ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados.
Que este sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados.
Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos, y buscamos tu rostro; no nos defraudes, Señor; trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia.
Líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre, Señor».
Palabra de Dios

Sal 24, 4-5a. 6 y 7cd. 8-9 R/. Recuerda, Señor, tu ternura

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 21-35

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?».
Jesús le contesta:
«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo:
“Págame lo que me debes”.
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”.
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”.
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
Palabra del Señor

El libro de Daniel nos enseña que en tiempos difíciles es conveniente dar ejemplo porque la valentía de unos alimenta el valor de los otros. Fácilmente nos ha sucedido que así como algunos nos animan en tiempos difíciles otras veces somos nosotros quienes damos muestra de valentía y coraje para otros. En la lectura nos muestra que desobedecer las órdenes del rey podría significar la muerte. La historia de los jóvenes condenados al fuego del horno por el rey Nabucodonosor porque se habían negado a adorar la estatua que él había levantado, y la oración penitencial de Azarías, ponen de relieve la protección divina en las circunstancias más adversas.

La oración de Zacarias tiene algo muy especial. En esta oración se glorifica a Dios de dos maneras: manifestando las acciones que el Señor ha hecho por el hombre; y por otro lado confesando sus propias culpas. Es bien importante estas dos acciones tenerlas presente en el momento de la oración. Reconocer lo que el Señor ha hecho por nosotros y reconocer nuestras culpas.   Dios siempre es fiel a sus compromisos y no tiene límites con cada persona. Él nos arropa con su amor y misericordia, mientras que el ser humano insiste en romper su fidelidad con el Señor. Dios es justo y ante esa justicia el ser humano debe reconocer las faltas y sentir culpa y vergüenza. Terminada la confesión suplicamos la misericordia de Dios. No olvidemos que Dios se derrite ante un corazón humilde y sencillo. Termina la oración con un propósito de enmienda: “Te seguiremos de todo corazón, te respetaremos, buscaremos tu rostro” (Dn 3,41ª).

No olvidemos que la oración debe tener estos momentos : Agradecer a Dios por todo lo que ha hecho por nosotros, confesar nuestras culpas y tener un propósito de enmienda.

En el evangelio aparecen dos ideas centrales, una centrada en los pequeños (Mt18,1-14); y la otra en el tema del perdón (Mt 18, 16-35). En ambas partes se concluye con una parábola.

El evangelio de hoy nos re-sitúa a cada uno de nosotros en un tema fundamental para avanzar en nuestra vida personal y comunitaria: nuestra capacidad para perdonar, no cómo un mandato, sino como una opción del corazón que en muchas ocasiones requiere una larga trayectoria.  
Pedro va a introducir el tema del perdón de manera diferente a lo planteado por Jesús en el v. 15 sobre un hermano que peca. Ahora se trata de alguien que peca “contra mi” y “me ofende”. Tal vez, Pedro ha comenzado a captar quién es Jesús y su actuación misericordiosa con los pecadores y por ello intuye que hay que perdonar más de dos o tres veces. «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?». El número 7 en la biblia significa perfección, es por eso que Jesus responde a Pedro con un “perdón perfecto”. Para corroborar sus palabras Jesús propone la parábola de los dos deudores.
El relato que narra Jesús tiene tres escenas y explica cómo el perdón que recibimos de Dios hemos de darlo a los hermanos. Esta parábola también nos recuerda que la iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de perdonados. Es por eso que nos acercamos al sacramento de la confesión con un sacerdote, que al igual que nosotros es pecador, pero es Cristo quien nos perdona en persona a través del Sacerdote.  

