miércoles, 7 de abril de 2021

¿Cómo son tus conversaciones?



Hechos 3,1-10

En aquellos días, subían al templo Pedro y Juan, a la oración de media tarde, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada "Hermosa", para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo: "Míranos." Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pedro le dijo: "No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar."
Agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. La gente lo vio andar alabando a Dios; al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa, quedaron estupefactos ante lo sucedido.
Palabra de Dios


En esta semana de Pascua encontraremos lecturas donde la actitud de los Apóstoles cambian rotundamente después de la resurrección de Cristo. Aquellos apóstoles temerosos y cobardes quedan atrás porque ahora son valientes, no se callan, más bien con sus hechos nos dejan ver a quien ellos siguen, a un Cristo que está vivo y que ha resucitado entre los muertos. Pedro y Juan llevan a Cristo vivo en su corazón y es por eso que ante la súplica del lisiado ellos le dicen "lo que tengo, eso te doy". Pedro y Juan tienen vida adentro, tienen a Cristo adentro, tienen fuerza capaz de levantar a uno y muchos paralíticos, a uno y muchos muertos.

De la misma manera debe ser nuestra actitud. Si en este tiempo de Pascua no se nos nota que resucitó Cristo en nuestra vida porque resucitamos con Él, entonces todo este tiempo fue en vano, fue una pérdida de tiempo. Para poder ayudar a otros a que se acerquen al resucitado nosotros somos los primeros que debemos de resucitar con Cristo, estar llenos de Él para que los demás descubran las maravillas que Dios hace en nosotros.

Pedro está seguro que lo que el lisiado necesita no solo son algunas monedas sino una sanación integral y este milagro solo lo hace posible el resucitado. Es por eso que Pedro le mira fijamente y, en vez de socorrerlo con una limosna, le intima a andar, remitiéndose a Jesús resucitado, en cuyo nombre el tullido se ve curado y fortalecido. Por parte de los apóstoles, es una proclamación implícita de la exaltación de Cristo, ya glorificado junto al Padre. Él sigue realizando curaciones, ahora por medio de sus enviados.

Dice la lectura que tanto el curado como los apóstoles entran en el templo para dar gracias alabando a Dios. Es un acto de fe, ya que sólo la fe puede descifrar el alcance del hecho y dar así gloria a Dios.

No siempre es posible socorrer materialmente a quien nos pide ayuda (Pedro reconoce que no tiene ni oro ni plata), pero sí es posible siempre dar de lo que tenemos, sea poco o mucho. En el caso de Pedro y Juan, transmitieron lo mejor que tenían: la capacidad de hacer un bien extraordinario, gracias a la fe en el Señor resucitado. La fe es algo que está también a nuestro alcance y que nos sugiere formas de ayudar a quien nos necesita: unas veces será una moneda, otras, un poco de compañía, una palabra o una simple sonrisa, otras, al menos una oración sincera a Aquel que puede confortar el corazón del necesitado.

Salmo 104 " Que se alegren los que buscan al Señor."

Lucas 24,13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: "¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?" Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?" Él les preguntó: "¿Qué?" Ellos le contestaron: "Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron."

Entonces Jesús les dijo: "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?" Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída." Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.

Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?" Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: "Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón." Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor


En el evangelio notemos la actitud de los discípulos de Emaús después de la crucifixión de Jesus. Ellos se sienten de alguna manera decepcionados del evangelio, del maestro.  

Jesús al conocer esto entonces pasa como incógnito y se une a ellos por el camino y provoca una animada conversación sobre lo sucedido y su relación con la Escritura. Ellos conocían la tradición de esa Escritura sobre el Mesías; incluso habían abrigado la esperanza de que éste se hubiera hecho presente en Jesús de Nazaret, pues fueron testigos de lo sorprendente de su persona. Pero, a la vista del desenlace de su vida, se habían desvanecido enteramente esas expectativas.

Entonces Jesús les ayuda a interpretar esa Escritura de acuerdo con el designio de Dios: ya la ley y los profetas hablaban de un Mesías así, sin triunfalismo ni brillo aparente, cuya misión se realizaría a través del sufrimiento y de la marginación. Y en el corazón de aquellos hombres, como reconocerían después, algo comenzaba a arder ante esas luminosas explicaciones. El posterior encuentro en torno a la mesa a la que invitaron al misterioso acompañante les abriría los ojos sobre su verdadera identidad: ¡era él, el Maestro, que ahora vivía!
Así, pues, una inquietud desconcertada, un diálogo ardiente sobre el sentido de la Escritura, un gesto de fraternidad en torno a una mesa compartida son el itinerario que conduce al descubrimiento, en la fe, de Jesús resucitado.

También un mensaje que nos trae esta lectura es acerca de cómo influye nuestras conversaciones con los demás. Recordemos que Jesus se acerca a los discípulos con una animada conversación. Como disfrutamos de algunas conversaciones que hasta no quisiéramos terminar. Hay conversaciones que edifican, otras te suben el ánimo, otras por el contrario de deprimen. Revisemos muy bien cuales son nuestras conversaciones que no vaya ser que esas conversaciones nos lleven a la tristeza, al desánimo,a la amargura,  a la incredulidad o al pecado. Quieres conocer a alguien, déjalo hablar y depende de lo que sale de su boca tendrás una idea de los sentimientos que tiene en el corazón.

Mi amado Jesús, me uno con gozo a tu resurrección porque también ha habido un milagro en mi al resucitar contigo. Gracias por sanarme de las enfermedades que me impedían caminar, que me postraban hasta el punto de llegar a mendigar aceptación y amor.  Aún quedan muchas cosas por resucitar en mi y tomara el tiempo dependiendo de mi capacidad de aceptación para la transformación. Dame la gracia de compartir mi fe, eso es lo que tengo y eso me basta porque así podré hacer un bien extraordinario.  Que de mis labios salgan palabras de esperanza, de fe, de gracia para la Gloria tuya Señor, Amén.

Dios te bendiga,

¡¡¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!!!




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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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