lunes, 18 de febrero de 2019

Lectio Divina

HAY QUE BUSCAR LA SABIDURÍA
Trabajemos para tener el manjar que no se consume: trabajemos en la obra de nuestra
salvación. Trabajemos en la viña del Señor, para hacernos merecedores del denario
cotidiano. Trabajemos para obtener la sabiduría, ya que ella afirma: Los que trabajan para
alcanzarme no pecarán. El campo es el mundo -nos dice aquel que es la Verdad-; cavemos
en este campo; en él se halla escondido un tesoro que debemos desenterrar. Tal es la
sabiduría, que ha de ser extraída de lo oculto. Todos la buscamos, todos la deseamos.
Si queréis preguntar -dice la Escritura-, preguntad, convertíos, venid. ¿Te preguntas de
dónde te has de convertir? Refrena tus deseos, hallamos también escrito. Pero, si en mis
deseos no encuentro la sabiduría -dices-, ¿dónde la hallaré? Pues mi alma la desea con
vehemencia, y no me contento con hallarla, si es que llego a hallarla, sino que echo en mi
regazo una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. Y esto con razón. Porque,
dichoso el que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia. Búscala, pues, mientras
puede ser encontrada; invócala, mientras está cerca.
¿Quieres saber cuán cerca está? La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en
el corazón; sólo a condición de que la busques con un corazón sincero. Así es como
encontrarás la sabiduría en tu corazón, y tu boca estará llena de inteligencia, pero vigila
que esta abundancia de tu boca no se derrame a manera de vómito.
Si has hallado la sabiduría, has hallado la miel; procura no comerla con exceso, no sea
que, harto de ella, la vomites. Come de manera que siempre quedes con hambre. Porque
dice la misma sabiduría: El que me come tendrá más hambre. No tengas en mucho lo que
has alcanzado; no te consideres harto, no sea que vomites y pierdas así lo que pensabas
poseer, por haber dejado de buscar antes de tiempo. Pues no hay que desistir en esta
búsqueda y llamada de la sabiduría, mientras pueda ser hallada, mientras esté cerca. De
lo contrario, como la miel daña -según dice el Sabio-a los que comen de ella en demasía,
así el que se mete a escudriñar la majestad será oprimido por su gloria.
Del mismo modo que es dichoso el que encuentra sabiduría, así también es dichoso, o
mejor, más dichoso aún, el hombre que piensa en la sabiduría; esto seguramente se
refiere a la abundancia de que hemos hablado antes.
En estas tres cosas se conocerá que tu boca está llena en abundancia de sabiduría o de
prudencia: si confiesas de palabra tu propia iniquidad, si de tu boca sale la acción de
gracias y la alabanza y si de ella salen también palabras de edificación. En efecto, por la fe
del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Y
además, lo primero que hace el justo al hablar es acusarse a sí mismo: y así, lo que debe
hacer en segundo lugar es ensalzar a Dios, y en tercer lugar (si a tanto llega la
abundancia de su sabiduría) edificar al prójimo.

Responsorio Sb 7, 10. 11; 8, 2

R. Amé la sabiduría más que la salud y la hermosura, y decidí que fuera la luz que me
alumbrara; * con ella me vinieron a la vez todos los bienes.
V. La amé y la pretendí desde mi juventud y me constituí en el amante de su belleza.
R. Con ella me vinieron a la vez todos los bienes.

Oración

Oremos:
Señor, tú que te complaces en habitar en los rectos y sinceros de corazón, concédenos
vivir por tu gracia de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por
Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

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