En la primera escena, un gran rey perdona a su deudor una pena enorme, mayor de lo que pueda imaginarse y lo hace por pura gratuidad, sin esperar devolución alguna de la misma. Lo que le ha movido al perdón es la compasión. En la segunda escena, el siervo perdonado es incapaz de perdonar a su compañero una deuda mínima, sino más bien lo contrario, lo trata con violencia y lo envía a la cárcel. La misma frase que el utilizó frente al Rey:“ Ten paciencia conmigo que ya te pagaré” y que a este le movió a la compasión, al siervo perdonado no le produce ningún efecto, salvo la condena. En la última escena, el rey enterado de lo ocurrido mandó llamar al siervo sin misericordia para recriminarle su conducta y hacer que pague la deuda. Si uno ha recibido un perdón tan grande ¿cómo es posible que no quiera perdonar lo pequeño? Esto nos muestra que el proyecto de perdón requiere un largo camino que hay que recorrer con humildad, y solo es posible cuando brota de un corazón movido a la compasión. ¿Estoy dispuest@ a perdonar setenta veces siete?

Hoy vengo ante ti oh Dios para darte gracias por tu fidelidad, por cuidarme, por bendecirme a mí, a mi familia, a todos quienes están cerca de mi. Gracias por tu presencia en cada momento de mi vida, por escuchar mis peticiones, y por ser tan paciente conmigo esperando la conversión de mi corazón. Gracias por no cansarte en ofrecerme tu misericordia y perdón. Gracias por la vida, los talentos que me has dado, por la abundancia de bienes materiales y espirituales y por el amor que me tienes. Así como reconozco tu grandeza y tu gran amor, hoy tengo que reconocer mis faltas de infidelidad ante tu amor, perdóname mis incoherencias, la vanidad, el orgullo, y la autosuficiencia. Perdoname por el daño que me he hecho a mi misma, hacia ti y hacia el prójimo. Te suplico misericordia y compasión, se que son grandes mis pecados, pero hoy vengo arrepentido a humillarme ante ti, por favor necesito tu ayuda para poner en orden mi vida, mi camino, dame fortaleza, dame tu perdón, ayúdame a tener fe, esperanzas , guia mi vida. Dame la gracia de rechazar el pecado y poder caminar junto a ti hasta llegar a la eternidad, porque quiero traer un pedacito de cielo aquí y ahora, para tu Honor y Gloria,  Amén.

Dios te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!

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     Sandra Yudy Zapata Escudero

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lunes, 21 de marzo de 2022

Cuidado con caer en la tentación de Naamán.

 


Cuidado con caer en la tentación de Naamán.


Primera lectura
Lectura del segundo libro de los Reyes 5, 1-15a
En aquellos días, Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era hombre notable y muy estimado por su señor, pues por su medio el Señor había concedido la victoria a Siria.
Pero, siendo un gran militar, era leproso.
Unas bandas de arameos habían hecho una incursión trayendo de la tierra de Israel a una muchacha, que pasó al servicio de la mujer de Naamán. Dijo ella a su señora:
«Ah, si mi señor pudiera presentarse ante el profeta que hay en Samaría. Él lo curaría de su lepra».
Fue (Naamán) y se lo comunicó a su señor diciendo:
«Esto y esto ha dicho la muchacha de la tierra de Israel».
Y el rey de Siria contestó:
«Vete, que yo enviaré una carta al rey de Israel».
Entonces tomó en su mano diez talentos de plata, seis mil siclos de oro, diez vestidos nuevos y una carta al rey de Israel que decía:
«Al llegarte esta carta, sabrás que te envío a mi siervo Naamán para que lo cures de su lepra».
Cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras, diciendo:
«¿Soy yo Dios para repartir vida y muerte? Pues me encarga nada menos que curar a un hombre de su lepra. Daos cuenta y veréis que está buscando querella contra mí».
Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras y mandó a que le dijeran:
«Por qué has rasgado tus vestiduras? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel».
Llegó Naamán con sus carros y caballos y se detuvo a la entrada de la casa de Eliseo. Envió este un mensajero a decirle:
«Ve y lávate siete veces en el Jordán. Tu carne renacerá y quedarás limpio».
Naamán se puso furioso y se marchó diciendo:
«Yo me había dicho: “Saldrá seguramente a mi encuentro, se detendrá, invocará el nombre de su Dios, frotará con su mano mi parte enferma y sanaré de la lepra”. El Abaná y el Farfar, los ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Podría bañarme en ellos y quedar limpio».
Dándose la vuelta, se marchó furioso. Sus servidores se le acercaron para decirle:
«Padre mío, si el profeta te hubiese mandado una cosa difícil, ¿no lo habrías hecho? ¡Cuánto más si te ha dicho: “Lávate y quedarás limpio”!».
Bajó, pues, y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del hombre de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio.
Naamán y toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios. Al llegar, se detuvo ante él exclamando:
«Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel».
Palabra de Dios


Sal 41, 2. 3; 42, 3. 4 R/. Mi alma tiene sed del Dios vivo: ¿cuándo veré el rostro de Dios?"

