Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías 31, 31-34
Ya llegan días - oráculo del Señor - en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será un alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor - oráculo del Señor -.
Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días - oráculo del Señor - : Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo:
«Conoced al Señor», pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor - oráculo del Señor -, cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados.
Palabra de Dios
Salmo 109,1.2.3.4 R/. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 14, 12a. 22-25
El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, mientras comían, Jesús tomó pan, y pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
«Tomad, esto es mi cuerpo».
Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo:
«Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».
Palabra del Señor
Hoy el profeta Jeremías nos habla de una alianza que va realizar Yahvé con su pueblo. Es nueva porque la primera se rompió. La rompió el pueblo siendo infiel a la palabra dada porque se fueron detrás de otros dioses y le dieron la espalda a Dios.
Por fortuna Dios no actúa como nosotros, Él no guarda rencor, ni rabia, Él es fiel a su Palabra Él se empeña en acercarse a su pueblo y hacer una nueva alianza. “He aquí que vienen días en que yo pactaré con la casa de Israel y con la casa de Judá una nueva alianza”. El les anuncia que esta nueva alianza será distinta a la primera, la primera fue pactada con ellos a través de Moisés. En esta nueva alianza, Yahvé está decidido a adentrase con más fuerza en el interior de cada miembro del pueblo. “Pondré mi ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo… todos me conocerán del más chico al más grande”.
Recordemos que la antigua alianza era leyes que venían de afuera, las leyes que Dios le dio a Moises, pero esta ley exige un esfuerzo humano y algunos se quedaron en cumplir leyes exteriores para que los vieran, para aparentar que eran muy piadosos pero no había el cambio interior, en su corazón. Además, en esta alianza los sacerdotes eran los encargados de ofrecer los diversos sacrificios a Dios, principalmente de animales. Estas ofrendas podían ser de alabanza, de expiación por los pecados, de acción de gracias. Cuando Cristo llega, Él es la ofrenda, Él es el único sacerdote, y su muerte en la cruz es la ofrenda más grande de amor que pudo haber dado Dios para su pueblo infiel, testarudo, y desagradecido.
Esta historia vuelve una y otra vez se repite. Dios nos ofrece su amor y nosotros lo rechazamos, Dios nos ofrece su presencia en los sacramentos, y nosotros no los valoramos, su presencia lo pasamos por desapercibido. Dios nos ofrece su misericordia y no la aceptamos porque preferimos seguir en la soberbia. Dios nos quiere libres y nos saca de las propias esclavitudes, y nosotros volvemos a las esclavitudes como son los apegos. Pidámosle al Espíritu Santo que nos ayude a reconocer que no somos nada sin Dios y que en Dios está nuestra felicidad.
En el evangelio, las palabras de Jesús “ Esta es mi sangre de la alianza “, significa que toda la humanidad está invitada y acogida por El. Dios y su hijo Jesús no querían dejar a nadie fuera de su amistad, de su alianza. Borró el sacerdocio y todos los sacrificios de la antigua alianza y ofreció al Padre Dios su persona, su vida. Con su sangre, expresión de su amor, selló para siempre la nueva alianza con toda la humanidad. Para que no se nos olvide nunca su pacto de amor con nosotros, en la última cena institucionalizó la eucaristía, para recordarnos cada día su entrega, su amor hacia nosotros. En cada eucaristía, renovamos esta única ofrenda, este único sacrificio de Jesús, nuestro Sumo y Eterno sacerdote: “Tomad, esto es mi cuerpo… Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos”.
Todos los cristianos, los seguidores de Jesús, participamos de su único sacerdocio. Unos participamos del sacerdocio ministerial y otros del sacerdocio común. Lo que nos toca es imitar al único y eterno Jesucristo. Entregando también nosotros nuestra vida a favor de nuestro hermanos. ¡Que el Señor, nos ayude a cada uno, a vivir el sacerdocio que él nos ha regalado!
Mi amado Jesús, hoy especialmente necesito tu gracia para tener tus mismos sentimientos, humildad, compasión, adoración y agradecimiento al Dios Padre. Que la fuerza de tu Santo Espíritu me ilumine para que reconozca mis errores, que me arrepienta de ello y que tenga la voluntad para enmendar el mal que he ocasionado. Necesito estar unid@ a ti para que muriendo místicamente en la cruz, pueda decir como Pablo “ Estoy crucificado con Cristo”. Asi como tu moriste por mí, necesito morir a mi mismo para que Tú reines en mi. La mejor manera de amarte es siendo obediente y quiero hacerlo por ti y por mi, Amen.
Dios te bendiga,
¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!
†
Que la
paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en
el mio...
Sandra Yudy Zapata Escudero
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