Todo aquel que acoge al Señor, nunca quedará defraudado.

 

Todo aquel que acoge al Señor, nunca quedará defraudado. 

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 5, 27-33
" Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres "

Salmo 33, 2 y 9. 17-18. 19-20 R/. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 31-36
El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.

El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.
Palabra del Señor

Tú Señor nos conoces en profundidad y es por eso que nos dejaste Tu Santo Espíritu para que en los momentos difíciles clamemos a Él para que venga en nuestra ayuda. Él nos ayudará a mantenernos en la fe y en la esperanza a pesar del miedo y de la angustia que nos acecha. Tú Señor estás vivo y estamos alegres por esta verdad, has vencido definitivamente la muerte y de la misma manera te manifiestas en cada situación en la vida actuando sobre ella para recordarnos que no estamos solos, que tu estas en nosotros, en lo más profundo el corazón. Que la experiencia del resucitado nos haga crecer más en la fe siendo viva y actuante, y que, a pesar de las dudas y miedos, podamos percibir una certidumbre honda que da valor y sentido a nuestras decisiones incluso cuando éstas constituyan un riesgo vital.

Mi esperanza está solo en ti Señor, porque el que Dios envió dice las Palabras de Dios.  Solo en ti podemos encontrar la verdad y el auténtico sentido de la vida. Que tu misericordia Señor me alcance para que no caiga en el error de quedar atrapado en los antivalores del mundo.    

Dame la gracia Señor para ser dócil a tu Palabra, porque la docilidad produce abundancia de Espíritu y mayor abundancia de Espíritu produce mayor docilidad. Tú eres el Señor del Espíritu, ese Espíritu que derramaste en tu último aliento de vida desde la cruz, un aliento de amor profundo, trascendente, inmortal, vivificador que nos hace confesar como Señor y nos anima a vivir en eternidad ya en esta vida. Amen.

Dios te bendiga, 

¡Alabado sea Jesucristo por siempre sea alabado!


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† Que la paz y el Amor del Señor permanezca en tu corazón como en el mio...