lunes, 13 de junio de 2022

La codicia, la envidia y el egoísmo son malos consejeros.

 


La codicia, la envidia y el egoísmo son malos consejeros.  

Primera lectura
Lectura del primer libro de los Reyes 21, 1-16

Por aquel tiempo, Nabot de Yezrael tenía una viña junto al palacio de Ajab, rey de Samaria.
Ajab habló a Nabot diciendo:
«Dame tu viña para que pueda tener un huerto ajardinado, pues está pegando a mi casa; yo te daré a cambio una viña mejor, o, si te parece bien, te pagaré su precio en plata».
Nabot respondió a Ajab:
«Dios me libre de cederte la herencia de mis padres».
Se fue Ajab a su casa abatido y enfadado por la respuesta que le había dado Nabot de Yezrael:
«No te cederé la heredad de mis padres».
Se postró en su lecho de cara a la pared y se negó a comer. Jezabel, su mujer, se le acercó y le dijo:
«¿Qué te pasa que estás entristecido y no comes alimento alguno?».
El le respondió:
«Hablé con Nabot de Yezrael y le propuse: “Véndeme tu viña por su valor en plata, o, si lo prefieres, te daré otra viña a cambio”; pero él me contestó: “No te cederé mi viña”».
Jezabel, su mujer, le replicó:
«¡Ya es hora de que ejerzas el poder regio en Israel! Levántate, come y se te alegrará el ánimo. Yo misma me encargo de darte la viña de Nabot de Yezrael».
Escribió cartas con el nombre de Ajab y las selló con el sello de él, enviándolas a los ancianos y notables que vivían junto a Nabot.
En las cartas escribió lo siguiente:
«Proclamad un ayuno y sentad a Nabot al frente de la asamblea. Frente a él sentad a dos hombres hijos de Belial que testifiquen en su contra diciendo: “Tú has maldecido a Dios y al rey”. Entonces lo sacaréis fuera y lo lapidaréis hasta que muera».
Los hombres de la ciudad, los ancianos y notables que vivían junto a Nabot en su ciudad, hicieron tal como Jezabel les ordenó según lo escrito en las cartas remitidas a ellos. Así proclamaron un ayuno y sentaron a Nabot al frente de la asamblea.
Llegaron los dos hombres hijos de Belial, se sentaron frente a él y testificaron contra él diciendo:
«Nabot ha maldecido a Dios y al rey».
Lo sacaron fuera de la ciudad y lo lapidaron a pedradas hasta que murió.
Enviaron a decir a Jezabel:
«Nabot ha sido lapidado y está muerto».
En cuanto Jezabel oyó que Nabot había muerto lapidado, dijo a Ajab:
«Levántate y toma posesión de la viña de Nabot, el de Yezrael, el que se negó a vendértela por su valor en plata, pues Nabot ya no está vivo, ha muerto».
Apenas oyó Ajab que Nabot había muerto, se levantó y bajó a la viña de Nabot, el de Yezrael, para tomar posesión de ella.
Palabra de Dios

Sal 5 R/. Atiende a mis gemidos, Señor.

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 38-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia.
Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñalo dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas».
Palabra el Señor


Hoy las lecturas nos hablan acerca de cómo el egoísmo y la envidia son capaces de maquinar algo e incluso matar al que piensa y actúa diferente. En la primera lectura nos narra que el rey Ajab se encaprichó de una huerta que lindaba con su casa y que Nabot, su propietario, la había recibido como herencia de sus padres. Nabot se niega a cederla ni a venderla, porque la había heredado de sus padres. Continua la lectura diciéndonos que la actitud de Nabot disgustó a Ajab y al ver Jezabel, su esposa, mujer despiadada, la situación en la que se encontraba y el motivo, no dudó en maquinar algo como fue acabar con la vida de Nabot. La actitud tanto del rey como de su esposa nos demuestran una vez más como la codicia, el egoísmo y la envidia nos llevan hacer actos injustos, en el caso de Nabot conseguir falsos testimonios para que muriera apedreado, todo para alcanzar su objetivo, tomar la posesión de la huerta de Nabot.  

