miércoles, 23 de marzo de 2022

No olvidemos lo que Dios ha hecho por nosotros, porque el que olvida lo que Dios ha hecho en su vida termina siendo desagradecido y repitiendo los mismos errores del pasado.

     



No olvidemos lo que Dios ha hecho por nosotros, porque el que olvida lo que Dios ha hecho en su vida termina siendo desagradecido y repitiendo los mismos errores del pasado. 


Primera lectura


Lectura del libro del Deuteronomio 4, 1. 5-9


Moisés habló al pueblo, diciendo:

«Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar.

Mirad: yo os enseño los mandatos y decretos, como me mandó el Señor, mi Dios, para que los cumpláis en la tierra donde vais a entrar para tomar posesión de ella.

Observadlos y cumplidlos, pues esa es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos, los cuales, cuando tengan noticia de todos estos mandatos, dirán:

“Ciertamente es un pueblo sabio e inteligente esta gran nación”.

Porque ¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?

Y ¿dónde hay otra nación tan grande que tenga unos mandatos y decretos tan justos como toda esta ley que yo os propongo hoy?

Pero, ten cuidado y guárdate bien de olvidar las cosas que han visto tus ojos y que no se aparten de tu corazón mientras vivas; cuéntaselas a tus hijos y a tus nietos».

Palabra de Dios


Sal 147, 12-13. 15-16. 19-20 R/. Glorifica al Señor, Jerusalén


Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 17-19


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.

En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.

El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.

Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

Palabra del Señor


En la primera lectura Moisés recuerda a su pueblo la fortuna de la que goza. Tienen a Dios 

de su parte, lo que se traduce que el mismo Dios, a través de sus profetas, les regala sus palabras, los mandatos que necesitan para vivir con dignidad y sentido. Mandatos que no solo tienen que escucharlos sino que también deben cumplirlos y guardarlos, lo que constituirá su sabiduría. Así como Dios les dio el conocimiento al pueblo de Israel, ese mismo Dios nos continúa dando el conocimiento, la sabiduría de la vida. ¿Por qué nos lo da? por cuatro razones: Dios nos da los mandamientos porque es para nuestro bien.Los mandamientos de Dios están llenos de sabiduría porque vienen de Dios. También los mandamientos vienen de un Dios que es cercano, que no es autoritario, o que impone. Cuando Dios nos da los mandamientos para que los cumplamos a la vez Él está cerca de nosotros ayudándonos para que los podamos cumplir. La cuarta razón es que los mandamientos requieren de memoria. No es solo que te acuerdes de los mandamientos sino que recuerdes las obras de Dios, hay que recordar lo que Él ha hecho por ti. Es por eso que Dios lo único que le pide a su pueblo es que tenga buena memoria para vivir el presente por el buen camino. “Guárdate muy bien de olvidar los hechos que presenciaron tus ojos, que no se aparte de tu memoria mientras te dure la vida”. Como se nos olvida las cosas que ha hecho Dios por nosotros. Hay que tener buena memoria porque de lo contrario el que niega o se le olvida su historia, su pasado termina actuando de manera desagradecida y repitiendo los mismos errores. No podemos olvidar la demostración máxima del amor de Dios por cada uno de nosotros a través de su hijo Jesucristo, un amor que rescata y que salva.  


Dios nos sigue hablando a través de su Hijo, de Jesús de Nazaret. El que sabe mejor que nadie, para eso es Dios, los caminos que hemos de seguir los hombres para encontrar eso que todos tanto deseamos que es el sentido y la felicidad. Jesús, en el evangelio de hoy, nos dice que no ha venido a abolir la ley o los profetas, sino que ha venido a dar plenitud. Y la plenitud nos la regala no solo con algún retoque en algunos de los mandatos antiguos, sino principalmente a través de su amistad. “A ustedes los llamo amigos”. Dios quiere tener con nosotros una amistad desde la cercanía, caminar y recorrer con Él. A través del camino nos damos a conocer y conocemos al otro. 

Demos el caso cuando estamos haciendo un viaje largo, algunos somos muy conversadores y comenzamos a conversar con la persona que está al lado de nosotros. Fácilmente cuando termina el viaje tenemos una idea de quién era esa persona que estaba cerca de nosotros. Dios es quien se hace el encontradizo y viene hacia nosotros para que podamos recorrer nuestro camino unidos a él, desde la amistad con él. Una amistad que le lleva a instalarse en nuestro corazón. “El que come mi cuerpo y bebe mi sangre está en mí y yo en él”. 


Cada eucaristía pretende refrescar nuestra memoria para recordar el camino trazado por Jesús, el camino del amor, de la vida entregada, el que conduce a la resurrección, a la plenitud de la vida y de la felicidad. “Haced esto en memoria mía”. Un camino que da cumplimiento y va más allá de la ley y los profetas.


Mi Señor hoy me das cuatro razones porque tus mandatos son importantes para mi, porque es para mi bien, porque están llenos de sabiduría, porque antes de que tu me pidas que los cumpla, tu estas cerca de mí para ayudarme y porque los mandatos requieren de memoria lo que significa recordar las obras que tú has hecho mi. No permitas que yo olvide la demostración máxima de tu amor por cada uno de nosotros a través de su hijo Jesucristo, un amor que rescata y que salva.  Gracias por amarme tanto y por estar cerca de mí y los míos, Amen.


Dios te bendiga,


¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!


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