jueves, 27 de junio de 2019

Lectio Divina

DIOS ES COMO UNA ROCA INACCESIBLE

Lo mismo que suele acontecer al que desde la cumbre de un alto monte mira algún dilatado mar, esto mismo le sucede a mi mente cuando desde las alturas de la voz divina, como desde la cima de un monte, mira la inexplicable profundidad de su contenido.
Sucede, en efecto, lo mismo que en muchos lugares marítimos, en los cuales,al contemplar un monte por el lado que mira al mar, lo vemos como cortado por la mitad y completamente liso desde su cima hasta la base, y como si su cumbre estuviera suspendida sobre el abismo; la misma impresión que causa al que mira desde tan elevada altura a lo profundo del mar, la misma sensación de vértigo experimento yo al quedar como en suspenso por la grandeza de esta afirmación del Señor: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dios se deja contemplar por los que tienen el corazón purificado. A Dios nadie lo ha visto jamás, dice san Juan; y Pablo confirma esta sentencia con aquellas palabras tan elevadas: A quien ningún hombre ha visto ni puede ver.
Ésta es aquella piedra leve, lisa y escarpada, que aparece como privada de todo sustentáculo y aguante intelectual; de ella afirmó también Moisés en sus decretos que era inaccesible, de manera que nuestra mente nunca puede acercarse a ella por más que se esfuerce en alcanzarla ni puede nadie subir por sus laderas escarpadas, según aquella
sentencia: Nadie puede ver al Señor y quedar con vida.
Y, sin embargo, la vida eterna consiste en ver a Dios. Y que esta visión es imposible lo
afirman las columnas de la fe, Juan, Pablo y Moisés. ¿Te das cuenta del vértigo que
produce en el alma la consideración de las profundidades que contemplamos en estas
palabras? Si Dios es la vida, el que no ve a Dios no ve la vida. Y que Dios no puede ser
visto lo atestiguan, movidos por el Espíritu divino, tanto los profetas como los apóstoles.
¿En qué angustias, pues, no se debate la esperanza del hombre?
Pero el Señor levanta y sustenta esta esperanza que vacila. Como hizo en la persona de
Pedro cuando estaba a punto de hundirse, al volver a consolidar sus pies sobre las aguas.
Por lo tanto, si también a nosotros nos da la mano aquel que es la Palabra, si, viéndonos
vacilar en el abismo de nuestras especulaciones, nos otorga la estabilidad iluminando un
poco nuestra inteligencia, entonces ya no temeremos, si caminamos cogidos de su mano.
Porque dice: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Responsorio Jn 1, 18: Sal 144, 31

R. Nadie ha visto jamás a Dios; * el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es
quien nos lo ha dado a conocer.
V. Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza.
R. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien nos lo ha dado a conocer.

Oración

Oremos:
Concédenos vivir siempre, Señor, en el amor y respeto a tu santo nombre, porque jamás
dejas de dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por nuestro
Señor Jesucristo.
Amén.

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