martes, 8 de enero de 2019

Lectio Divina

Del Sermón en la santa Teofanía, atribuido a san Hipólito, presbítero
(Núms. 2. 6-8.10: PG 10, 854. 858-859. 862)
 
EL AGUA Y EL ESPÍRITU
 
Jesús fue a donde Juan y recibió de él el bautismo. Cosa realmente admirable. La
corriente inextinguible que alegra la ciudad de Dios es lavada con un poco de agua. La
fuente inalcanzable, que hace germinar la vida para todos los hombres y que nunca se
agota, se sumerge en unas aguas pequeñas y temporales.
El que se halla presente en todas partes y jamás se ausenta, el que es incomprensible
para los ángeles y está lejos de las miradas de los hombres, se acercó al bautismo cuando
él quiso. Se abrió el cielo, y vino una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo, el amado,
mi predilecto.»

El amado produce amor, y la luz inmaterial genera una luz inaccesible: «Éste es el que
se llamó hijo de José, es mi Unigénito según la esencia divina.»

Este es mi Hijo, el amado: aquel que pasó hambre, y dio de comer a innumerables
multitudes; que trabajaba, y confortaba a los que trabajaban; que no tenía dónde reclinar
su cabeza, y lo había creado todo con su mano; que padeció, y curaba todos los
padecimientos; que recibió bofetadas, y dio al mundo la libertad; que fue herido en el
costado, y curó el costado de Adán.

Pero prestadme cuidadosamente atención: quiero acudir a la fuente de la vida, quiero
contemplar esa fuente medicinal.

El Padre de la inmortalidad envió al mundo a su Hijo, Palabra inmortal, que vino a los
hombres para lavarlos con el agua y el Espíritu: y, para regenerarnos con la
incorruptibilidad del alma y del cuerpo, insufló en nosotros el espíritu de vida y nos vistió
con una armadura incorruptible.

Si, pues, el hombre ha sido hecho inmortal, también será dios. Y si se ve hecho dios por
la regeneración del baño del bautismo, en virtud del agua y del Espíritu Santo, resulta
también que después de la resurrección de entre los muertos será coheredero de Cristo.
Por lo cual, grito con voz de pregonero: Venid, las tribus todas de las gentes, al
bautismo de la inmortalidad. Ésta es el agua unida con el Espíritu, con la que se riega el
paraíso, se fecunda la tierra, las plantas crecen, los animales se multiplican; y, en
definitiva, el agua por la que el hombre regenerado se vivifica, con la que Cristo fue
bautizado, sobre la que descendió el Espíritu Santo en forma de paloma.

Y el que desciende con fe a este baño de regeneración renuncia al diablo y se entrega a
Cristo, reniega del enemigo y confiesa que Cristo es Dios, se libra de la esclavitud y se
reviste de la adopción, y vuelve del bautismo tan espléndido como el sol, fulgurante de
rayos de justicia; y, lo que es el máximo don, se convierte en hijo de Dios y coheredero de
Cristo.

A él la gloria y el poder, junto con el Espíritu Santo, bueno y vivificante, ahora y
siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Responsorio Jn 1, 32. 34. 33

R. Vi al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma y posarse sobre él; * y, después
que lo he visto, testifico que es el Hijo de Dios.
V. El que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquel sobre quien veas descender el
Espíritu y posarse sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.»
R. Y, después que lo he visto, testifico que es el Hijo de Dios.

Oración

Oremos:
Señor, Dios nuestro, cuyo Hijo se manifestó en la realidad de nuestra carne, concédenos
poder transformarnos interiormente a imagen de aquel que hemos conocido semejante a
nosotros en su humanidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.

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