lunes, 15 de febrero de 2021

Lectio Divina

 HAY QUE BUSCAR LA SABIDURÍA

 

Trabajemos para tener el manjar que no se consume: trabajemos en la obra de nuestra salvación. Trabajemos en la viña del Señor, para hacernos merecedores del denario cotidiano. Trabajemos para obtener la sabiduría, ya que ella afirma: Los que trabajan para alcanzarme no pecarán. El campo es el mundo -nos dice aquel que es la Verdad-; cavemos en este campo; en él se halla escondido un tesoro que debemos desenterrar. Tal es la sabiduría, que ha de ser extraída de lo oculto. Todos la buscamos, todos la deseamos.

 

Si queréis preguntar -dice la Escritura-, preguntad; convertíos, retornad. ¿Te preguntas de dónde te has de convertir? Refrena tus deseos, hallamos también escrito. Pero si en mis deseos no encuentro la sabiduría -dices-, ¿dónde la hallaré? Pues mi alma la desea con vehemencia, y no me contento con hallarla, si es que llego a hallarla, sino que echo en mi regazo una medida abundante, bien apretada y bien colmada hasta rebosar. Y esto con razón. Porque, dichoso el hombre que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia. Búscala, pues, mientras puede ser encontrada; invócala, mientras está cerca.

 

¿Quieres saber cuán cerca está? Cerca está la palabra, en tu boca y en tu corazón; sólo a condición de que la busques con un corazón sincero. Así es como encontrarás la sabiduría en tu corazón y tu boca estará llena de inteligencia, pero vigila que esta abundancia de tu boca no se derrame a manera de vómito.

 

Si has hallado la sabiduría has hallado la miel; procura no comerla con exceso, no sea que, harto de ella, la vomites. Come de manera que siempre quedes con hambre. Porque dice la misma sabiduría: El que me come tendrá más hambre de mí. No tengas en mucho lo que has alcanzado; no te consideres harto, no sea que vomites y pierdas así lo que pensabas poseer, por haber dejado de buscar antes de tiempo. Pues no hay que desistir en esta búsqueda y llamada de la sabiduría, mientras pueda ser hallada, mientras esté cerca. De lo contrario, como la miel daña -según dice el Sabio- a los que comen de ella en demasía, así el que se mete a escudriñar la majestad será oprimido por su gloria.

 

Del mismo modo que es dichoso el hombre que encuentra sabiduría, así también es dichoso, o mejor, más dichoso aún, el hombre que es constante en la sabiduría; esto seguramente se refiere a la abundancia de que hemos hablado antes.

 

En estas tres cosas se conocerá que tu boca está llena en abundancia de sabiduría o de prudencia: si confiesas de palabra tu propia iniquidad, si de tu boca sale la acción de gracias y la alabanza y si de ella salen también palabras de edificación. En efecto, creemos con el corazón para obtener la justificación y hacemos con la boca profesión de nuestra fe para alcanzar la salud. Y además, lo primero que hace el justo al hablar es acusarse a sí mismo; y así, lo que debe hacer en segundo lugar es ensalzar a Dios, y en tercer lugar (si a tanto llega la abundancia de su sabiduría) edificar al prójimo.

 

RESPONSORIO    Sb 7, 10. 11; 8, 2

 

R. Amé la sabiduría más que la salud y la hermosura, y decidí que fuera la luz que me alumbrara; * con ella me vinieron a la vez todos los bienes.

V. La amé y la pretendí desde mi juventud y me constituí en el amante de su belleza.

R. Con ella me vinieron a la vez todos los bienes.

 

ORACIÓN.

 

OREMOS,

Oh Dios, has prometido permanecer con los rectos y sinceros de corazón; concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén


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