viernes, 4 de febrero de 2022

La vida de David nos muestra la realidad de la vida de un cristiano

 

La vida de David nos muestra la realidad de la vida de un cristiano


Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico 47, 2-13
Como se separa la grasa en el sacrificio de comunión, así David fue separado de entre los hijos de Israel.
Jugó con los leones como si fueran cabritos,
y con los osos como si fueran corderos.
¿Acaso no mató de joven al gigante,
y quitó el oprobio del pueblo,
lanzando la piedra con la honda
y abatiendo la arrogancia de Goliat?
Porque invocó al Señor altísimo,
quien dio vigor a su diestra,
para aniquilar al potente guerrero
y reafirmar el poder de su pueblo.
Por eso lo glorificaron por los diez mil
y lo alabaron por las bendiciones del Señor,
ofreciéndole la diadema de gloria.
Pues él aplastó a los enemigos del contorno,
aniquiló a los filisteos, sus adversarios,
para siempre quebrantó su poder.
Por todas sus acciones daba gracias
al Altísimo, el Santo, proclamando su gloria.
Con todo su corazón entonó himnos,
demostrando el amor por su Creador.
Organizó coros de salmistas ante el altar,
y con sus voces armonizó los cantos;
y cada día tocarán su música.
Dio esplendor a las fiestas,
embelleció las solemnidades a la perfección,
haciendo que alabaran el santo nombre del Señor,
llenando de cánticos el santuario desde la aurora.
El Señor le perdonó sus pecados
y exaltó su poder para siempre:
le otorgó una alianza real
y un trono de gloria en Israel.
Palabra de Dios

Sal 17, 31. 47 y 50. 51 R/. Bendito sea mi Dios y Salvador

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 14-29
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey de Herodes oyó hablar de él.
Unos decían:
«Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». Otros decían:
«Es Elías».
Otros:
«Es un profeta como los antiguos».
Herodes, al oírlo, decía:
«Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado».
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
«Pídeme lo que quieras, que te lo daré».
Y le juró:
«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».
Ella salió a preguntarle a su madre:
«Qué le pido?».
La madre le contestó:
«La cabeza de Juan el Bautista».
Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.
Palabra del Senor


En la meditación del día de hoy me quiero enfocar en la primera lectura del día de hoy que elogia al rey David tras habernos mostrado ayer su partida de este mundo. En pocos versículos nos muestra distintos aspectos de su larga y fecunda vida, desde la elección de Dios, su  docilidad y correspondencia a esta llamada, su sincero amor a Dios, su arrepentimiento, su  petición de perdón  y la abundante misericordia que  Dios derramó sobre él,  manteniendo firme la alianza que le había prometido, pues Dios siempre es fiel a su amor y amistad con el hombre y no quiere jamás la muerte del pecador, sino que se convierta de su conducta y que viva.

La vida de David nos muestra la realidad de la vida de un cristiano. Dios es quien nos elige y nos llama por nuestro nombre, algunos atenderán con prontitud este llamado otros no. David tiene docilidad lo que significa que se deja guiar por el Señor, revisemos…será que nosotros nos dejamos guiar por Dios o seguimos de testarudos y llevados de nuestro parecer. Una característica que también tiene David es que tiene un amor sincero a Dios y esta sinceridad lo lleva a esforzarse a ser obediente y a no ofender a Dios a través de sus acciones. Y si llega a equivocarse se arrepiente y busca el perdón de Dios. Muchos de nosotros podemos decir que somos cristianos, que amamos a Dios, y practicamos la ley del amor, pero el mejor indicador que nos demuestra que somos coherentes es si nos esforzamos en ser obedientes a lo que nos pide el Señor como es amar hasta aquel que me ofende y además si nos equivocamos no sólo nos debemos arrepentir ante Dios sino también buscar la reparación a quien ofendimos.

Por último la lectura nos regala una promesa y es que el Señor se derrite ante un corazón humilde y derrama su misericordia porque Él no quiere la muerte del pecador sino que se convierta de su conducta y que viva.

De qué me sirve escuchar al Señor si mi vida sigue atrapada en el egoísmo, en el desamor, en la mentira, en el mal. Que no nos suceda como a Herodes que traicionó de manera cobarde a Juan. Herodes no fue fiel a su conciencia. Se traicionó a sí mismo, por quedar bien ante los demás y esta incoherencia le persiguió toda su vida. A veces, también nosotros podemos ceder ante el qué dirán y ser injustos e infieles a nuestros principios más sagrados…Oremos para que el Señor nos conceda un corazón leal, justo, fiel y un obrar coherente.

Mi amado Jesús, durante toda mi vida te he escuchado,  digo creerte y llamarme cristiano pero a veces mi actitud es como Herodes que por ser cobarde al anunciar el evangelio con mi vida te traiciono una y otra vez más, me pides que perdone, que ame a aquel quien me ofendió, que viva la caridad y no lo hago movido por un orgullo que esta camuflado al dolor. Mis incoherencias se han vuelto comunes en mi tanto que siento que no pasara nada. Llegó al cinismo de pensar que los otros deben cambiar y que yo soy la buen@. Reconozco el mal que hace el pecado en un alma porque al acostumbrarse al vivir en el mal se termina teniendo una vida incoherente. Dame la gracia de ser dócil a ti Señor, aceptar tus consejos y tomar el camino que me lleva a la verdadera perfección. Que te ame con un corazón sincero esforzándome a ser obediente a tus decretos. Que me arrepienta y busque perdón cuando ofenda a mis hermanos, para que pueda alcanzar la misericordia que tanto necesito de ti, Amén.      

Dios te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!

--

Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...

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