1 Samuel 1, 1-8
Había un hombre sufita oriundo de Ramá, en la serranía de Efraím, llamado Elcaná, hijo de Yeroján, hijo de Elihú, hijo de Toju, hijo de Suf, efraimita. Tenía dos mujeres: una se llamaba Ana y la otra Fenina; Fenina tenía hijos, y Ana no los tenía. Aquel hombre solía subir todos los años desde su pueblo para adorar y ofrecer sacrificios al Señor de los ejércitos en Siló, donde estaban de sacerdotes del Señor los dos hijos de Elí, Jofní y Finés.
Llegado el día de ofrecer el sacrificio, repartía raciones a su mujer Fenina para sus hijos e hijas, mientras que a Ana le daba sólo una ración; y eso que la quería, pero el Señor la había hecho estéril. Su rival la insultaba, ensañándose con ella para mortificarla, porque el Señor la había hecho estéril. Así hacía año tras año; siempre que subían al templo del Señor, solía insultarla así.
Una vez Ana lloraba y no comía. Y Elcaná, su marido, le dijo: "Ana, ¿por qué lloras y no comes?, ¿por qué te afliges? ¿No te valgo yo más que diez hijos?"
Palabra de Dios
En esta primera lectura vemos la actitud de estas dos mujeres. Hay un conflicto entre ellas, una humilla a la otra por algo de lo que no es culpable, su esterilidad. Peninná tenía hijos y Ana era estéril. La fortaleza de Peninná podríamos decir que ella si tenía hijos y su prepotencia por sentirse fuerte humilla a Ana. Ana por el contrario se siente débil al ser estéril,se siente humillada y su necesidad la llevan a orar. Mientras Ana está cerca de Dios a través de la oración, Peninná no siente la necesidad de hacerlo y por su lejanía de Dios no se compadece con los necesitados, su corazón está duro frente al dolor de Ana.
Estas dos actitudes nos enseña que cuando cuando nos sentimos fuertes por nosotros mismos es porque el orgullo está dominado nuestro corazón y al sacar a Dios de nuestras vidas, nuestro corazón se vuelve duro, insensato, y nos volvemos crueles con los demás. Cuando nos sentimos débiles y nuestro corazón tiene una actitud de humildad, esa necesidad nos lleva a buscar a Dios a través de la oración y tener un acto de piedad con los necesitados.
Salmo 115 " Te ofreceré, Señor, / un sacrificio de alabanza "
Marcos 1, 14-20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: "Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios; convertíos y creed la Buena Noticia".
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: "Venid conmigo y os haré pescadores de hombres".
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo del Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
Palabra del Señor
Ayer celebramos el bautismo del Señor y con El terminamos la Navidad. Recordemos la primera lectura del dia de ayer que nos decía “ mirad a mi siervo “, el siervo de Dios es Jesucristo porque en Él se cumple la voluntad de Dios. Mirar a Cristo es poner nuestros sueños, planes, proyectos y anhelos en El. Aprender de Cristo es llevar a la práctica con nuestra vida lo que hemos aprendido.
Más allá de la importancia del bautismo de Jesús, es cuando comienza el ministerio de Jesús. Recordemos que Juan Bautista se caracteriza porque el anuncia al Mesías e invita a la conversión pero esto se ve truncado cuando el es encarcelado; esa es la señal para que Jesús comience con su ministerio. Jesús es consciente que no se puede callar o apagar el mensaje de Dios y es ahí donde Jesús descubre que ya es el momento para salir.
Después de que Jesús descubre que es el momento, comienza el anuncio del evangelio y esto significa que Dios Reina y Dios es el rey.
El tercer momento es cuando Jesús llama a los discípulos, porque el evangelio no es un encuentro en solitario, es un encuentro personal con la gracia divina y este va creciendo y fortaleciendo cuando se vive en comunidad. Esa es la razón por lo que Jesús llama a sus primeros discípulos. Pidámosle al Señor que nos dejemos educar y enseñar de Él, que es nuestro verdadero maestro.
Señor Jesús, hay dos actitudes que muchas veces nos rodea nuestro corazón, la fortaleza sin ti y la debilidad. La fortaleza sin ti es necedad porque es el ego que tiene apoderado nuestro corazón y termina actuando desde la crueldad. La debilidad es reconocer nuestra limitación y si te busco en la oración encontrare consuelo y serenidad. Danos la gracia de mirarte desde nuestras debilidades para poder aprender de ti y llevar a la práctica todo lo que tu nos quieres enseñar porque solo Tu eres el verdadero maestro, mi rey y Señor de mi vida, Amén.
Dios te bendiga,
Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!!!
† Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
Sandra Yudy Zapata Escudero
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