lunes, 25 de octubre de 2021

Una presencia, una mirada, compasión y ternura, y una palabra liberadora.

 


Una presencia, una mirada, compasión y ternura, y una palabra liberadora.


Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,12-17
Hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.
Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios.
Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre).
Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.
Palabra de Dios


La semana pasada decía que el ser humano es cuerpo y alma y no debemos satanizar nuestro cuerpo, Dios nos creó e hizo al hombre que tuviera las dos. La carne nos recuerda que somos débiles porque nos da hambre, sentimos cansancio, pereza, tristeza, ira. Cuando el ser humano está cerca de Dios, también podemos sentir esto pero el alma es animada por Dios, lo que significa que podemos sentir cansancio o pereza y Dios nos levanta, sentimos tristeza y Dios nos consuela, ira y Dios nos calma y nos hace ver mejor las cosas. Si nos alejamos de Dios lo que nos sucede es que nos quedaremos en esos sentimientos de rabia, rencor, pereza, desánimo, angustia.

Pablo nos advierte de estas dos fuerzas existentes en el ser humano, y nos anima a los cristianos y a su comunidad a dejarse conducir por Dios.” que Dios habite por la fe en vuestros corazones “(Ef 3,17), a dejarnos guiar por Él. Quieres saber si una persona realmente está dejando que Dios actúe en ella, revisa sus comportamientos quizás de hace algunos meses o años atrás, ha mejorado, ha empeorado o sigue igual?

Que esa realidad espiritual que hay en nosotros vaya conformando nuestra vida. Sintámonos verdaderos hijos e hijas amadas por Dios, herederos de todo lo que vemos y no vemos, sintámonos habitados por el Espíritu de Dios quien nos impulsará a exclamar ¡Abba, Padre! Es una maravillosa experiencia, un gran regalo de nuestro Padre Dios.

Salmo  67,2.4.6-7ab.20-21 R/. Nuestro Dios es un Dios que salva.

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 13,10-17
Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga.
Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y estaba encorvada, sin poderse enderezar de ningún modo.
Al verla, Jesús la llamó y le dijo:
«Mujer, quedas libre de tu enfermedad».
Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, se puso a decir a la gente:
«Hay seis días para trabajar; venid, pues, a que os curen en esos días y no en sábado».
Pero el Señor le respondió y dijo:
«Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata en sábado su buey o su burro del pesebre, y los lleva a abrevar?
Y a esta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no era necesario soltarla de tal ligadura en día de sábado?».
Al decir estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía.
Palabra del Senor


Una presencia, una mirada, compasión y ternura, y una palabra liberadora.

Esta mujer está presente, no pide nada, quizá no se atreva a pedir nada posiblemente porque siente que no es digna de pedirle algo al hijo de Dios. Jesus la vio, la llamó, se acercó, la tocó y se levantó. Describamos y meditamos despacio estos cuatro momentos.

Jesús la vio. Es la mirada contemplativa que ve con el corazón y se hace cargo de la vida del otro, de su sufrimiento. Cuántas veces nos sucede a nosotros que miramos para juzgar, criticar, señalar y hasta decimos “probrecit@”, pero no nos hacemos cargo del sufrimiento del otro, no queremos comprometernos,  no queremos que nuestra vida se complique, nos negamos a ser instrumentos en las manos de Dios para que El a través tuyo y mío toque corazones.

Jesus la llamó “mujer” dice algún autor que se aproxima a nuestro vocablo “señora” con el que dignifica a quien va dirigido. Jesus se dirige a nosotros para que lo miremos, y lo escuchemos porque quiere darnos lo que realmente necesitamos.  

Jesus se acerca, le impuso las manos ¡a una mujer! Y de su corazón surgió una palabra liberadora. Quedas libre de tu enfermedad. La mujer se puso derecha y supo agradecer a Dios el milagro obrado en su vida.

El milagro se dio porque esta mujer se dejó mirar por Jesús y además cuando la llamó ella hizo caso. Puede ser que algunos no han alcanzado la completa sanación porque cuando Jesús los busca con su mirada nos escondemos o cuando Él nos llama nos hacemos los sordos.  

Agradecemos a Dios una vez más su Palabra que llega hasta nosotros hoy, dejamos que resuene en nuestro corazón. Le pedimos que nos haga conscientes de nuestras “jorobas” las mire, ponga su mano sobre nosotros y sintamos la fuerza y El impuso para caminar erguidos, dispuestos a mirar, acompañar con ternura y compasión las dolencias que encontremos en el camino de la vida.

Padre celestial, por tu sabiduría divina nos hiciste cuerpo y alma,  la carne nos recuerda lo débiles que somos y cuál es nuestra naturaleza terrena, el alma nos lleva a alcanzar la plenitud, a elevar nuestro ser a la divinidad. Ambas fuerzas nos impulsan a buscarte porque Tu eres el único que me puede ayudar a alcanzar la plenitud a la que fui creado. Gracias Señor por quererme liberar de las esclavitudes que me hacen doblegar y aplastar mi vida. Ayúdame a ser consciente de mis propias jorobas para que cuando tú me llames levante la mirada y será una señal de que te acepto para ser sanad@. Como necesito saltar de la esclavitud a la alabanza!. Gracias Jesús por enfrentar el mal que vive en mí y por tomar la iniciativa para curarme y salvarme, Amén.

Dios te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!
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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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