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 24-30
Habiendo llegado Jesús a Nazaret, le dijo al pueblo en la sinagoga:
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naámán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
Palabra del Señor


La primera lectura nos relata la historia de Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, quien era hombre notable y muy estimado por su señor, pero que sufría de lepra. Este hombre era un vencedor de grandes batallas pero no había podido ganar la batalla de la lepra. En esa época la enfermedad de la lepra se consideraba castigo de los dioses. Esta es la primera enseñanza, a veces los triunfos de este mundo nos hinchan, nos engrandecen, nos hacen perder la humildad. Naamán era experto en dar órdenes a los demás y desarrollar tácticas para ganar la guerra. A pesar de que se pone en camino porque quiere la curación notemos que ni siquiera el rey de Israel ni tampoco el profeta lo reciben. Más bien le dan las indicaciones con los siervos. Su orgullo es tal que cuando los siervos le recomiendan que haga algo sencillo como es bañarse siete veces en el Jordán, se enoja porque Naaman esperaba que le hicieran una ceremonia de curación. Naaman tiene dos opciones, obedecer la sugerencia de los siervos o seguir con la lepra.  

Este episodio nos invita a que no seamos tan orgullosos frente al consejo de alguien. Dios utiliza al que quiere para sanarnos, liberarnos, corregirnos y salvarnos. Naamán si hubiera seguido encerrado en sí mismo no hubiese alcanzado la sanación. No permitamos que nuestras actitudes bloqueen las bendiciones que el Buen Dios nos quiere dar. No pongamos  barreras a la obra que Dios quiere hacer en medio de nosotros.

Esto también lo podemos ver por ejemplo en el evangelio, con el ejemplo de la viuda de Sarepta. Cristo nos invita a creer en un Dios grande, porque en el corazón de Dios cabemos todos. Dios no quiere una religión de élite , grupos que se crean para buscar derechos, beneficios y comodidades solo para quienes hacen parte del grupo. Ese encerramiento los vuelve elitistas y terminan trabajando para sí mismos. En otras palabras grupos egoístas.

También mucho cuidado con los que piensan : “ Todas las religiones dan lo mismo”. “ Dios es tan grande que no importa cual es la religión o tu fe” .  “ Dios es tan misericordioso que no importa si crees o no en El”. Esto solo tiene un término, “ la falsa tolerancia”.  Recordemos que Jesús cumplió a cabalidad la misión encomendada del Padre, y nosotros también debemos de continuar con esa misión.  Ten presente que tanto el elitismo y la falsa tolerancia terminan mezclando unas con otras, por ejemplo se aceptan mezclar las doctrinas unas con otras, pretender tener un espíritu conciliador donde se sacrificar lo que es verdadero para que nos dé la tranquilidad o podamos experimentar una “ paz”.  No podemos tener un cristianismo cómodo, burgués, supuestamente tolerante. No podemos sacrificar o ser infieles a quien nos amó primero, a Jesucristo.  

Jesus nos enseño que la misión debe ser desde el servicio, y el respeto.Los hombres y mujeres del Espíritu nos advierten: ¡cuidado, no se trata sólo de aceptar el querer de Dios: hay que acoger también los caminos que Él elige para llevarlo a cabo! Solemos esperar que sea Él quien vaya a nuestro ritmo, quien se acomode a nuestros planes. Naamán nos enseña lo importante que es escuchar y acoger los caminos que Dios ha hecho suyos: por ejemplo ¿por qué aceptar a la Virgen María como madre de Dios?  ¿por qué aceptar un mesías judío nacido además de un embarazo sospechoso?, ¿por qué acoger algo tan escandaloso como la cruz?... Cuidado con caer en la tentación de Naamán.

