domingo, 15 de abril de 2018

Tercer Domingo de Pascua

Otra Pascua, ¿y qué? Ya van tres semanas después de la celebración de la Vigilia Pascual y todavía nos quedan 5 semanas más del tiempo litúrgico más largo del año.

En el boletín parroquial de esta semana, mi párroco (P. Bill Champlin) nos propone reflexionar acerca de lo que significa ser gente pascual. Creo que el asunto es más bien importante. A la luz de los últimos acontecimientos en el mundo, podríamos decir que la experiencia pascual está constantemente amenazada: incredulidad, divisiones, violencia, particularmente la guerra, sólo por nombrar algunas. Entonces es esencial que volvamos al fundamento de la Resurrección de Jesús para caer en la cuenta que la Pascua no es una bonita ceremonia que celebramos un domingo del año sino el centro de toda vida y experiencia cristiana.

La persecución y la violencia rodeaban los discípulos. Al contrario de lo que podemos pensar, ellos no organizaron una fiesta para celebrar la resurrección de Jesús, más bien el miedo y la confusión eran los sentimientos comunes después de la crucifixión del Maestro. Entonces la presencia de Jesús resucitado en medio de ellos es la oportunidad para ver y entender sus vidas más allá del miedo. Jesús se aparece a los discípulos para abrirles las mentes y poder entender las Escrituras como el testimonio del plan de Salvación de Dios que se completa con el misterio de la Cruz de Jesús.

A la luz de esta nueva comprensión de las Escrituras, los discípulos pudieron comprender tres cosas.

Primero, que la muerte de Jesús no fue simplemente un acto de violencia sino un ofrecimiento generoso de su vida por la salvación de la humanidad. Aunque no se puede negar la crueldad de la crucifixión, Jesús mismo dijo que es su elección entregar la vida por el Reino de Dios (cf. Mt 20:28; Jn 12:24; 18:11). Esta convicción no sólo ayuda a mitigar el dolor de la pérdida del Maestro, sino que los empuja a continuar con el mandamiento de Jesús de predicar el evangelio sin miedo y sin demora.

Segundo, que la experiencia de la resurrección es el poder de la vida divina que actúa de adentro hacia afuera, transformando el miedo en coraje, la confusión en claridad y la muerte en vida. De la misma manera como los discípulos recibieron la vocación como un regalo de Jesús, su resurrección también fue un regalo de Dios. Ahora, esa fuerza los empodera para ver la acción de la nueva vida divina en lo ordinario de sus vidas, y para ver la tragedia de la cruz como una bendición.

Tercero, que la experiencia de la resurrección es tan fuerte que no se puede más que compartirla con otros. Es como cuando algo extraordinario te pasa y no te puedes quedar callado sino que corres a contarlo a todos. Los discípulos son enviados a predicar a todo el mundo que Jesús está vivo y que por su resurrección trae el perdón de los pecados, o sea una nueva oportunidad para ser mejor. Esta predicación no viene de un estudio o de una teoría aprendida sino de una experiencia, la experiencia del encuentro personal con Jesús resucitado. Esto es lo que los apóstoles predicaron.

La celebración dominical durante todo el año es la celebración de este misterio. Los cristianos nos reunimos cada semana para celebrar la muerte y la resurrección de Jesús por nuestra salvación. Nos reunimos para entender y experimentar el poder de esta nueva vida y para recibir la fuerza necesaria para inundar el mundo con este gozo pascual, predicando el evangelio y estableciendo el reinado de Dios. Esto es lo que significa ser gente pascual.

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