martes, 21 de julio de 2020

Dios se complace en la misericordia.




Miqueas 7, 14-15. 18-20
Señor, pastorea a tu pueblo con el cayado, a las ovejas de tu heredad, a las que habitan apartadas en la maleza, Pastarán en Basán y Galaad, como en tiempos antiguos; como cuando saliste de Egipto y te mostraba mis prodigios.
¿Qué Dios como tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa al resto de tu heredad? No mantendrá por siempre la ira, pues se complace en la misericordia.
Volverá a compadecerse y extinguirá nuestras culpas, arrojará a lo hondo del mar todos nuestros delitos. Serás fiel a Jacob, piadoso con Abrahán, como juraste a nuestros padres en tiempos remotos.
Palabra de Dios


Hoy la primera lectura con el profeta Miqueas nos dice “ Señor, pastorea a tu pueblo “, y es que Dios no se cansará de ser fiel y de ofrecer su misericordia. Dios es fiel, Él no rompe su alianza, sino que la cumple; porque es compasivo, permanece a favor de su pueblo, aunque el pueblo mismo no haya sido fiel, Él si permanece en su fidelidad. Es decir: es fiel pero sabe comprender, acoger y restaurar a los que no lo son. Wow! Ese es nuestro Dios.

Ahora que sabemos cómo es Dios, porque a veces nos cuesta creerle? Como nos cuesta acercarnos a Él y pedirle perdón? O será más bien que pensamos que no necesitamos pedirle perdón porque nos creemos muy buenos?

Miqueas nos recuerda que la fidelidad de Dios permanece a pesar de la desobediencia de su pueblo. Dios perdona una y otra vez, Dios es justo pero a la vez es misericordioso, Él no nos trata conforme a nuestros pecados. Él es piadoso con cada uno de nosotros porque no quiere que ninguna alma se pierda en el pecado. Recordemos la lectura del domingo pasado donde nos decía que Dios tiene paciencia, El no se da por vencido por ninguno de sus hijos, Él no arranca la cizaña que crece junto a la semilla del trigo porque no quiere que cuando arranquen la cizaña también arranquen el trigo. Que grande es el amor de Dios por cada uno de sus hijos, que paciencia tiene con todos nosotros.

Pidámosle al Espíritu Santo que nos ayude a redescubrir la inmensidad del amor de Dios en nuestra vida, y que también seamos lo suficientemente humildes para reconocer que sin Él no somos nada, que reconozcamos por las veces que le hemos ofendido con palabras, con obras y con actos de omisión, para que nuestra alma al estar hambrienta y necesitada de su perdón acojamos su misericordia que nos ofrece y así poder alcanzar la salvación que nos ofrece.  

Ya meditamos la lectura de cara a la relación entre Dios y yo, ahora, meditemos la misma lectura en relación con mis hermanos.  Como nos falta a nosotros de practicar la fidelidad, fidelidad a nuestras relaciones personales, conyugales, familiares, y por supuesto con Dios. Cómo nos cansamos de hacer el bien. Bien lo decía el mismo Cristo, “ Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas”, Efesios 6:12-13. Estamos viviendo bien, sin problemas, con una vida tranquila y correcta y hay algo en nosotros que nos impulsa hacer lo contrario. Llegan recuerdos pasados, situaciones vividas que nos roban el pensamiento, la tranquilidad, hasta extrañamos nuestra vida pasada. El maligno es un ser espiritual que nos ataca a través de los pensamientos, recuerdos, la memoria y la única manera de ganarle la batalla al mal es rogarle a Dios que sea nuestro refugio, que nos de la templanza para poder permanecer en su amor como también poder desenmascarar el mal que solo trae división y muerte.

Salmo 84" Muéstranos, Señor, tu misericordia"

Mateo 12, 46-50
En aquel tiempo, estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablan con él. Uno se lo avisó: Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo."
Pero él contestó al que le avisaba: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?"
Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre."
Palabra del Señor


Cuando un bebé nace en la familia todos le empiezan a buscar el parecido a la mamá, al papá, a un tío, a la tía, alguna familiar. Y terminan diciendo esta frase “ Como se parece a fulanito “. El bebé va ir creciendo y cuando se hace adulto no importa que tome caminos correctos o no siempre será parte de la familia. Uno no puede decir “ Mi ex - papa, o mi ex- mama, o mi ex-hij@, o mi ex- ti@, o mi ex-herman@ “.

Ser parte de la familia de Dios es así de importante o más importante que la familia de sangre. Nuestra relación no es por un apellido, por lo físico, sino que se nos debe notar con nuestras acciones. Ser de la familia de Cristo no viene de los nacidos de la carne y la sangre. Viene de otra realidad, que enlaza bellamente el texto del evangelio con la primera lectura, pues dice el Señor: "El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mc 3,35). Así como por la obediencia a la voluntad del Padre Cristo es Cristo, por esa obediencia nosotros somos cristianos. El mejor ejemplo y modelo de los cristianos es la Virgen María, ella dijo "He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra" (Lc 1,38).

Bueno, pero nosotros de por sí somos rebeldes, somos desobedientes, nos gusta hacer lo que se nos viene en gana. Es de ahí que la primera lectura nos recuerda que Dios se complace ofreciendo su misericordia. Ser de la familia de Jesús quiere decir que aunque peque y me equivoque una y otra vez,  siempre habrá espacio para mí en la familia de Dios  y al ser su familia soy coheredero de la eternidad.

Mi amado Jesús, gracias por tu fidelidad, una fidelidad que comprende, que acoge y que restaura. Tu me comprendes a profundidad, mi vida, mi historia, mis taras, mis incoherencias. Tu me acoges a pesar de lo que soy, tu corazón no lleva cuentas de mis delitos, en tu corazón no hay odio, rencor, solo amor. Gracias  por querer restaura mi vida, y te pido que sanes mis pensamientos, mis recuerdos y mi memoria porque el mal me ataca por allí, donde soy más débil. No quiero solo ser hacer parte de la familia de Dios sino oler a ti, oler a tu amor, a tu paz, a tu misericordia,  Amén.

Dios te bendiga,

Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!!!

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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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