Esto nos puede hacer reflexionar de cómo se pueden alcanzar cosas, sin reparar en los medios empleados para conseguirlo, situación que, desgraciadamente, se da mucho más de lo que cabe esperar. Vemos injusticias y preferimos callar para evitar problemas, en otras palabras somos personas cobardes.    

En esta primera lectura revisemos cómo es nuestra actitud frente a la injusticia, será que preferimos apartarnos a un lado para que otros decidan y hablen por nosotros? ¿Será que no permitimos obrar el Espíritu Santo a través de nosotros cayendo en el pecado de omisión?  Será que somos cómplices del mal porque de alguna manera u otra nos conviene esa situación ?   Cuando hemos tenido sentimientos de egoísmo y de envidia utilizamos cualquier medio para lograr y satisfacer nuestro capricho actuando de manera despiadada como la esposa del rey Ajab, Jezabel ?, ¿Será que con nuestros comentarios inescrupulosos hemos sembrado cizaña en nuestro grupo de amigos, colaboradores, familia o en la comunidad para que haya división y desunión?  

Esto nos lleva a reflexionar a que debemos de dejar actuar al Espíritu Santo de Dios en nosotros para que no caigamos en actitudes cobardes, las cuales nos llevan a cometer actos de injusticia.

En el evangelio Jesús nos invita a actuar de manera inteligente  nuestras relaciones con los demás, cuando aquéllas se tornan difíciles. Estas sentencias marcaron la existencia de Jesús y, si conseguimos entenderle bien, deberían marcar también la nuestra.

La primera enseñanza es frenar la venganza esto es, no recuerdes lo que el otro te hizo porque cada vez que lo recuerdas estas actualizando la situación que viviste y no vas a permitir que la herida sane.  Jesus nos invita a no enfrentarse al malvado con las mismas armas.  De esta manera, descubre que hay algo más allá de la justicia equitativa. Y deja así abierta la ventana a la suave brisa de la misericordia. ¿Acaso no destruimos a nuestros enemigos cuando los hacemos amigos nuestros?

La segunda enseñanza, con frecuencia tan desacreditada, se sitúa en la misma línea de la anterior. “Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra”. Esto significa que el único antídoto para destruir el mal es devolver el bien.  El mal sólo puede ser vencido con el bien. El mal con el mal se multiplica. El mal es, además de violento, contagioso. Sólo con la bondad, la dulzura y la humildad es absorbido y desactivado. Jesús por eso nos invita a hacer el bien.

La tercera enseñanza pone de relieve la generosidad del compartir. “A quien te pide, dale”. Jesús nos exhorta a no negar nuestros bienes a quien nos pide ayuda. Nos recuerda que dando no perdemos nada; por el contrario, ganaremos para la eternidad, cuando escuchemos la misma voz de Cristo: “Siempre que lo hicísteis con alguno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicísteis” (Mt 25,40).

Oremos:
Espíritu Santo de Dios, ven a mi auxilio para que pueda actuar de manera valiente frente a las injusticias. Tú Señor no me has dado un Espíritu de cobardía porque Tu quieres hacer algo nuevo en mi. Esto es no ser cobarde al pedir “ perdón”, al decir “me equivoque”, al decir “te amo”, al pedir “ayuda”, al decir “ te necesito”. Dame la gracia Señor de actuar de manera inteligente mis relaciones con los demás y más cuando ellas se tornan difíciles. Que en mi corazón no se alimente la venganza, porque cada vez que recuerdo el agravio no permito que la herida sane. Dame la fortaleza de destruir el mal devolviendo el bien desde la bondad, la dulzura y la humildad. Que mi corazón sea generoso compartiendo lo que tengo llevando felicidad y esperanza a los que lo necesitan, porque así te daré Gloria a ti Señor que estás en el cielo, amén.

Dios te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!

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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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