sábado, 2 de marzo de 2019

Lectio Divina

CONTEMPLAD AL SEÑOR, Y QUEDARÉIS RADIANTES
Dulce es la luz, como dice el Eclesiastés, y es cosa muy buena contemplar con nuestros
ojos este sol visible. Sin la luz, en efecto, el mundo se vería privado de su belleza, la vida
dejaría de ser tal. Por esto, Moisés, el vidente de Dios, había dicho ya antes: Y vio Dios
que la luz era buena. Pero nosotros debemos pensar en aquella magna, verdadera y
eterna luz que viniendo a este mundo alumbra a todo hombre, esto es, Cristo, salvador y
redentor del mundo, el cual, hecho hombre, compartió hasta lo último la condición
humana; acerca del cual dice el salmista: Cantad a Dios, tocad en su honor, alfombrad el
camino del que avanza por el desierto; su nombre es el Señor: alegraos en su presencia.
Aplica a la luz el apelativo de dulce, y afirma ser cosa buena el contemplar con los
propios ojos el sol de la gloria, es decir, a aquel que en el tiempo de su vida mortal dijo:
Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de
la vida. Y también: El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo. Así pues, al hablar
de esta luz solar que vemos con nuestros ojos corporales, anunciaba de antemano al Sol
de justicia, el cual fue, en verdad, sobremanera dulce para aquellos que tuvieron la dicha
de ser instruidos por él y de contemplarlo con sus propios ojos mientras convivía con los
hombres, como otro hombre cualquiera, aunque, en realidad, no era un hombre como los
demás. En efecto era también Dios verdadero, y, por esto, hizo que los ciegos vieran, que
los cojos caminaran, que los sordos oyeran, limpió a los leprosos, resucitó a los muertos
con el solo imperio de su voz.
Pero, también ahora, es cosa dulcísima fijar en él los ojos del espíritu, y contemplar y
meditar interiormente su pura y divina hermosura y así, mediante esta comunión y este
consorcio, ser iluminados y embellecidos, ser colmados de dulzura espiritual, ser
revestidos de santidad, adquirir la sabiduría y rebosar, finalmente, de una alegría divina
que se extiende a todos los días de nuestra vida presente. Esto es lo que insinuaba el
sabio Eclesiastés cuando decía: Si uno vive muchos años, que goce de todos ellos. Porque
realmente aquel Sol de justicia es fuente de toda alegría para los que lo miran;
refiriéndose a él, dice el salmista: Gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría; y
también: Alegraos, justos, en el Señor, que merece la alabanza de los buenos.

Responsorio 1 Co 13, 4. 6; Pr 10, 12

R. El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume; *
no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
V. El odio provoca discusiones, pero el amor cubre todas las faltas.
R. No se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

Oración

Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, concede a tu pueblo que la meditación asidua de tu doctrina
le enseñe a cumplir, de palabra y de obra, lo que a ti te complace. Por nuestro Señor Jesucristo
, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.

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