lunes, 21 de marzo de 2022

Cuidado con caer en la tentación de Naamán.

 


Cuidado con caer en la tentación de Naamán.


Primera lectura
Lectura del segundo libro de los Reyes 5, 1-15a
En aquellos días, Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era hombre notable y muy estimado por su señor, pues por su medio el Señor había concedido la victoria a Siria.
Pero, siendo un gran militar, era leproso.
Unas bandas de arameos habían hecho una incursión trayendo de la tierra de Israel a una muchacha, que pasó al servicio de la mujer de Naamán. Dijo ella a su señora:
«Ah, si mi señor pudiera presentarse ante el profeta que hay en Samaría. Él lo curaría de su lepra».
Fue (Naamán) y se lo comunicó a su señor diciendo:
«Esto y esto ha dicho la muchacha de la tierra de Israel».
Y el rey de Siria contestó:
«Vete, que yo enviaré una carta al rey de Israel».
Entonces tomó en su mano diez talentos de plata, seis mil siclos de oro, diez vestidos nuevos y una carta al rey de Israel que decía:
«Al llegarte esta carta, sabrás que te envío a mi siervo Naamán para que lo cures de su lepra».
Cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras, diciendo:
«¿Soy yo Dios para repartir vida y muerte? Pues me encarga nada menos que curar a un hombre de su lepra. Daos cuenta y veréis que está buscando querella contra mí».
Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras y mandó a que le dijeran:
«Por qué has rasgado tus vestiduras? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel».
Llegó Naamán con sus carros y caballos y se detuvo a la entrada de la casa de Eliseo. Envió este un mensajero a decirle:
«Ve y lávate siete veces en el Jordán. Tu carne renacerá y quedarás limpio».
Naamán se puso furioso y se marchó diciendo:
«Yo me había dicho: “Saldrá seguramente a mi encuentro, se detendrá, invocará el nombre de su Dios, frotará con su mano mi parte enferma y sanaré de la lepra”. El Abaná y el Farfar, los ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Podría bañarme en ellos y quedar limpio».
Dándose la vuelta, se marchó furioso. Sus servidores se le acercaron para decirle:
«Padre mío, si el profeta te hubiese mandado una cosa difícil, ¿no lo habrías hecho? ¡Cuánto más si te ha dicho: “Lávate y quedarás limpio”!».
Bajó, pues, y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del hombre de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio.
Naamán y toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios. Al llegar, se detuvo ante él exclamando:
«Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel».
Palabra de Dios


Sal 41, 2. 3; 42, 3. 4 R/. Mi alma tiene sed del Dios vivo: ¿cuándo veré el rostro de Dios?"

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 24-30
Habiendo llegado Jesús a Nazaret, le dijo al pueblo en la sinagoga:
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naámán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
Palabra del Señor


La primera lectura nos relata la historia de Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, quien era hombre notable y muy estimado por su señor, pero que sufría de lepra. Este hombre era un vencedor de grandes batallas pero no había podido ganar la batalla de la lepra. En esa época la enfermedad de la lepra se consideraba castigo de los dioses. Esta es la primera enseñanza, a veces los triunfos de este mundo nos hinchan, nos engrandecen, nos hacen perder la humildad. Naamán era experto en dar órdenes a los demás y desarrollar tácticas para ganar la guerra. A pesar de que se pone en camino porque quiere la curación notemos que ni siquiera el rey de Israel ni tampoco el profeta lo reciben. Más bien le dan las indicaciones con los siervos. Su orgullo es tal que cuando los siervos le recomiendan que haga algo sencillo como es bañarse siete veces en el Jordán, se enoja porque Naaman esperaba que le hicieran una ceremonia de curación. Naaman tiene dos opciones, obedecer la sugerencia de los siervos o seguir con la lepra.  

Este episodio nos invita a que no seamos tan orgullosos frente al consejo de alguien. Dios utiliza al que quiere para sanarnos, liberarnos, corregirnos y salvarnos. Naamán si hubiera seguido encerrado en sí mismo no hubiese alcanzado la sanación. No permitamos que nuestras actitudes bloqueen las bendiciones que el Buen Dios nos quiere dar. No pongamos  barreras a la obra que Dios quiere hacer en medio de nosotros.

Esto también lo podemos ver por ejemplo en el evangelio, con el ejemplo de la viuda de Sarepta. Cristo nos invita a creer en un Dios grande, porque en el corazón de Dios cabemos todos. Dios no quiere una religión de élite , grupos que se crean para buscar derechos, beneficios y comodidades solo para quienes hacen parte del grupo. Ese encerramiento los vuelve elitistas y terminan trabajando para sí mismos. En otras palabras grupos egoístas.

También mucho cuidado con los que piensan : “ Todas las religiones dan lo mismo”. “ Dios es tan grande que no importa cual es la religión o tu fe” .  “ Dios es tan misericordioso que no importa si crees o no en El”. Esto solo tiene un término, “ la falsa tolerancia”.  Recordemos que Jesús cumplió a cabalidad la misión encomendada del Padre, y nosotros también debemos de continuar con esa misión.  Ten presente que tanto el elitismo y la falsa tolerancia terminan mezclando unas con otras, por ejemplo se aceptan mezclar las doctrinas unas con otras, pretender tener un espíritu conciliador donde se sacrificar lo que es verdadero para que nos dé la tranquilidad o podamos experimentar una “ paz”.  No podemos tener un cristianismo cómodo, burgués, supuestamente tolerante. No podemos sacrificar o ser infieles a quien nos amó primero, a Jesucristo.  

Jesus nos enseño que la misión debe ser desde el servicio, y el respeto.Los hombres y mujeres del Espíritu nos advierten: ¡cuidado, no se trata sólo de aceptar el querer de Dios: hay que acoger también los caminos que Él elige para llevarlo a cabo! Solemos esperar que sea Él quien vaya a nuestro ritmo, quien se acomode a nuestros planes. Naamán nos enseña lo importante que es escuchar y acoger los caminos que Dios ha hecho suyos: por ejemplo ¿por qué aceptar a la Virgen María como madre de Dios?  ¿por qué aceptar un mesías judío nacido además de un embarazo sospechoso?, ¿por qué acoger algo tan escandaloso como la cruz?... Cuidado con caer en la tentación de Naamán.

Mi amado Jesús, no quiero encerrarme en mi mismo, en mis teorías, o en mis estructuras mentales bloqueando la obra que tu quieres hacer en mi. Cada vez que me encierro estoy quitandote la posibilidad de que me sanes. Es mucho más fácil rebajar o sacrificar lo que me pides que esforzarme para lograr alcanzar la excelencia que esperas en mi. Mi mediocridad me hace ser infiel al primer amor que eres tu. Dame la gracia de aceptar tus consejos para ser una persona coherente e íntegra como lo eres Tu. Limpia la lepra que aún vive en mí porque no permite aceptarte. Por favor lavame con tu amor para que pueda caminar en humildad y obediencia a Dios como tu lo hiciste y así poder ser fiel a ti a través con el testimonio de vida, Amen.

Dios te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!

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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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