miércoles, 8 de junio de 2022

Realmente en quién tienes puesta tu confianza


Primera lectura

Lectura del primer libro de los Reyes 18, 20-39

En aquellos días, el rey Ajab dio una orden entre todos los hijos de Israel y reunió a los profetas de Baal en el monte Carmelo.
Elías se acercó a todo el pueblo y dijo:
«¿Hasta cuándo vais a estar cojeando sobre dos muletas? Si el Señor es Dios, seguidlo; si no es Baal, seguid a Baal».
El pueblo no respondió. Elías continuó:
«Quedo yo solo como profeta del Señor, mientras que son cuatrocientos cincuenta los profetas de Baal. Que nos den dos novillos; que ellos elijan uno, lo descuarticen y lo coloquen sobre la leña, pero sin encender el fuego. Yo prepararé el otro novillo y lo pondré sobre la leña, también sin encender el fuego. Vosotros clamaréis invocando el nombre de vuestro dios y yo clamaré invocando el nombre del Señor. Y el dios que responda por el fuego, ese es Dios».
Todo el pueblo acató:
«¡Está bien lo que propones!».
Elías se dirigió a los profetas de Baal:
«Elegid un novillo y preparadlo vosotros primero, pues sois más numerosos. Clamad invocando el nombre de vuestro dios, pero no pongáis fuego».
Tomaron el novillo que les dieron, lo prepararon y estuvieron invocando el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo:
«¡Baal, respóndenos!».
Mas no hubo voz ni respuesta. Brincaban en torno al altar que habían hecho.
A mediodía, Elías se puso a burlarse de ellos:
«Gritad con voz más fuerte, porque él es dios, pero tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo, estará de camino; tal vez esté dormido y despertará!».
Entonces gritaron con voz más fuerte, haciéndose incisiones con cuchillos y lancetas hasta chorrear sangre por sus cuerpos según su costumbre.
Pasado el mediodía, entraron en trance hasta la hora de presentar las ofrendas, pero no hubo voz, no hubo quien escuchara ni quien respondiese.
Elías dijo a todo el pueblo:
«Acercaos a mí», y todo el pueblo se acercó a él. Entonces se puso a restaurar el altar del Señor, que había sido demolido. Tomó Elías doce piedras según el número de tribus de los hijos de Jacob, al que se había dirigido esta palabra del Señor:
«Tu nombre será Israel».
Erigió con las piedras un altar al nombre del Señor e hizo alrededor una zanja de una capacidad de un par de arrobas de semilla. Luego dispuso leña, descuartizó el novillo y lo colocó encima.
«Llenad de agua cuatro tinajas y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña», ordenó y así lo hicieron.
Pidió:
«Hacedlo por segunda vez»; y por segunda vez lo hicieron.
«Hacedlo por tercera vez» y una tercera vez lo hicieron.
Corrió el agua alrededor del altar, e incluso la zanja se llenó a rebosar.
A la hora de la ofrenda, el profeta Elías se acercó y comenzó a decir:
«Señor, Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, que se reconozca hoy que tú eres Dios en Israel, que yo soy tu servidor y que por orden tuya he obrado todas estas cosas. Respóndeme, Señor, respóndeme, para que este pueblo sepa que tú, Señor, eres Dios y que has convertido sus corazones».
Cayó el fuego del Señor que devoró el holocausto y la leña, lamiendo el agua de las zanjas.
Todo el pueblo lo vio y cayeron rostro en tierra, exclamando:
«¡El Señor es Dios. El Señor es Dios!».
Palabra de Dios


Sal 15, 1b-2a. 4. 5 y 8. 11 R/ Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».
Palabra del Señor


La primera lectura nos trae al profeta Elias nuevamente. Recordemos que el día de ayer él tuvo un encuentro con la viuda de Sarepta y su hijo donde la fe de esta mujer tuvo que pasar por el fuego para poder alcanzar a ver el milagro que Dios le tenía para dar. Hoy Elias confronta la fe al pueblo porque ellos habían caído en muchos ídolos pero especialmente el corazón del rey debido a que su esposa Jezabel quería destruir la fe en Dios ya que ella practicaba la brujería. Este es el primer mensaje que nos trae la lectura. Mientras la viuda de Sarepta es una mujer humilde, de fe y obedece a Dios, Jezabel era una mujer arrogante que adoraba a ídolos y su intención era destruir la fe del pueblo a través del rey. Dos mujeres, una modelo de virtud y de fe y la otra es una mujer de crueldad, de idolatría y con el deseo de apartar al pueblo del corazón de Dios.

Es por eso que Elias al ver lo que estaba sucediendo sugiere hacer dos sacrificios uno del pueblo y el otro el sacrificio de parte de Él. Este consistía en poner sobre la leña un  novillo descuartizado pero sin prender el fuego. Luego invocaran el nombre de su dios y Elias clamaría invocando el Nombre del Señor. Por último Elias les dice que el dios que responda por el fuego, ese es Dios. El dios de Baal no respondió, saliendo victorioso el Dios de Elias. Ante este espectáculo y signo de parte de Dios a través de Elias cayeron todos sobre su rostro, exclamando: ¡El Señor es el verdadero Dios! ¡El Señor es el Dios verdadero!”.

El segundo mensaje que nos trae esta lectura es que tengamos mucho cuidado en poner nuestra fe dependiendo del milagro que nuestros ojos puedan ver. Es como ponerle condiciones a Dios para creerle. Recordemos que el mismo Jesús se lamentaba al decir “ Si ustedes no ven signos y prodigios no creen”. La lectura nos lleva a reflexionar que esos signos exteriores aunque pueden hacer algo por la fe no logran la transformación interior. El fuego que se necesita no es tanto el fuego afuera sino el fuego adentro. Por eso es bueno comparar ese fuego de Elias del sacrificio y el fuego que trae el Espíritu Santo en Pentecostés.  Necesitamos ese fuego adentro que es capaz de transformar y volvernos a llevar hacia el corazón de Dios.  

Hoy tengo que reconocer las veces que he puesto mi confianza solo en mí misma, en los demás o en otras cosas que no son de Dios. Hoy me exhortas y me recuerdas que tu siempre escuchas mis súplicas y que el cielo responde a mi clamor, ya sea con un “sí”, un “no” o “espera”. Como necesito fortalecer mi paciencia y confianza en ti. A veces quiero que las cosas se den a mi ritmo, en la manera que yo pienso y cómo deberían de ser. Esta necedad hace que me sienta frustrada y pierda la fe. No permitas que por eso pierda mi fe o que se acerquen personas que tienen la intención de destruir la fe que tengo. No quiero tener una fe que dependa de los signos exteriores que yo pueda ver sino que mi fe crezca y madure a través de mi relación íntima contigo cada dia. Que sea Tu Espíritu Santo llenándome de su fuego interior para que transforme todo mi ser y vuelva a hacia el corazón de Dios. Amen.

Dios te bendiga.

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!

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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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