lunes, 4 de octubre de 2021

 


Tu prójimo es el próximo.

Jonás 1,1-2,1-11
Jonás, hijo de Amitai, recibió la palabra del Señor: "Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama en ella: "Su maldad ha llegado hasta mí."" Se levantó Jonás para huir a Tarsis, lejos del Señor; bajó a Jafa y encontró un barco que zarpaba para Tarsis; pagó el precio y embarcó para navegar con ellos a Tarsis, lejos del Señor. Pero el Señor envió un viento impetuoso sobre el mar, y se alzó una gran tormenta en el mar, y la nave estaba a punto de naufragar. Temieron los marineros, e invocaba cada cual a su dios. Arrojaron los pertrechos al mar, para aligerar la nave, mientras Jonás, que había bajado a lo hondo de la nave, dormía profundamente. El capitán se le acercó y le dijo: "¿Por qué duermes? Levántate e invoca a tu Dios; quizá se compadezca ese Dios de nosotros, para que no perezcamos." Y decían unos a otros: "Echemos suertes para ver por culpa de quién nos viene esta calamidad." Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Le interrogaron: "Dinos, ¿por qué nos sobreviene esta calamidad? ¿Cuál es tu oficio? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué pueblo eres?" Él les contestó: "Soy un hebreo; adoro al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme." Temieron grandemente aquellos hombres y le dijeron: "¿Qué has hecho?" Pues comprendieron que huía del Señor, por lo que él había declarado. Entonces le preguntaron: "¿Qué haremos contigo para que se nos aplaque el mar?" Porque el mar seguía embraveciéndose. Él contestó: "Levantadme y arrojadme al mar, y el mar se os aplacará; pues sé que por mi culpa os sobrevino esta terrible tormenta." Pero ellos remaban para alcanzar tierra firme, y no podían, porque el mar seguía embraveciéndose. Entonces invocaron al Señor, diciendo: "¡Ah, Señor, que no perezcamos por culpa de este hombre, no nos hagas responsables de una sangre inocente! Tú eres el Señor que obras como quieres." Levantaron, pues, a Jonás y lo arrojaron al mar; y el mar calmó su cólera. Y temieron mucho al Señor aquellos hombres. Ofrecieron un sacrificio al Señor y le hicieron votos. El Señor envió un gran pez a que se comiera a Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches seguidas. El Señor dio orden al pez, y vomitó a Jonás en tierra firme.
Palabra de Dios


Hoy en la primera lectura notamos que a Dios le cuesta conseguir ayudantes. Por ejemplo Moises se queja porque no sabe hablar, Gedeon de que su familia es importante, Jeremias que es muy joven, y hoy la lectura nos trae a Jonas quien sale huyendo de su destino.

A quienes nos ha llamado el Señor para servirle también le hemos sacado excusas, entre ellas yo por ejemplo. Quien me escuchara, quien me hará caso, yo tengo muchos defectos, dejémosle esa tarea a los curas y religiosos.  

Jonas a pesar de que saca excusas por temor tiene algo que lo caracteriza y es que ama la justicia más que la propia vida. Jonas es capaz de reconocer donde está lo malo y donde lo bueno, aunque esto implique morir el mismo. Dios no se equivocó en buscarlo para que le ayudará, por algo Dios le tenía esa misión que consistía en denunciar el mal, aunque con alguna sorpresas más para el mismo Jonas.

Por eso no te preocupes si Dios te pone en tu corazón un sentimiento para servir y ayudar a los demás. Recuerda que no es tu misión, es la misión de Dios y Él necesita que le ayudes para poderla llevar a cabo. Más bien, abre tus oídos, aprende a escucharlo,  no hables tanto, Él te dará las correctas instrucciones.

Jonas 2,3-8 “ Sacaste mi vida de la fosa, Señor.”

Lucas 10,25-37
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" Él le dijo: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?" Él contestó: "Amarás al Señor, tu, Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo." Él le dijo: "Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida." Pero el maestro de la Ley queriendo justificarse, preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó en una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?" Él contestó: "El que practicó la misericordia con él." Díjole Jesús: "Anda, haz tu lo mismo."
Palabra del Señor


Jesus nos invita a amar a los demás como Él ama, y no de cualquier manera.

Hay personas que quizás tiene conocimiento de mucha retórica, dan grandes discursos, y hasta tienen muchos seguidores en redes sociales pero cuidado que no vaya ser que detrás de todo eso se oculte la pereza y el egoísmo. Servir al otro, ayudar al otro cuesta porque es dejar a un lado tu tranquilidad y comodidad para atender en seguida a quien lo necesita.  

La regla de oro de Jesus es clara para medir cómo se debe comportar con quien lo necesita.“El que practicó la misericordia con él”. En la secuencia de verbos con los que el Maestro describe la obra de misericordia está todo muy claro: “Lo vio, le dio lástima, se le acercó, le ungió con aceite y vino, le vendó la herida, lo montó en la cabalgadura y lo llevó a la posada, corriendo con todos los gastos”. La práctica de la misericordia tiene varios pasos, puede que empecemos los primeros pasos muy bien y a mitad de camino nos quedemos sin energía.  

La lectura nos dice que tristemente, los hombres del culto, el sacerdote y el levita, dan un rodeo. No quieren mancharse con la impureza de tocar al herido. Es la misma tentación que nos acecha a todos: “Pasar de largo, dar un rodeo”. Acaso un rodeo también ideológico. Decimos que no nos toca, que para eso están las instituciones sociales, que venga su familia o la cáritas parroquial; incluso, a veces, somos tan necios que pensamos “ si le paso eso fue por algo, hasta lo tendría bien merecido “, claro le pasa eso porque no practica mi mismo credo. El extranjero, el pagano, el que no era observante de la ley actuó de una manera diferente. Pregúntate, cuál de todos estos personajes eres? ¿Eres el sacerdote, el levita o el samaritano?

Al prójimo herido no lo escogemos nosotros. Se nos mete en nuestra vida, nos lo encontramos en el enfermo, en el explotado, en el que sufre, en el que no cuenta nada en la sociedad, y si que hay muchos a nuestro alrededor. Siempre corremos el riesgo de dar rodeos. Por ejemplo, buscamos al prójimo lejano, y olvidamos al que tenemos cerca. Pensamos en el tercer mundo, en los problemas del medio ambiente, hasta hablamos de la “civilización del amor”; esto está bien, pero, siempre, empezando por el que nos encontramos en el camino, por sorpresa y de inmediato, el que cambia nuestros planes. Pidámosle al Señor que por intercesión de San Francisco de Asís en su dia nos ayude a ser instrumentos útiles en tus manos para que no seamos más indiferentes al dolor del otro, y que haciendo camino con el prójimo y en esa cercanía podamos conocer más de sus necesidades y sean curados por el poder de tu amor, Amén.  

Oración de San Francisco de Asis

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Maestro, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.
Amén.

Dios te bendiga,

Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!

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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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