lunes, 1 de marzo de 2021

Solo es capaz de ofrecer misericordia quien primero ha experimentado la misericordia de Dios.

 



Daniel 9,4b-10

Señor, Dios grande y terrible, que guardas la alianza y eres leal con los que te aman y cumplen tus mandamientos. Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos. No hicimos caso a tus siervos, los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, padres y terratenientes.
Tú, Señor, tienes razón, a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los habitantes de Jerusalén, a judíos e israelitas, cercanos y lejanos, en todos los países por donde los dispersaste por los delitos que cometieron contra ti. Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti. Pero, aunque nosotros nos hemos rebelado, el Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona. No obedecimos al Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por sus siervos, los profetas.
 Palabra de Dios


La cuaresma es un tiempo donde debemos reflexionar como esta nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y con los demás.

La oración de Daniel que nos ofrece la primera lectura de hoy es una oración que expresa la confesión del pecado del pueblo de Israel, que se apartó de Dios, traicionó su alianza y lealtad y le desobedeció. Daniel descubre que hay un Dios misericordioso y compasivo, que perdona las infidelidades de su pueblo. Daniel reconoce el pecado y las faltas graves que se han cometido como a la vez la confianza en la misericordia de Dios.  Así es pues que Daniel nos muestra dos realidades, el pecado y la misericordia.

Porque es tan importante estas dos realidades para el ser humano nos preguntamos. El mundo nos quiere vender la idea de que “todo está bien”, “ es normal equivocarse “, “ no te preocupes que somos seres humanos”. Pensar de esta manera nos hace mediocres en la vida espiritual porque terminamos pensando que Dios es irrelevante en la vida. Por eso cuando Daniel dice “Tú mi Señor tienes razón”, a que se refiere? ¿Cómo llega a decir eso?
Para que Daniel llegara a decir “Tú mi Señor tienes razón”, fue necesario que él se acercarse a la escritura, contrastar con la realidad, con uno mismo, y orar.  No es fácil orar, porque implica escuchar, más que hablar. Es necesario hacer silencio, interior y exterior, y escuchar lo que Dios nos dice.
Cuando hacemos silencio y nos abrimos a la Palabra, nos vamos viendo honestamente, tal cual somos, y la luz de la Verdad ilumina la realidad que nos rodea. Podemos vernos y ver desde el corazón de Dios, y comprendemos de forma distinta, nueva, todo. Esa honestidad es necesaria en nosotros para poder descubrir incluso lo que más nos avergüenza, lo que nos duele o lo que más tememos. Y nos regala la más hermosa experiencia de fe, sabernos amados por Dios, sin condiciones ni limites, totalmente.  Entonces podremos expresar como Daniel: “tú mi Señor tienes razón mi Señor, nuestro Dios, es compasivo”.

Salmo 78 " Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados. "

Lucas 6,36-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros."
Palabra del Señor


En el evangelio Jesús nos invita a ser compasivos y misericordiosos pero para disfrutar de ese regalo primero debemos sentirnos nosotros perdonados y amados. El proceso comienza cuando reconozco que “ yo “ soy el primero que necesito el perdón de Dios. Todos tenemos culpas que nos abruman, infidelidades y traiciones que nos avergüenzan,…todos tenemos que aprender a perdonarnos tantas cosas… Y es mucho más fácil llegar a ese perdón, desde el perdón que nos llega con el Amor de Dios.
Necesitamos la experiencia de la misericordia con nosotros, para darnos cuenta de lo que implica ser misericordiosos con los demás. Y este es el reto que nos plantea Jesús en este discurso que sigue a las Bienaventuranzas. Nuestro amor puede ser pequeño, egoísta y mezquino. Hemos de amar con el amor con que Dios nos ama, el generoso y compasivo, el que no tiene medida, no juzga y perdona siempre. Nos da miedo amar así, porque el que ama se convierte en vulnerable. El mismo Dios fue vulnerable entonces porque nosotros no amamos como Él ama?  que te impide hacerlo?
La misericordia no es más que volcar la misericordia que yo recibo, en los demás. Es reconocer que ese amor de Dios para mí, también es para todos. Así es el amor del Padre, y el que nos pide a sus hijos.  Es el amor que libera, perdona, hace bien.  Es el amor que arriesga y se entrega. Merece la pena, en esta cuaresma, revisar cómo es mi amor, qué calibre de generosidad y capacidad de perdón tiene.

Mi amado Jesús todo tiempo es favorable para revisar como esta mi relación conmigo mismo, contigo y con los demás. Hay muchas culpas que aun no quiero reconocer en mí y esto hace que bloquee la gracia que tú me quieres regalar, la gracia de la sanación, liberación y de la paz. El perdón que necesito me llega a través de tu amor, un amor que se vuelve vulnerable por el hecho de amar. Como me doy cuenta que mi amor por mi mismo, por los demás y por ti es tan pequeño, egoísta,y hasta mezquino. Dame la gracia de amar con el amor con que Tú me amas, desde la generosidad, que no tiene medida, no es calculador y no juzga. Necesito reconocer Tu amor en mi vida para poder ser un abismo de caridad, Amén.

Dios te bendiga,

¡¡¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!!!

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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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