viernes, 12 de febrero de 2021

“Abre de par en par tus puertas a Cristo”, San Juan Pablo II

 




Génesis 3,1-8
La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: "¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?" La mujer respondió a la serpiente: "Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: "No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte."" La serpiente replicó a la mujer: "No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal."
La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencia; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió. Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron. Oyeron al Señor que paseaba por el jardín a la hora de la brisa; el hombre y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín.
Palabra de Dios


Hoy la primera lectura no dice que Adan y Eva se escondieron de la vista del Señor Dios. Cuando nuestro pecado se descubre ante los ojos de Dios nos da vergüenza y es por eso que nos escondemos hasta al punto de alejarnos de Dios. Dios nunca se aleja, Él está con el pecador; pero nosotros somos quienes tomamos la decisión de alejarnos por la incoherencia de vida, lo cual es un error.

El mal atrajo la mirada y el corazón a Adan y Eva al decirles “Seréis como dioses”. Mientras tengamos esa codicia en nuestros corazones frustraremos los proyectos de Dios. Me pongo a pensar por ejemplo en aquellas personas que de una u otra manera están bien, tiene su buen trabajo, una familia, gozan de buena salud y bienestar, y por su codicia toman malas decisiones. Terminan en la corrupción, en la deshonestidad, en la mentira. A pesar de que todo aparentemente funciona bien, tarde o temprano la verdad triunfa sobre la mentira. Algunos llegan hasta el descaro de disfrazar la mentira, de justificar sus actos, o hasta culpar a otros. El mal te hace andar en la mentira, en callar y disfrazar tu pecado. El bien te hace caminar por la verdad y gozas de la tranquilidad. Eso le sucedió a Adan y a Eva. Tenían enfrente el universo entero para permanecer en estado de gracia, pero se obstinaron en sobrepasar el límite que Dios le había trazado.

El ser humano es complejo, bien complejo, porque todo anda bien hasta que nos dan un limite. Dios puso el límite, “ No comer de ese árbol”. Dios lo hizo porque nos quiere enseñar a comprender hasta dónde podemos llegar desde la amplitud de la libertad con la que Él nos propone vivir. Somos seres insaciables. Fijamos la mirada más en lo que no falta que en lo que tenemos y podemos disfrutar. Pensamos que por sobrepasar los límites desde nuestra libertad vamos a encontrar más alegría porque conseguimos “ muchas cosas más “, porque en palabras coloquiales decimos “ Yo hago lo que yo quiera”.

No olvidemos que el mal no está en lo que está afuera de nosotros, sino que nace adentro, en nuestro corazón. Es por eso que pidamos al Señor su auxilio para que desde el discernimiento nos demos cuenta cuales son los sentimientos, pensamientos, decisiones, recuerdos que hay en mi corazón. Como también descubrir donde Él está presente. Dios nos da el don de la inteligencia para buscar la verdad, para conocerlo y también para que hagamos parte de sus planes que son de bendición y no de maldición.  

Salmo 31 " Dichoso el que está absuelto de su culpa. "

Marcos 7,31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: "Effetá", esto es: "Ábrete". Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: "Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos."
Palabra del Señor


El evangelio nos trae una escena donde Jesús, mientras caminaba hacia el lago de Galilea, se encuentra con un hombre sordo y que apenas podía hablar, condenado a la incomunicación: nada de la vida podría entrar en él, nada de la vida podía desprenderse de él. Su problema era la incomunicación.

Hay una súplica de la gente: “que le impusiera las manos” (gesto presente en muchos sacramentos para otorgar algún don, autoridad, o como método de sanación). Jesús toca sus oídos y su lengua; suspira al cielo y da una orden: “EFFETÁ” = ÁBRETE. Y al momento hablaba sin dificultad alguna.

Los que hemos tenido algún familiar o conocido que tenga problemas auditivos o de habla nos hemos dado cuenta que estas personas con este tipo de dificultad en la comunicación se van aislando o para no ser rechazadas pretenden entender lo que se le están diciendo. Jesús sabe del bloqueo que padece este sordo y desde su misericordia lo lleva hacia Él y además lo toca. Jesus lo lleva hacia El , lo separa de los demás por dos razones, una como muestra de cercanía y porque a veces es necesario de sacarnos del camino para que podamos escuchar su voz y descubrir su presencia en nuestra vida.
Recuerdo una de las frases de San Juan Pablo II, quien lo repetía constantemente: “Abre de par en par tus puertas a Cristo”, con esta frase inició su pontificado. Abrir nuestro corazón es darle posibilidad para que Dios entre y haga parte de nuestra vida. Pregúntate a quién o a qué estás abriendo las puertas de tu corazón? Que no vaya ser que le estemos abriendo las puertas a alguien o a algo que nos está separando de la vida, de los amigos, de los hermanos, de la familia, de la comunidad o de Dios.

Hoy sí que necesitamos esas palabras de San Juan Pablo II. Palabras que rompen el silencio y la incomunicación. “Ábrete al mundo”, “Ábrete a Dios”, “Ábrete a la fraternidad”. Es una palabra de autoridad que viene de Dios mismo, viene como “un suspiro del cielo”, como una nueva creación.

Pidámosle al Señor que nos fe nos acerquemos a Él dejando abrir de par en par las puertas de nuestro corazón. Que Él rompa las barreras de la incomunicación con Dios y los hermanos, que salgamos nosotros de la marginación que la soledad provoca, salirnos de nuestros esquemas mentales, tener un corazón más comprensivo y misericordioso. Que a través de la Fe reconozcamos que necesitamos la mano de Dios creadora que abra nuestro entendimiento para poder escuchar Su Palabra y poder proclamar con acciones concretas de amor al prójimo. “Ábrete” es la gran lección del evangelio de hoy, que nos presenta a Jesús como el Mesías esperado, que hace oír a los sordos y hablar a los mudos. Amen.

Dios te bendiga,

¡¡¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!!!


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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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