martes, 2 de febrero de 2021

Maria y Jose son ejemplo de obediencia, humildad, generosidad y escucha.

Malaquías 3,1-4

Así dice el Señor: "Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar -dice el Señor de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos."
Palabra de Dios


Salmo 23 "ElSeñor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria"

Hebreos 2,14-18
Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaba la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.
Palabra de Dios


Lucas 2,22-40
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor", y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones."
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel." Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: "Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma."
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Palabra del Senor


En la primera lectura nos dice que el Señor enviará a un mensajero para preparar el camino ante Él. Aun el Señor cumple esta hermosa promesa hasta nuestros días. El continúa  enviando mensajeros como un santo Papá o una santa Mamá, un santo esposo, una santa esposa, un buen amigo, un buen director espiritual, un santo sacerdote. Todos ellos pueden ser mensajeros de Dios que llegan a nuestra vida para que recibamos la buena noticia que Dios nos quiere dar.

Ellos tendrán la tarea de preparar el camino de nuestro corazón para la llegada del Señor. Ese día el Señor entrará al santuario, podríamos asociarlo al santuario de nuestro corazón y nadie podrá resistir porque estaremos de cara a Dios y se revelara la verdad que hay en nuestro corazón y el inmenso amor que nos tiene.  

Y el Señor entró en su Santuario. Es lo que celebramos hoy: Jesús entra en el templo. Y sin embargo, su entrada es humilde y reconocida sólo por unos cuantos humildes. Aparentemente una contradicción con el mensaje tremendo que venía de los profetas: se anunciaba fuego y llegó calidez; se anunciaba juicio y llegó salvación; se anunciaba temor y llegó mansedumbre. ¿Por qué esto?

Jesus no se quiere imponer, por eso llega de una manera tranquila, sin violentar. El más bien quiere despertar nuestra conciencia que está dormida, que nos demos cuenta cuanto nos ama sin medida y que su amor que se ofrece no es correspondido porque estamos distraídos en este mundo. Cuando el ser humano descubre esa hermosa realidad descubrimos que necesitamos conversión, osea volver al corazón de Dios, volver a poner los ojos hacia Dios. Él mismo lo dice  "no he venido por los justos sino por los pecadores". Un corazón convertido, osea conquistado por la fuerza del amor de Dios no vuelve a mirar hacia atrás, se esfuerza para permanecer fiel a Dios.

Uno de los dones que todos hemos recibido en la confirmación es el temor a Dios, que consiste en tener reverencia, respeto a Dios. Este don es muy importante porque nos libera del cinismo, de creernos tan buenos e inmaculados. El don de la mansedumbre nos invita a la reconciliación de nosotros mismos y con el hermano, y a la vez a buscar la obediencia y la pureza. Nos cae bien que Jesus llegue como un fuego porque purifica nuestros sentimientos como también alimenta la llama de la fe, la esperanza y del amor.    

Pidámosle al Señor que nos dé la gracia que salgamos al encuentro con Él, el Rey de la Gloria. El que tenga limpio el corazón podrá ver a Dios y el que ame a su hermano está en la luz y Dios está con él. Aleluya!!!

El evangelio nos trae la escena preciosa de Maria y Jose que van a presentar al Niño Jesus al templo esto es para dar cumplimiento a la ley de Moisés. Esta es la primera enseñanza que nos da Maria y Jose,  la obediencia.

La ley decía que tenían que ofrendar algo, es por eso que Maria y Jose llevan dos tortolas de ofrendas. Esto simboliza la pobreza en que vivían.

En el templo había dos ancianos Ana y Simeón. Simeón era un hombre justo y piadoso que desde su fe esperaba ver al Mesías antes de morir. Así fue, Dios desde su bondad le concedió eso y no solo lo vio sino que dice la lectura que lo tomó en sus brazos y lo bendijo a Dios. Es hermoso que Maria y Jose le permitan a Simeon cargar a Jesús en sus brazos. Ese acto de parte de ellos es de generosidad, Maria y Jose no toman al niño solo para ellos, no son egoístas, sino que comparten esa alegría.  

A pesar de las Palabras de Simeon,  "Mira, este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.", Maria y Jose lo escuchan, no lo maldicen, como tampoco caen en la duda o se ponen a pelear con Dios. Ellos más bien confían en Dios y poco a poco Dios les irá revelando lo que ellos van necesitando saber. Demosle gracias al Señor por el ejemplo de santidad de Maria y Jose y que nos ayude a ser obedientes, humildes, generosos y buenos escuchas como ellos lo fueron.

Hoy en la fiesta de la presentación del Señor a través de Maria y san José me regalas una hermosa catequesis para mi vida cristiana. Maria y Jose son ejemplo de obediencia, humildad, generosidad y escucha. En este día tan especial regálame Señor estas cuatro virtudes, obediencia para atender a tu mensaje, y vivir conforme a lo que tu me pides. Humildad para reconocer cuánto te necesito, que tu eres tan grande y yo tan pequeño, Generosidad para abrir mi corazón y acoger a todos aquellos quienes pones en mi camino y llevarlos hacia ti. El don de la escucha para atender a las inspiraciones de Tu Espíritu Santo, acoger tu mensaje de salvación en el corazón y llevarla a cabo a través de obras concretas de amor. Jesus, Jose y Maria confio en ti, Amen.  

Dios te bendiga,

¡¡¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!!!

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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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