sábado, 9 de marzo de 2019

Lectio Divina

LA AMISTAD DE DIOS
Nuestro Señor Jesucristo, Palabra de Dios, comenzó por atraer hacia Dios a los siervos,
y luego liberó a los que se le habían sometido, como él mismo dijo a sus discípulos: Ya no
os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor: a vosotros os llamo
amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. Pues la amistad
de Dios otorga la inmortalidad a quienes la aceptan.
Al principio, y no porque necesitase del hombre, Dios plasmó a Adán, precisamente
para tener en quien depositar sus beneficios. Pues no sólo antes de Adán, sino antes
también de cualquier creación, la Palabra glorificaba ya a su Padre, permaneciendo junto a
él, y, a su vez, era glorificada por el Padre, como la misma Palabra dijo: Padre, glorifícame
cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese.
Ni nos mandó que lo siguiésemos porque necesitara de nuestro servicio, sino para
salvarnos a nosotros. Porque seguir al Salvador equivale a participar de la salvación, y
seguir a la luz es lo mismo que quedar iluminado.
Efectivamente, quienes se hallan en la luz no son los que iluminan a la luz, sino ésta la
que los ilumina a ellos; ellos, por su parte, no dan nada a la luz, mientras que, en cambio,
reciben su beneficio, pues se ven iluminados por ella.
Así sucede con el servir a Dios, que a Dios no le da nada, ya que Dios no tiene
necesidad de los servicios humanos; él, en cambio, otorga la vida, la incorrupción y la
gloria eterna a los que lo siguen y sirven, con lo que beneficia a los que lo sirven por el

hecho de servirlo, y a los que lo siguen por el de seguirlo, sin percibir beneficio ninguno de
parte de ellos: pues Dios es rico, perfecto y sin indigencia alguna.
Por eso él requiere de los hombres que lo sirvan, para beneficiar a los que perseveran
en su servicio, ya que Dios es bueno y misericordioso. Pues en la misma medida en que
Dios no carece de nada, el hombre se halla indigente de la comunión con Dios.
En esto consiste precisamente la gloria del hombre, en perseverar y permanecer en el
servicio de Dios. Y por esta razón decía el Señor a sus discípulos: No sois vosotros los que
me habéis elegido, soy yo quien os he elegido, dando a entender que no lo glorificaban, al
seguirlo, sino que, por seguir al Hijo de Dios, era éste quien los glorificaba a ellos. Y poresto también dijo: Éste es mi deseo: que éstos estén donde yo estoy y contemplen mi
gloria.

Responsorio Dt 10, 12; Mt 22, 38

R. ¿Qué es lo que exige el Señor, tu Dios? * Que temas al Señor, tu Dios, y lo ames, que
sirvas al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma.
V. Este mandamiento es el principal y primero.
R. Que temas al Señor, tu Dios, y lo ames, que sirvas al Señor, tu Dios, con todo el
corazón y con toda el alma.

Oración

Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, mira compasivo nuestra debilidad y extiende sobre nosotros
tu mano poderosa. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

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