La oración del Padre Nuestro es la que nos ayuda a aprender a vivir.
Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico 48, 1-14
Surgió el profeta Elías como un fuego,
su palabra quemaba como antorcha.
Él hizo venir sobre ellos el hambre,
y con su celo los diezmó.
Por la palabra del Señor cerró los cielos
y también hizo caer fuego tres veces.
¡Qué glorioso fuiste, Elías, con tus portentos!
¿Quién puede gloriarse de ser como tú?
Tú despertaste a un cadáver de la muerte
y del abismo, por la palabra del Altísimo;
tú precipitaste reyes a la ruina
y arrebataste del lecho a hombres insignes;
en el Sinaí escuchaste palabras de reproche
y en el Horeb sentencias de castigo;
tú ungiste reyes vengadores
y profetas para que te sucedieran;
fuiste arrebatado en un torbellino ardiente,
en un carro de caballos de fuego;
tú fuiste designado para reprochar los tiempos futuros,
para aplacar la ira antes de que estallara,
para reconciliar a los padres con los hijos
y restablecer las tribus de Jacob.
Dichosos los que te vieron
y se durmieron en el amor,
porque también nosotros viviremos.
Cuando Elías fue arrebatado en el torbellino,
Eliseo se llenó de su espíritu.
Durante su vida ningún príncipe lo hizo temblar,
nadie pudo dominarlo.
Nada era imposible para él,
incluso muerto, su cuerpo profetizó.
Durante su vida realizó prodigios,
y después de muerto fueron admirables sus obras.
Palabra de Dios
Sal 96 R/. Alegraos, justos, con el Señor.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:
“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal”.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».
Palabra del Señor
San Agustin decia “ He aprendido a vivir cuando he aprendido a orar “. ¿Será que esto se refiere a que tenemos que orar de una manera especial utilizando ciertas palabras, o tener ciertas posiciones corpóreas para saber orar? NO. A lo que San Agustín se refiere es que la oración nos lleva a entrarnos a nosotros mismos y a descubrir a Dios en nuestra vida. En la oración descubrimos realmente quiénes somos, cuáles son nuestras verdaderas intenciones, en la oración no hay máscaras o apariencias porque nuestro corazón se abre. En la oración también experimentamos el amor de Dios, un Dios que nos sostiene, nos ama, nos perdona, es arquitecto y constructor de nuestra historia.
Rezar el Padrenuestro, como nos ha enseñado Jesús, es una pedagogía que nos lleva a lo esencial, a poner a Dios en el primer lugar, sintiendo a los otros como hermanos. Por ello Jesús une ambas cosas cuando nos invita a rezar: Padrenuestro... Un Dios que está con y para nosotros. Nuestro Padre quiere que nosotros nos amemos unos a otros para que podamos experimentar el cielo en esta tierra. Nuestro Padre nos invita a la Santidad, lo que significa dejarnos empapar por su amor para que sumergidos en Él podamos amar, perdonar y servir como su Hijo Jeucristo, de esta manera glorificaremos con nuestra vida a Dios. Nuestro Padre espera que nosotros sus hijos hagamos crecer Su Reino en esta vida, el Reino del amor, de la paz, de la justicia, de la verdad y así daremos cumplimiento a Su voluntad. Todo esto no es fácil cuando el egoísmo manda. Por eso elevemos otra súplica: “Danos hoy el pan nuestro de cada día”; esto es, que haya pan para todos, que los hombres no impidamos que el pan llegue a la mesa de los pobres. Y añadimos: “Perdona nuestras deudas, como nosotros también las perdonamos...”: Porque ser comensales es, ante todo, obra de reconciliación. Sólo cuando nos hayamos reconciliado, todos nos sentiremos plenamente en casa. Y así Dios nos ayudará a no caer en las tentaciones. Dios no nos induce a ninguno a la tentación. Es Él quien, por el contrario, nos libra del mal, de ese mal que nos enfrentan unos contra otros y nos convierte en hermanos separados. Un mal que proviene de aquel que siembra la discordia en el mundo, del Maligno. Por eso, rezamos con fuerza la última petición que nos propone Jesús.
La reconciliación es, pues, condición inaplazable para que la oración que Jesús nos enseña suene como verdadera y sincera en nuestros labios. Seamos hermanos y elevemos a Dios como Padre. Es absurdo que lo hagamos en la discordia. Por eso, aprender a rezar el Padrenuestro es aprender a vivir.
Mi Amado Jesus, gracias por enseñarnos la oración del Padre Nuestro porque nos lleva a poner a Dios en primer lugar, y unidos por un mismo Padre amarnos los unos a los otros como tu lo haces. Quiero vivir el cielo aquí y ahora y solo será posible cuando me sumerja a tu corazón porque podré experimentar el inmenso amor que me tienes. Solo quien experimenta el amor de Dios es capaz de amar como Él, solo quien experimenta su misericordia es capaz de ofrecer misericordia, sólo quien experimenta perdón es capaz de regalar el perdón. Por eso dame la gracia de acoger al Espíritu Santo para poder alcanzar tus mismos sentimientos de amor, de bondad, de perdón y fidelidad. Al estar sintonizad@ contigo podré buscar la Gloria para Ti, donde sea Dios quien reine, que su voluntad se haga en mí para que pueda yo aprender a vivir como un verdadero hij@de Dios, Amen.
Dios te bendiga,
¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!
-
†
Que la
paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en
el mio...
Sandra Yudy Zapata Escudero
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