Mi amado Jesús, no quiero encerrarme en mi mismo, en mis teorías, o en mis estructuras mentales bloqueando la obra que tu quieres hacer en mi. Cada vez que me encierro estoy quitandote la posibilidad de que me sanes. Es mucho más fácil rebajar o sacrificar lo que me pides que esforzarme para lograr alcanzar la excelencia que esperas en mi. Mi mediocridad me hace ser infiel al primer amor que eres tu. Dame la gracia de aceptar tus consejos para ser una persona coherente e íntegra como lo eres Tu. Limpia la lepra que aún vive en mí porque no permite aceptarte. Por favor lavame con tu amor para que pueda caminar en humildad y obediencia a Dios como tu lo hiciste y así poder ser fiel a ti a través con el testimonio de vida, Amen.

Dios te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!

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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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viernes, 18 de marzo de 2022

Busquemos siempre agradar a Dios y no pongamos nuestros intereses por encima de Dios.

 


Busquemos siempre agradar a Dios y no pongamos nuestros intereses por encima de Dios.


Primera lectura
Primera lectura: Libro del Génesis 37, 3-4. 12-13a. 17b-28
Israel amaba a José más que a todos los otros hijos, porque le había nacido en la vejez, y le hizo una túnica con mangas. Al ver sus hermanos que su padre lo prefería a los demás, empezaron a odiarlo y le negaban el saludo.
Sus hermanos trashumaron a Siquén con los rebaños de su padre. Israel dijo a José:
«Tus hermanos deben de estar con los rebaños en Siquén; ven, que te voy a mandar donde están ellos».
José fue tras sus hermanos y los encontró en Dotán. Ellos lo vieron desde lejos y, antes de que se acercara, maquinaron su muerte. Se decían unos a otros:
«Ahí viene el soñador. Vamos a matarlo y a echarlo en un aljibe; luego diremos que una fiera lo ha devorado; veremos en qué paran sus sueños».
Oyó esto Rubén, e intentando salvarlo de sus manos, dijo:
«No le quitemos la vida».
Y añadió:
«No derraméis sangre; echadlo en este aljibe, aquí en la estepa; pero no pongáis las manos en él».
Lo decía para librarlo de sus manos y devolverlo a su padre.
Cuando llegó José al lugar donde estaban sus hermanos, lo sujetaron, le quitaron la túnica, la túnica con mangas que llevaba puesta, lo cogieron y lo echaron en un pozo. El pozo estaba vacío, sin agua.
Luego se sentaron a comer y, al levantar la vista, vieron una caravana de ismaelitas que transportaban en camellos goma, bálsamo y resina de Galaad a Egipto. Judá propuso a sus hermanos:
«¿Qué sacaremos con matar a nuestro hermano y con tapar su sangre? Vamos a venderlo a los ismaelitas y no pongamos nuestras manos en él, que al fin es hermano nuestro y carne nuestra».
Los hermanos aceptaron.
Al pasar unos mercaderes madianitas, tiraron de su hermano; y, sacando a José del pozo, lo vendieron a unos ismaelitas por veinte monedas de plata. Estos se llevaron a José a Egipto.
Palabra de Dios


Sal 104, 16-17. 18-19. 20-21 R/. Recordad las maravillas que hizo el Señor

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 33-43, 45-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«Escuchad otra parábola:
“Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos.
Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’.
Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: ‘Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’.
Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron.
Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”».
Le contestan:
«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo».
Y Jesús les dice:
«¿No habéis leído nunca en la Escritura:
“La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente”?
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos.
Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.
Palabra del Senor


En la primera lectura nos hablan acerca de Jose, quien era el hijo predilecto de Israel. La envidia de sus hermanos lo terminan aborreciendo y hasta pensar acabar con su vida, pero lo maquinan de una manera muy sutil, que parezca como un accidente. Así José acabó en lo profundo de “un pozo sin agua”, maltratado por sus propios hermanos, que posteriormente lo vendieron “como esclavo”. Cabe anotar que el autor de este pasaje no nos dice sobre los sentimientos de José; no pone ni media palabra en su boca. Pero no es difícil imaginar el dolor que debió sentir: la sensación de abandono y soledad a la que se enfrentó; la decepción al saber que sus propios hermanos lo vendieron.

