De los Sermones de san Máximo de Turín, obispo
(Sermón 100, Sobre la sagrada Epifanía, 1, 3: CCL 23, 398-400)
LOS MISTERIOS DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
El Evangelio nos explica que el Señor fue al río Jordán para ser bautizado en él, y que allí quiso ser consagrado con celestiales misterios.
No sin razón celebramos esta festividad después del día de Navidad - aunque ambos hechos están separados por varios años-, ya que en cierto modo también esta fiesta viene a ser como un nacimiento.
El día de Navidad nació para los hombres, hoy renace por los sagrados misterios; entonces fue dado a luz por la Virgen, hoy es engendrado por obra de unos signos celestiales. Al nacer según la naturaleza humana, su madre María lo abrazó en su seno; ahora, al ser engendrado místicamente, es como si Dios Padre lo abrazara afectuosamente con aquella voz: Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias, escuchadlo. María mece suavemente al recién nacido en sus rodillas, el Padre atestigua con su voz su afecto para con su Hijo; la madre lo ofrece a los magos para que lo adoren, el Padre lo da a conocer a todos los hombres para que le rindan culto.
Así, pues, el Señor Jesús viene para ser bautizado y quiere que su cuerpo santo sea lavado en las aguas del Jordán.
Alguien dirá quizás: «Si era santo, ¿por qué quiso ser bautizado?» Escucha, pues, lo siguiente: Cristo es bautizado no para ser él santificado por las aguas, sino para que las aguas sean santificadas por él, y para purificarlas con el contacto de su cuerpo. Más que de una consagración de Cristo, se trata de una consagración de la materia del bautismo.
Desde el momento en que Cristo se sumerge en el agua, toda ella queda limpia con miras a nuestro bautis-mo, y es purificada la fuente para que los pueblos venideros puedan recibir la gracia bautismal. Cristo, pues, marcha él primero al bautismo, para que los cristianos sigan confiadamente tras él.
En esto entreveo yo un significado misterioso: también la columna de fuego iba por delante en el mar Rojo,para que los israelitas siguieran decididamente tras ella; ella penetró la primera en las aguas para preparar el camino a los que irían en pos de ella. Este hecho, como dice el Apóstol, era un símbolo del bautismo. Y fue ya en cierto modo como un bautismo en el que los hombres eran cubiertos por la nube y llevados por las aguas.
Todo ello es obra de Cristo el Señor, pues era él quien precedía entonces en el mar a los israelitas, en la columna de fuego, y es él quien precede ahora al pueblo cristiano en el bautismo, en la columna de su cuerpo. La misma columna que entonces iluminaba los pasos de los que la seguían proporciona ahora su luz a los corazones de los creyentes; entonces abrió en medio de las olas un camino firme, ahora, en el baño bautismal, robustece los pasos del creyente.
RESPONSORIO Jn 1, 29; Is 53, 11
R. Juan Bautista vio a Jesús que venía hacia él y exclamó: * «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.»
V. Él justificará a muchos, porque cargó sobre sí los crímenes de ellos.
R. Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
ORACIÓN.
OREMOS,
Te pedimos, Dios todopoderoso, que el nacimiento del Salvador del mundo, manifestado a los magos por una estrella, sea comprendido por nuestras mentes cada vez con mayor profundidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
viernes, 11 de enero de 2019
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