miércoles, 7 de julio de 2021

Jesús nos envía y nosotros debemos ser obedientes a este llamado. Con la caridad nos hacemos cercanos al otro y la pobreza nos hace creíbles. Obediencia, caridad y pobreza, signos visibles de la presencia de Jesus en nuestras vidas!


 Jesús nos envía y nosotros debemos ser obedientes a este llamado. Con la caridad nos hacemos cercanos al otro y la pobreza nos hace creíbles. Obediencia, caridad y pobreza, signos visibles de la presencia de Jesus en nuestras vidas!


Primera lectura
Lectura del libro del Génesis 41,55-57;42,5-7.17-24a:
En aquellos días, llegó el hambre a todo Egipto y el pueblo reclamaba pan al Faraón, y este decía a los egipcios:
«Id a José y haced lo que él os diga».
El hambre se extendió a toda la tierra, y José abrió los graneros y repartió raciones a los egipcios, mientras arreciaba el hambre en Egipto.
De todos los países venían a Egipto a comprarle a José, porque el hambre arreciaba en toda la tierra.
Los hijos de Jacob fueron a Egipto a comprar grano junto con otros grupos, pues había hambre en la tierra de Canaán.
José mandaba en el país y distribuía las raciones a todo el mundo.
Vinieron, pues, los hermanos de José y se postraron ante él, rostro en tierra. Al ver a sus hermanos José los reconoció, pero él no se dio a conocer, sino que les habló duramente:
Y los hizo detener durante tres días.
Al tercer día, José les dijo:
«Yo temo a Dios, por eso haréis lo siguiente, y salvaréis la vida: si sois honrados, uno de vosotros quedará bajo custodia en la casa donde estáis detenidos y los demás irán a llevar el grano a sus familias hambrientas. Después me traeréis a vuestro hermano menor; así probaréis que habéis dicho la verdad y no moriréis».
Ellos aceptaron, y se decían:
«Estamos pagando el delito contra nuestro hermano, cuando le veíamos suplicarnos angustiado y no le hicimos caso; por eso nos sucede esta desgracia».
Intervino Rubén:
«¿No os lo decía yo: "No pequéis contra el muchacho", y vosotros no me hicisteis caso? Ahora nos piden cuentas de su sangre».
Ellos no sabían que José les entendía, pues había usado intérprete. Él se retiró y lloró.
Palabra de Dios


Esta primera lectura nos enseña la capacidad de perdón y de misericordia que tiene Jose hacia sus hermanos.  José no se identifica ante sus hermanos, ellos no le reconocen. Pero llora por la ocasión que se le brinda, después de tanto sufrimiento, decide ayudar a quienes le vendieron y lo alejaron de su padre, de su tierra, de su hermano pequeño. No hay en él reacción de venganza. Por el contrario, él, el vendido por sus hermanos, a quien acuden suplicantes para tener qué comer, para poder vivir, responde con lágrimas por la oportunidad que se le brinda de poder ayudarlos; y de poder ver a su hermano pequeño, Benjamín.

Una de las cosas que personalmente he vivido es como Dios actúa desde su sabiduría para que podamos hacer la reparación ya sea de nuestras faltas cometidas hacia otros o de las faltas que hayan sido causadas por otros en nosotros. Eso fue lo que le sucedió a Jose.

Sus hermanos no se imaginaron que su hermano Jose, a quien ellos lo habían vendido sería quien les va ayudar en este momento de hambre. En Jose no hay rencor, más bien dolor del error de parte de sus hermanos. La lectura nos dice que Jose reconoce el temor a Dios. Aunque Jose textualmente no habla de la misericordia de Dios fácilmente si la experimento, porque Él actuó conforme a la misericordia que Dios tuvo con Él. Por eso nos dice “ José se retiró y lloró; después volvió a ellos”.

Pidámosle al Señor que nos dé la gracia de un corazón como el de Jose, que no guarda resentimientos, que más bien perdona y ayuda a quien le hizo el agravio. El perdón nos libera, nos pone en movimiento, nos amplía el corazón para acoger a quienes lo necesitan viviendo una comunión fraterna con Dios y con el hermano.

Salmo 32,2-3.10-11.18-19 R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10,1-7
En aquel tiempo, Jesús, llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón el de Caná, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
«No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel.
Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos».
Palabra del Señor


Hoy el evangelio tiene un mensaje de discipulado. Jesus llama a los doce y les da el poder. El poder para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. Jesús antes de entregarle esta misión los capacitó, invistiendolos con el poder que viene de lo alto, osea con el poder del Espíritu Santo.

Te has preguntado ¿Cuál es el poder que Jesús les confiere para esa misión imposible? Tendríamos que releer todo el evangelio y la misma vida para reconocerlo.

Descubrimos indicios como éstos:
Amar a nuestro enemigo, al que piensa diferente de mí, al distinto, al necesitado, sin jamás usar la venganza o la revancha contra de ellos; sino usando el potente recurso de poner la otra mejilla.
Construir puentes y derribar muros, no darle paso al odio, al rencor, al resentimiento.
Amar desde la libertad, sin amarrarse a personas, a estructuras, a posesiones, a ideologías, a países, a razas o color, a religiones, a costumbres.
Vivir en austeridad, en humildad, en la sencillez.
Vivir el perdón, el instrumento más eficaz y seguro para desarmar la obstinada violencia.
Vivir cada día con esperanza y alegría.
Vivir la generosidad, porque hay más alegría en dar que en recibir.  
Ser mensajeros de las buenas noticias llevando la fuerza de la fe y de la esperanza, capaces de poner luz y mover corazones duros y obstinados.
Vivir cada dia con la confianza que no estamos solos
Vivir la mansedumbre, de la cordialidad, de la mirada pacificada, de la ternura capaz de seducir y conquistar lo más árido de una persona y transformarla.

Estos son los poderes que Jesús nos dejó. A nosotros nos toca descubrir cuáles son los ‘espíritus inmundos’ de nuestra época, cuáles son los que aún tenemos, aquellos que conducen a la prepotencia, el egoísmo y la marginación. Jesús lanzó a los discípulos a conquistar el mundo con estos poderes. Con los mismos instrumentos, no con otros, hoy lo podemos hacer nosotros. La obediencia nos envía, la caridad nos hace cercanos y la pobreza nos hará creíbles.

Jesús me has dado el poder del perdón, de amar desde la libertad y hasta nuestro enemigo, tú me has dado el poder vivir en austeridad, de vivir cada dia con esperanza y alegría, el poder de vivir la generosidad, el poder de llevar la fe, la esperanza y el amor para transformar el mundo, el poder vivir cada dia desde la confianza y la mansedumbre, dame la gracia que solo da el Espíritu Santo para poder llevar a cabo tu misión en este mundo. Que desde mi obediencia acepte este llamado, que viva la caridad para acercarme al otro y la pobreza que es depender solo de ti para que me haga creíble a los demás. Estos tres signos visibles testifican Tu presencia en mi vida, Amen.

Dios te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!

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