sábado, 29 de junio de 2019

Lectio Divina

DIOS PUEDE SER HALLADO EN EL CORAZÓN DEL HOMBRE
La salud corporal es un bien para el hombre; pero lo que interesa no es saber el porqué
de la salud, sino el poseerla realmente. En efecto, si uno explica los beneficios de la salud,
mas luego toma un alimento que produce en su cuerpo humores malignos y
enfermedades, ¿de qué le habrá servido aquella explicación, si se ve aquejado por la
enfermedad? En este mismo sentido hemos de entender las palabras que comentamos, o
sea, que el Señor llama dichosos no a los que conocen algo de Dios, sino a los que lo
poseen en sí mismos. Dichosos, pues, los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Y no creo que esta manera de ver a Dios, la del que tiene el corazón limpio, sea una
visión externa, por así decirlo, sino que más bien me inclino a creer que lo que nos sugiere
la magnificencia de esta afirmación es lo mismo que, de un modo más claro, dice en otra
ocasión: El reino de Dios está dentro de vosotros; para enseñarnos que el que tiene el
corazón limpio de todo afecto desordenado a las criaturas contempla, en su misma belleza
interna, la imagen de la naturaleza divina.
Yo diría que esta concisa expresión de aquel que es la Palabra equivale a decir: "Oh
vosotros, los hombres en quienes se halla algún deseo de contemplar el bien verdadero,
cuando oigáis que la majestad divina está elevada y ensalzada por encima de los cielos,
que su gloria es inexplicable, que su belleza es inefable, que su naturaleza es
incomprensible, no caigáis en la desesperación, pensando que no podéis ver aquello que
deseáis".
Si os esmeráis con una actividad diligente en limpiar vuestro corazón de la suciedad con
que lo habéis embadurnado y ensombrecido, volverá a resplandecer en vosotros la
hermosura divina. Cuando un hierro está ennegrecido, si con un pedernal se le quita la
herrumbre, en seguida vuelve a reflejar los resplandores del sol; de manera semejante, la
parte interior del hombre, lo que el Señor llama el corazón, cuando ha sido limpiado de las
manchas de herrumbre contraídas por su reprobable abandono, recupera la semejanza

con su forma original y primitiva y así, por esta semejanza con la bondad divina, se hace
él mismo enteramente bueno.
Por tanto, el que se ve a sí mismo ve en sí mismo aquello que desea, y de este modo
es dichoso el limpio de corazón, porque al contemplar su propia limpieza ve, como a
través de una imagen, la forma primitiva. Del mismo modo, en efecto, que el que
contempla el sol en un espejo, aunque no fije sus ojos en el cielo, ve reflejado el sol en el
espejo, no menos que el que lo mira directamente, así también vosotros -es como si dijera
el Señor-, aunque vuestras fuerzas no alcancen a contemplar la luz inaccesible, si retornáis
a la dignidad y belleza de la imagen que fue creada en vosotros desde el principio,
hallaréis aquello que buscáis dentro de vosotros mismos.
La divinidad es pureza, es carencia de toda inclinación viciosa, es apartamiento de todo
mal. Por tanto, si hay en ti estas disposiciones, Dios está en ti. Si tu espíritu, pues, está
limpio de toda mala inclinación, libre de toda afición desordenada y alejado de todo lo que
mancha, eres dichoso por la agudeza y claridad de tu mirada, ya que, por tu limpieza de
corazón, puedes contemplar lo que escapa a la mirada de los que no tienen esta limpieza,
y, habiendo quitado de los ojos de tu alma la niebla que los envolvía, puedes ver
claramente, con un corazón sereno, un bello espectáculo. Resumiremos todo esto diciendo
que la santidad, la pureza, la rectitud son el claro resplandor de la naturaleza divina, por
medio del cual vemos a Dios.

Responsorio Jn 14, 6. 9; 6, 47

R. Dice el Señor: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. * El que me ve, ve también al
Padre.»
V. El que cree en mí tiene vida eterna.
R. El que me ve, ve también al Padre.

Oración

Oremos:
Concédenos vivir siempre, Señor, en el amor y respeto a tu santo nombre, porque jamás
dejas de dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por nuestro
Señor Jesucristo.
Amén.

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