domingo, 13 de enero de 2019

Lectio Divina

EL BAUTISMO DE CRISTO
Cristo es iluminado: dejémonos iluminar junto con él; Cristo se hace bautizar:
descendamos al mismo tiempo que él, para ascender con él.
Juan está bautizando, y Cristo se acerca; tal vez para santificar al mismo por quien va a
ser bautizado; y sin duda para sepultar en las aguas a todo el viejo Adán, santificando el
Jordán antes de nosotros y por nuestra causa; y así, el Señor, que era espíritu y carne, nos
consagra mediante el Espíritu y el agua.
Juan se niega, Jesús insiste. Entonces: Soy yo el que necesito que tú me bautices, le
dice la lámpara al Sol, la voz a la Palabra, el amigo al Esposo, el mayor entre los nacidos
de mujer al Primogénito de toda la creación, el que había saltado de júbilo en el seno
materno al que había sido ya adorado cuando estaba en él, el que era y habría de ser
precursor al que se había manifestado y se manifestará. Soy yo el que necesito que tú me
bautices; y podría haber añadido: «Por tu causa.» Pues sabía muy bien que habría de ser
bautizado con el martirio; o que, como a Pedro, no sólo le lavarían los pies.
Pero Jesús, por su parte, asciende también de las aguas; pues se lleva consigo hacia lo
alto al mundo, y mira cómo se abren de par en par los cielos que Adán había hecho que
se cerraran para sí y para su posteridad, del mismo modo que se había cerrado el paraíso
con la espada de fuego.
También el Espíritu da testimonio de la divinidad, acudiendo en favor de quien es su
semejante; y la voz desciende del cielo, pues del cielo procede precisamente Aquel de
quien se daba testimonio; del mismo modo que la paloma, aparecida en forma visible,
honra el cuerpo de Cristo, que por deificación era también Dios. Así también, muchos
siglos antes, la paloma había anunciado el fin del diluvio.
Honremos hoy nosotros, por nuestra parte, el bautismo de Cristo, y celebremos con
toda honestidad su fiesta.
Ojalá que estéis ya purificados, y os purifiquéis de nuevo. Nada hay que agrade tanto a
Dios como el arrepentimiento y la salvación del hombre, en cuyo beneficio se han
pronunciado todas las palabras y revelado todos los misterios; para que, como astros en el
firmamento, os convirtáis en una fuerza vivificadora para el resto de los hombres; y los
esplendores de aquella luz que brilla en el cielo os hagan resplandecer, como lumbreras
perfectas; junto a su inmensa luz, iluminados con más pureza y claridad por la Trinidad,
cuyo único rayo, brotado de la única Deidad, habéis recibido inicialmente en Cristo Jesús,
Señor nuestro, a quien le sean dados la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Déjate iluminar para que puedas iluminar a otros con la Luz de Dios.

  Déjate iluminar para que puedas iluminar a otros con la Luz de Dios. Primera lectura Comienzo de la segunda carta del apóstol san Pablo a ...