martes, 17 de noviembre de 2020

Dios no quiere que haya división en nuestro corazón. La tibieza es amor que no se decide


Apocalipsis 3, 1-6.14-22
Yo, Juan, oí cómo el Señor me decía:
«Al ángel de la Iglesia de Sardes escribe así:
"Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Ponte en vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir. Pues no he encontrado tus obras perfectas a los ojos de mi Dios. Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Ahí en Sardes tienes unos cuantos que no han manchado su ropa; ésos irán conmigo vestidos de blanco, pues se lo merecen.
El que salga vencedor se vestirá todo de blanco, y no borraré su nombre del libro de la vida, pues ante mi Padre y ante sus ángeles reconoceré su nombre. Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu las Iglesias."
Al ángel de la Iglesia de Laodicea escribe así:
"Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios: Conozco tus obras, y no eres frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca. Tú dices: 'Soy rico, tengo reservas y nada me alta'. Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro refinado en el fuego, y así serás rico; y un vestido blanco, para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver.
A los que yo amo los reprendo y los corrijo. Sé ferviente y arrepiéntete. Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.
Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él. Quien tenga oídos, oiga lo que el Espíritu a las Iglesias." »
Palabra de Dios


Salmo 14 " Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí"

Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
-«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.»
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:
-«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor:
-«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»
Jesús le contestó:
-«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»
Palabra del Señor


En la primera lectura escuchamos que a la iglesia de Laodicea se le dirigen duras palabras: "eres sólo tibio; ni caliente ni frío. Por eso voy a vomitarte de mi boca" (Ap 3,16). Estas mismas palabras nos deberían resonar a cada uno de nosotros, “ Eres solo tibio, ni caliente ni frío “. ¿Eres tibio a que se refiere?

Podríamos interpretar que el caliente es quien arde de amor de Dios y el frío es quien está alejado u odia a Dios. O también es como decir tu haces parte de los buenos o haces parte del grupo de los malos. Podremos encontrar varios significados de esto pero en la lectura la tibieza se está refiriendo cuando el corazón no se decide, cuando el corazón está dividido y  esto es propio de las almas infieles. La tibieza es amor que no se decide y es por eso que es detestable ante Dios.

En el evangelio notemos que vemos a un hombre como Zaqueo que por ser bajo de estatura se sube a un árbol para ser visto por Jesus. Pero quién es Zaqueo?  era el jefe de los publicanos y rico. Es interesante que Zaqueo a pesar de posición ante la sociedad se interesa por subirse a la higuera para ver a Jesus. Pero antes que lo hiciera Jesús ya lo había visto. Dice la lectura que cuando Jesus le dice “ Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa “, Zaqueo de inmediato bajó y lo recibió contento. Podríamos decir que a Zaqueo algo lo impulsó a subirse a la higuera, posiblemente la curiosidad, o hasta el mismo Espíritu de Dios lo inspiró para que lo hiciera.  Jesús al verlo tiene el poder en sus palabras para que Zaqueo se ponga en movimiento. El pasar Jesus por su vida no lo dejo en la misma posición, así debe suceder con nosotros. Zaqueo por ejemplo reconoce su falla y por eso dice “ Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más “.   Zaqueo no es una buena persona, pero aprovecha ese momento con Jesús. Los ojos de Zaqueo buscaban a Jesús, y su corazón deseaba conocerle. También una vida muy mala puede ser ocasión para una gracia muy grande.

El pasaje de Zaqueo nos enseña otra cosa: la relación entre el amor y la alegría. Zaqueo recibe la visita de Jesús como un maravilloso regalo; una prenda de amor tanto más bella cuanto menos merecida. Por eso su alegría ante Jesús es inmensa. Si pensamos en nuestras tibiezas ante el sacramento eucarístico, sea como sacerdotes, religiosos o bautizados, podremos descubrir en nuestra falta de alegría y de fervor una falta también de amor. Ni la disciplina ni la observancia puntual de las normas puede reemplazar esta falta de amor. Hemos de pedirla al Dueño de vidas y corazones, único que puede bendecir con renovada gracia nuestras almas.

Mi amado Jesús, mi corazón está tibio porque está dividido, porque aún en él hay dudas y mi indecisión hace que no pueda acogerte con todo el amor que debería.  Me he montado en la silla del orgullo, la vanidad, la autosuficiencia y tú aun me sigues llamando desde abajo porque quieres tener un encuentro personal y amoroso conmigo. Con tus dulces palabras hoy me dices que hay una relación entre el amor y la alegría. Tu eres el mejor regalo que ha podido llegar a mi vida, la prenda de amor más bella y menos valorada. Que alegría saber que me amas, y que te haces pequeño en la Eucaristía para entrar en mi. Dame la gracia de renovar la gracia que me ofreces a través de los sacramentos, esa gracia que necesita mi alma, Amén.

Dios te bendiga,

¡¡¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!!!



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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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