A pesar de que José pasa por ese momento tan doloroso que ni siquiera sus hermanos lo alcanzaron a imaginar, Jose no guarda rencor y quién creyera más adelante se convertirá en la mano derecha del rey, nada más ni nada menos que el administrador de su casa, señor de todas sus posesiones. Definitivamente ahí está la mano de Dios. Dios tiene planes más grandes que los de cada uno de nosotros. Si nos detuvieramos por un momento en la vida todos podemos decir que hemos visto la mano amorosa de Dios que nos levanta, nos cuida y nos libera hasta de nosotros mismos. 
El mismo Papa Francisco nos lo decía hace unos años “ en el arte de ascender, no está el triunfo en no caer, sino en no permanecer caído”. Pero cuesta tanto trepar cuando todo está oscuro alrededor, cuando tan lejos se vislumbra la luz y no conseguimos ni alzar la mirada... Jose nos deja ver como acepta con humildad esa situación vivida por sus hermanos. A pesar de que era un joven soñador pareciera que no pierde su capacidad de soñar. Pero eso no es todo, él mismo nos dará una lección de misericordia con sus hermanos en el momento de la hambruna. ¿Su secreto ? Dios.    

En el Evangelio notemos que los criados del administrador de la viña y hasta el propio hijo sufrieron la misma suerte como Jose. El dueño esperaba frutos y recogió cadáveres; confió en aquellos hombres y se vio traicionado. Dios quiere cuidar la viña y por eso envía a líderes para que la cultiven y la cuiden, para que preparen el camino para la llegada del Mesías. El problema es que “ los sumos sacerdotes y los fariseos”, atendiendo a sus propios intereses, ponen sus propios intereses y pretenden escalar por encima de sí mismos para acabar con la presencia del Dueño y Señor de la historia.

La historia de Jose y Jesus es muy parecida, ya que por envidian prefieren acabar la vida de un inocente. Los escribas y fariseos al sentirse amenazados deciden la muerte de Jesús porque les arrebata el control sobre la gente sencilla. El heredero es asesinado fuera de la viña, como Jesús a las afueras de Jerusalén. Jesús anuncia de este modo lo que él mismo padecerá antes de ser colgado en la Cruz: arrojado por el pueblo judío, su vida terminará como la de un malhechor; y nos deja un mensaje claro: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”

La historia de José traicionado y vendido por sus hermanos nos hace abrir los ojos  de nuestra reflexión: ¿Qué significa para nosotros la palabra fraternidad?, ¿qué apertura tenemos hacia personas de distinta cultura? ¿También nosotros pensamos que los emigrantes que vienen a  nuestro país se apoderan de lo que nosotros necesitamos para vivir?

Mi amado Jesús, hoy y todos los días quiero quiero buscar tu voluntad. Para ello necesito que mi corazón sea dócil a Tu Palabra para que ella ilumine mi mente y toque lo profundo de mi corazón. Movidos por Tu Espíritu Santo podré colaborar para la construcción de una sociedad diferente desde la justicia, la verdad, la equidad y el amor. Tu esperas mi disposición para poder llevar a cabo tu plan, tu me das la capacidad de ser buen administrador y mi responsabilidad es administrar bien lo que tu me has confiado. Dame la gracia de servirte desde la humildad y obediencia, recordando que yo soy solo un administrador, que deje a un lado mis intereses personales para amarte sobre todas las cosas. Que mi mirada y mi corazón estén fijados en ti Señor, porque Tu lo eres todo. Gracias por darme la oportunidad de trabajar en tu viña y que todo prospere conforme a tu santa voluntad, para ti el Honor y la Gloria, Amén.

Dios te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!
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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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