martes, 1 de octubre de 2019

A veces somos como los globos hinchados por el orgullo y cualquier humillación nos hace estallar.


Zacarías 8,20-23
Así dice el Señor de los ejércitos: "Todavía vendrán pueblos y vecinos de ciudades populosas; los de una ciudad irán a los de otra y les dirán: "Vamos a aplacar al Señor." "Yo voy contigo a visitar al Señor de los ejércitos." Así vendrán pueblos numerosos y naciones poderosas a visitar al Señor de los ejércitos en Jerusalén y a aplacar al Señor. Así dice el Señor de los ejércitos: En aquellos días, diez hombres de cada lengua extranjera agarrarán a un judío por la orla del manto y le dirán: "Vamos con vosotros, pues hemos oído que Dios está con vosotros.""
Palabra de Dios


Salmo 86 " Dios está con nosotros"

Lucas 9,51-56
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: "Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?" Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.
Palabra de Dios


En estos días hemos escuchado las primeras lecturas de Esdras, Ageo y ahora Zacarias donde nos narran como sufrio el pueblo judío a partir del destierro. En el año 587 a. C. Fueron llevados cautivos a Babilonia, por Nabucodonosor, que se sació humillando a Jerusalén y devastando el templo. Como sabemos, fue el acontecimiento más espantoso que pudiera imaginarse en el contexto de la solemne alianza que Dios había sellado con su pueblo. Aparentemente esto marcaba el final de todo. Mas quedó un "pequeño resto", que regresó a Palestina. Sin demasiado entusiasmo, y después de la pavorosa humillación de Babilonia, los judíos, ya habían perdido las esperanzas como para levantar ruinas.

Cuando uno lee estas lecturas podemos darnos cuenta que las mismas frustraciones, tristezas, sufrimientos que padeció el ser humano antes de la llegada de Cristo y luego de la llegada de Cristo continua.  Hay un opresor que puede ser una persona, o una situación o hasta nosotros mismos. Si la opresión llega es por medio de una persona o por una situación que viene de afuera, ora por eso, y pidele a Dios que te ayude a encontrar la mejor decisión para resolver esa situacion que estas viviendo. Pero también nosotros podemos llegar a ser esclavos de nosotros mismos cuando vivimos en amargura, en el chisme, en la envidia, cuando tenemos un autoestima baja. Hoy El Señor nos dice que está con nosotros, que sufre con nosotros, que entiende nuestro dolor, que no perdamos la esperanza. Él nos dice que tengamos confianza porque es capaz de reconstruir la ruina de nuestra vida, de nuestro corazón. Como decía Santa Teresita del Niño Jesús con respecto a la confianza “ Mi alegría es cumplir siempre la Santa voluntad de mi Jesus, mi unico y solo amor . Así vivo sin miedo, amo e igual manera el día y la noche. “

Hoy el evangelio nos enseña que cuando no hay paz en el corazón no se puede comunicar la buena noticia porque el antitestimonio frena la evangelización.  

Una de las cosas que siempre se tiene en la mira es aquellos líderes, las cabezas visibles de la iglesia, los evangelizadores de la Palabra. No podemos oiganme bien  no podemos equivocarnos en nada porque si lo hacemos nos caen encima. Yo siempre he dicho, debemos orar unos por otros y especialmente por los sacerdotes, los religiosos, y los servidores de la Iglesia porque al ser las cabezas visibles de la iglesia pueden escandalizar a algunos. Además si fácilmente caemos en errores que no sea por causa del orgullo y de la soberbia.
La caridad interior nos lleva a la comunión y la caridad exterior nos lleva a la misión. Por eso debemos ser lentos para hablar y ágiles para escuchar. Algunos están tan llenos de soberbia, con solo verlos ya se les nota, en sus gestos, sus acciones, evitan ciertas personas y conversaciones. Pero cuando se sienten humillados entonces estallan. Hoy lo vemos con los discípulos de Jesús. Santiago y Juan se sienten humillados al no ser bien recibidos en Samaria y fue aquí que ellos le dicen a Jesús  "Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?". Fue por eso que Jesús los regañó, porque sabia muy bien cual era sus intenciones.
Claro que hay que pedir fuego que baje de cielo no para destruir sino para transformar los corazones, ese fuego de Pentecostés. Pidámosle al Buen Dios que el sacerdote tenga fuego en sus palabras, que invite a la conversión, al perdón, al amor. Que nuestras palabras sea para edificar y no para destruir, para dar ánimo y no para humillar.

Señor Jesús, hoy quiero que hagas una cirugía de corazón abierto para que remuevas y cambies todo aquello que me hace tanto daño y que también hace daño a los que amo.  Dame la gracia de Tu paz que solo puedes darnos y la serenidad de aceptar mi realidad aunque sea muy dura. Dispongo mi corazón a Ti y haz lo que quieras con el, porque Tu  fuego purifica mi corazón , ilumina mi mente y sana mi cuerpo y me muestras el camino y la búsqueda de los bienes del cielo, Amén.

Dios te bendiga,

Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!!!!




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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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