martes, 19 de marzo de 2019

Lectio Divina

LA PASIÓN DE TODO EL CUERPO DE CRISTO
Señor, te he llamado, ven deprisa. Esto lo podemos decir todos. No lo digo yo solo, lo
dice el Cristo total. Pero se refiere, sobre todo, a su cuerpo personal; ya que, cuando se
encontraba en este mundo, Cristo oró con su ser de carne, oró al Padre con su cuerpo, y,
mientras oraba, gotas de sangre destilaban de todo su cuerpo. Así está escrito en el
Evangelio: Jesús oraba con más insistencia, y sudaba como gotas de sangre. ¿Qué quiere
decir el flujo de sangre de todo su cuerpo sino la pasión de los mártires de la Iglesia?
Señor, te he llamado, ven deprisa; escucha mi voz cuando te llamo. Pensabas que ya
estaba resuelta la cuestión de la plegaria con decir: Te he llamado. Has llamado, pero no
te quedes ya tranquilo. Si se acaba la tribulación, se acaba la llamada; pero si, en cambio,
la tribulación de la Iglesia y del cuerpo de Cristo continúa hasta el fin de los tiempos, no
sólo has de decir: Te he llamado, ven deprisa, sino también: Escucha mi voz cuando te
llamo.

Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda
de la tarde. Cualquier cristiano sabe que esto suele referirse a la misma cabeza de la
Iglesia. Pues, cuando ya el día declinaba hacia su atardecer, el Señor entregó, en la cruz,
el alma que después había de recobrar, porque no la perdió en contra de su voluntad. Pero
también nosotros estábamos representados allí. Pues lo que de él colgó en la cruz era lo
que había recibido de nosotros. Si no, ¿cómo es posible que, en un momento dado, Dios
Padre aleje de sí y abandone a su único Hijo; que es un solo Dios con él? Y, no obstante,
al clavar nuestra debilidad en la cruz, donde, como dice el Apóstol, nuestro hombre viejo
ha sido crucificado con él, exclamó con la voz de aquel mismo hombre nuestro: Dios mío,
Dios mío, por qué me has abandonado?
Por tanto, la ofrenda de la tarde fue la pasión del Señor, la cruz del Señor, la oblación
de la víctima saludable, el holocausto acepto a Dios. Aquella ofrenda de la tarde se
convirtió en ofrenda matutina por la resurrección. La oración brota, pues, pura y directa
del corazón creyente, como se eleva desde el ara santa el incienso. No hay nada más
agradable que el aroma del Señor: que todos los creyentes huelan así.
Así, pues, nuestro hombre viejo —son palabras del Apóstol— ha sido crucificado con
Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores y nosotros libres de la
esclavitud del pecado.

Responsorio Ga 2, 19-20

R. Estoy crucificado con Cristo; * vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí.
V. Y mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta
entregarse por mí.
R. Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí.

Oración

Oremos:
Señor, vela con amor continuo sobre tu Iglesia, y, pues sin tu ayuda no puede
sostenerse lo que se cimienta en la debilidad humana, protege a tu Iglesia en el peligro y
mantenla en el camino de la salvación. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

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