lunes, 13 de septiembre de 2021

No soy digno de que me ames Señor, pero te necesito.

 


No soy digno de que me ames Señor, pero te necesito.


Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2,1-8:
Querido hermano:
Ruego, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar un vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto.
Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Pues Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos: este es un testimonio dado a su debido tiempo y para el que fui constituido heraldo y apóstol - digo la verdad, no miento -, maestro de los naciones en la fe y en la verdad.
Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, alzando unas manos limpias, sin ira ni divisiones.
Palabra de Dios


En la primera lectura notemos que Pablo le da una serie de instrucciones y  recomendaciones a Timoteo sobre la vida de comunidad (2,1-3,6), y es sobre la oración de la asamblea litúrgica (2,1-15). La asamblea litúrgica se refiere cuando se reúne una comunidad para celebrar la fe, para nosotros los católicos por ejemplo en el sacramento eucaristico. La asamblea litúrgica está conformada por la Palabra de Dios, la oración del sacerdote y la oración de los fieles.

El deseo de Dios es que todos los seres humanos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, todo esto lo tenemos en el sacramento eucaristico. La Palabra de Dios que es pronunciada por el sacerdote, que es verdad, y tiene el poder de hacer su encargo no vuelve a él vacía. Recordemos que Cristo está presente en la eucaristía en la presencia del sacerdote, por tal motivo decimos que el puente entre Dios y la humanidad es Cristo. La oración que hace el sacerdote es una oración de intersección de la humanidad para Dios. Por último la oración de los fieles son las súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad.

La voluntad de Dios, desde el inicio de la revelación, ha sido un proyecto salvífico para toda la humanidad sin exclusión de nadie. Nuestro Dios, que nos ama con un amor infinito, solo quiere que sus hijos sean felices, que lleguen a ser en plenitud lo que están llamados a ser, hijos de Dios y hermanos unos de otros. Como dice el Papa Francisco: Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos (FT 8).

Salmo  27, 2. 7. 8-9 R/. Bendito el Señor, que escuchó mi voz suplicante

Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7,1-10
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de exponer todas sus enseñanzas al pueblo, entró en Cafarnaún.
Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, el centurión le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente:
«Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestra gente y nos ha construido la sinagoga».
Jesús se puso en camino con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle:
«Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque también yo soy un hombre sometido a una autoridad y con soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace».
Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo:
«Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe».
Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.
Palabra del Señor


El evangelio es la continuación de la primera lectura porque nos dice que Jesus sana a un criado de un centurión.  Recordemos que un centurión es un oficial del ejército romano, en otras palabras este centurión colabora con el régimen opresor.  Jesus sabe quien es el centurión pero a pesar de esto decide ayudarlo poniéndose en camino. El centurión, cayendo en la cuenta de que Jesús al entrar en casa de un pagano quedaría impuro, envía a otro grupo de amigos encargados de expresar su petición reconsiderada. Bastará con que Jesús dé la orden con su palabra para que su siervo quede sanado, pues él como militar conoce el dinamismo de la palabra ordenada a los que están a su cargo. Considera que el poder que tiene Jesús sobre la enfermedad puede hacerlo actuar desde cualquier parte, sin que sea necesario ni el contacto físico ni la cercanía; su palabra, por sí misma, es generadora de salud, de salvación.

Aquí está nuestro primer mensaje, ¿Tú le crees a Dios? ¿Crees que Su Palabra sana, libera, y transforma? El centurión no solo le creía al hijo de Dios, sino que además cree en el poder que tiene la Palabra de Dios que es pronunciada. Es por eso que Jesús, al oírlo, queda admirado ante la mayor confesión de fe que ha escuchado y declara que la fe de este pagano es mayor que la de cualquier israelita. Las palabras del centurión muy pronto pasarán a ser confesión de fe de toda la comunidad cristiana y así han llegado hasta nosotros haciéndolas propias en cada Eucaristía: “Señor, no soy digno/a de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.

El centurión del evangelio es modelo de relación con Dios. Sabe ponerse en su lugar de siervo, sabe confiar en el poder infinito de Dios manifestado en Jesús. Esa es la fe que debemos tener todo creyente; nuestra fe tiene que tener raíces profundas para que permanezcamos fieles a Cristo quien es la roca sin importar lo que esté pasando o lo que nuestros ojos vean.

Mi amado Jesús, tu amor es tan grande que nunca llevas la cuenta de mis errores, ingratitudes, e indiferencia. Siempre estás esperándonos en el sacramento del altar para llenarnos de ti, de tu amor, de tu paz, para darnos la sanidad y liberarnos de tantas ataduras que no nos dejan vivir como verdaderos hij@s de Dios. Tu siempre me esperas pero soy yo quien te fallo sacando disculpas. Tu eres el dueño del tiempo, de la salud, de todo y mi necedad hace que actúe como si fuera yo el amo y Señor. Abre mis ojos amado mío, para que yo pueda reconocer tu gran amor que me tienes, abre mis oídos para poder acoger tu mensaje que es salvación, ablanda mi corazón para aceptar tu mensaje y dejar que Tu Palabra haga la obra en mi. Que la inteligencia que tú mismo me diste me ayude a buscar la verdad y encontrandola sea liberad@ por ti. Dame la gracia de pedir desde la humildad, que sea obediente a lo que tu me pides, regalame la paciencia y la paz a tu respuesta, porque tu siempre respondes. Hoy me uno a las palabras del centurión "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme", no soy digno que me mires, que me ames y me bendigas, pero te necesito mi Señor, Amen.

Dios te bendiga,

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!

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Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...
     Sandra Yudy Zapata Escudero

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