lunes, 10 de febrero de 2020

PUDO MÁS PORQUE AMÓ MÁS

Escolástica, hermana de san Benito, consagrada a Dios desde su infancia, acostumbraba visitar a su hermano una vez al año. El Hombre de Dios acudía a ella y la recibía dentro de las posesiones del monasterio, no lejos de la puerta.

Un día vino como de costumbre, y su venerable hermano bajó hacia ella con algunos discípulos; pasaron todo el día en la alabanza de Dios y en santas conversaciones y, cuando ya empezaba a oscurecer, tomaron juntos el alimento. En medio de santas conversaciones fue transcurriendo el tiempo, hasta que se hizo muy tarde, y entonces la santa monja suplicó a su hermano:

«Te ruego que no me dejes esta noche, sino que hablemos de los gozos de la vida del cielo hasta mañana.»

Él le respondió:

«¿Qué es lo que dices, hermana? Yo no puedo en modo alguno quedarme fuera de la celda.»

La santa monja, al oír la negativa de su hermano, puso sobre la mesa sus manos, con los dedos entrelazados, y escondió en ellas la cabeza, para rogar al Señor todopoderoso. Al levantar de nuevo la cabeza, se originó un temporal tan intenso de rayos, truenos y aguacero, que ni al venerable Benito ni a los hermanos que estaban con él les hubiera sido posible mover un solo pie del lugar en que se hallaban. Entonces el hombre de Dios comenzó a quejarse contrariado:

«Dios todopoderoso te perdone, hermana: ¿qué es lo que has hecho?»

Ella respondió:

«Ya ves, te he suplicado a ti, y no has querido escucharme; he suplicado a mi Dios, y me ha escuchado. Ahora, pues, sal, si puedes, déjame y vuelve al monasterio.»

Y Benito, que no había querido quedarse por propia voluntad, tuvo que hacerlo por fuerza. De este modo, pasaron toda la noche en vela, recreándose en santas conversaciones sobre la vida espiritual.

Y no es de extrañar que prevaleciera el deseo de aquella mujer, ya que, como dice san Juan, Dios es amor, y, por esto, pudo más porque amó más.

Tres días mas tarde, el hombre de Dios, estando en su celda, elevó sus ojos al cielo y vio el alma de su hermana, libre ya de las ataduras del cuerpo, que penetraba, en forma de paloma, en las intimidades del cielo. Lleno de alegría por una gloria tan grande, dio gracias a Dios con himnos y alabanzas, y envió a sus hermanos para que trajesen su cuerpo al monasterio y lo enterraran en el mismo sepulcro que había preparado para sí mismo.

De este modo, ni la misma sepultura pudo separar los cuerpos de aquellos cuya alma había estado siempre unida en Dios.

RESPONSORIO

R. Cuando aquella santa virgen suplicó a Dios que su hermano no partiese, * consiguió mucho del Señor, porque había amado mucho.
V. Ved que paz y que alegría, convivir los hermanos unidos.
R. Consiguió mucho del Señor porque había amado mucho.

ORACIÓN.

OREMOS,
Al celebrar la fiesta de santa Escolástica, virgen, te pedimos, Señor, que, siguiendo su ejemplo, te sirvamos con un amor puro y experimentemos las delicias de tu amistad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

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