sábado, 9 de febrero de 2019

Lectio Divina

LA ACTIVIDAD HUMANA
La actividad humana, así como procede del hombre, así también se ordena al hombre,
pues éste, con su actuación, no sólo transforma las cosas y la sociedad, sino que también
se perfecciona a sí mismo. Aprende mucho, cultiva sus facultades, se supera y se
trasciende. Un desarrollo de este género, bien entendido, es de más alto valor que las
riquezas exteriores que puedan recogerse. Más vale el hombre por lo que es que por lo
que tiene.
De igual manera, todo lo que el hombre hace para conseguir una mayor justicia, una
más extensa fraternidad, un orden más humano en sus relaciones sociales vale más que el
progreso técnico. Porque éste puede ciertamente suministrar, como si dijéramos, el
material para la promoción humana, pero no es capaz de hacer por sí solo que esa
promoción se convierta en realidad.
De ahí que la norma de la actividad humana es la siguiente: que, según el designio y la
voluntad divina, responda al auténtico bien del género humano y constituya para el
hombre, individual y socialmente considerado, un enriquecimiento y realización de su
entera vocación.
Sin embargo, muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que una más
estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión sea un obstáculo a la

autonomía del hombre, de las sociedades o de la ciencia. Si por autonomía de lo terreno
entendemos que las cosas y las sociedades tienen sus propias leyes y su propio valor, y
que el hombre debe irlas conociendo, empleando y sistematizando paulatinamente, es
absolutamente legítima esta exigencia de autonomía, que no sólo reclaman los hombres
de nuestro tiempo, sino que responde además a la voluntad del Creador. Pues, por el
hecho mismo de la creación, todas las cosas están dotadas de una propia consistencia,
verdad y bondad, de propias leyes y orden, que el hombre está obligado a respetar,
reconociendo el método propio de cada una de las ciencias o artes.
Por esto, hay que lamentar ciertas actitudes que a veces se han manifestado entre los
mismos cristianos, por no haber entendido suficientemente la legítima autonomía de la
ciencia, actitudes que, por las contiendas y controversias que de ellas surgían, indujeron a
muchos a pensar que existía una oposición entre la fe y la ciencia.
Pero, si la expresión "autonomía de las cosas temporales" se entiende en el sentido de
que la realidad creada no depende de Dios y de que el hombre puede disponer de todo sin
referirlo al Creador, todo aquel que admita la existencia de Dios se dará cuenta de cuán
equivocado sea este modo de pensar. La criatura, en efecto, no tiene razón de ser sin su
Creador.

Responsorio Dt 2, 7; 8, 5

R. Dios te ha bendecido en todas tus empresas, ha protegido tu marcha a través de un
gran desierto, * y te ha acompañado sin que te haya faltado nada.
V. Te ha educado como un padre educa a su hijo.
R. Y te ha acompañado sin que te haya faltado nada.

Oración

Oremos:
Señor, concédenos, amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda también a
todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.

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