Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: "Tu eres mi esclavo (Israel), de quien estoy orgulloso".
Mientras yo pensaba: "En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas", en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios.
Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel, -tanto me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza-. Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel: te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.
Palabra de Dios
Ayer decíamos que el Señor presenta a su Hijo Jesucristo como el siervo, Él es el elegido para llevar el anuncio de Dios a todas las naciones y anunciar la paz. El no amenaza, no castiga, sostiene lo que se está cayendo y levantará al caído. Dios siempre muestra su misericordia y nos invita a gozar de ella, aunque no la merezcamos demasiado. Así como Dios llama a su hijo para darle una misión, Dios espera que de parte de nosotros haya disponibilidad para llevar a cabo su plan a través de nosotros.
Isaias más adelante levantará un canto al Siervo quién será el instrumento de glorificación. Dios pone en su siervo el poder para llevar de nuevo al redil a todo el pueblo, incluso desde las islas lejanas.
Dios habla a Isaías y a través de él a todos los que hemos conocido la salvación. El profeta dejó su mensaje y murió; nosotros tenemos que recoger ese mensaje y ayudar a llevarlo hasta las islas lejanas, por ejemplo a nuestros hogares que son las primeras comunidades. No es un mensaje que se dio y ahí se terminó, sino un mensaje que debe continuar su camino por medio de nosotros. Somos luz de las naciones, -al menos debemos serlo- y la gloria de Dios caminará de nuestra mano y seguirá viviendo, o nos callaremos, acabará en nosotros el mensaje, morirá en nosotros su luz, y en la nueva Jerusalén quedará el hueco de los que deberíamos haber llevado y no lo hicimos.
Salmo 70 " Mi boca contará tu auxilio"
Juan 13, 21-33. 36-38
En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su derecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces el, apoyándose en el pecho de Jesús, le pregunto Señor: ¿quién es?
Le contestó Jesús: Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.
Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él (Si Dios es glorificado en el, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará).
Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde. Pedro replicó: Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti. Jesús le contesto: ¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.
Palabra del Señor
Vemos a Jesús angustiado porque sabe lo que le viene encima. Ha lavado los pies a sus discípulos, Judas incluido; se han sentado a la mesa y la cena ha comenzado. Los discípulos ni siquiera sospechan los acontecimientos que vienen sobre Jesús, y celebran la pascua con la alegría propia de la gran fiesta judía que se avecina. Todos estaban entretenidos en sus cosas, pudiéramos decir porque Jesús sigue hablando, ¡pero nadie le entiende!
Pedro habla pero a la vez no sabe que está hablando, solo se dará cuenta cuando se enfrente a la dura realidad. Las promesas se olvidarán y la negación saldrá espontánea. ¿Encontramos algún parecido entre nosotros? ¿Nos recuerda algo nuestro “sí, soy católico, pero no practico”? ¿ Soy Cristiano pero estoy a favor del aborto y de la eutanasia?
Todos somos Pedro en muchas ocasiones. Oímos las palabras de Jesús pero a la vez no las escuchamos, no las bajamos al corazón y mucho menos las llevamos a la acción. Somos, como Pedro, valientes y decididos de salón para seguir a Jesús mientras estamos en el banquete, pero cuando la fiesta acaba y llega el momento de dar la cara puede que escondamos la nuestra y neguemos seguir al Maestro.
Ya estamos en la recta final de la cuaresma, pregúntate!,
¿Eres consecuente con la fe que decimos profesar y seguir?
¿Mi boca, tu boca, nuestra boca, cantará su salvación o seremos nuevos “Pedros” negando al Señor?
Mi amado Jesús, al mediodía de esta jornada es maravilloso reconocer que así como Tu fuiste el siervo de Dios nosotros también estamos llamados a servirle al Padre Celestial para ser instrumento útil a sus manos y poder así glorificar al Padre que está en los cielos. No tengo que temer porque en Dios está mi fuerza. No permitas que por los afanes del día, o mis intereses y deseos personales traicione tu amor. Dame la gracia de escucharte con el corazón para llevarlo al corazón y concretarlo en la acción. Amen.
Dios te bendiga,
Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!!!
†
Que la
paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en
el mio...
Sandra Yudy Zapata Escudero
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