jueves, 22 de agosto de 2019

Lectio Divina

FLOR QUE SUBE DE LA RAÍZ DE JESÉ
 
A las palabras del ángel, que repetimos cada día para saludar a la santísima Virgen con filial devoción, añadimos: Y bendito el fruto de tu vientre. Expresión que añadió Isabel, al ser saludada por la Virgen, a las últimas palabras que había dicho el ángel a María en su saludo. Y así dijo Isabel: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. De este fruto habla Isaías cuando dice: Aquel día, el vástago del Señor será joya y gloria, fruto del país. ¿Cuál puede ser este fruto, sino el Santo de Israel, que a la vez es semilla de Abrahán, vástago del Señor, y flor que sube de la raíz de Jesé, fruto de vida del que hemos participado?
Bendito, realmente, en la semilla, bendito en el vástago, bendito en la flor, bendito en el don; por último, bendito en la acción de gracias y la plena glorificación. Cristo, descendiente de Abrahán, ha nacido según la carne de la estirpe de David.
Es el único entre los hombres que ha llegado al ápice de la bondad. Ha recibido el Espíritu sin medida. Sólo él puede realizar toda justicia. Pues su justicia responde de la de todos. Así, dice Isaías: Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los Himnos ante todos los pueblos. Porque éste es el vástago de la justicia, bendecido y embellecido con la flor de la gloria. ¿De qué gloria? De la mayor que cabe imaginar; más aún, es de tal naturaleza que no hay posibilidad siquiera de imaginársela. Porque es una flor que sube de la raíz de Jesé.
¿Hasta dónde sube? Hasta lo más elevado, porque Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. Se alza su majestad por encima de los cielos, para que el vástago del Señor sea joya y gloria y fruto maravilloso del país.
Ahora bien, ¿qué fruto nos brinda este fruto? ¿De este bendito fruto podremos lograr alguno que no sea verdadera bendición? En efecto, de esta semilla, de este vástago, de esta flor, obtendremos frutos de bendición. Y penetrarán en nuestro interior; primeramente se depositará la semilla: la gracia que nos trae el perdón; después brotará el vástago: la gracia que se va desarrollando; por último, una espléndida floración: la esperanza y el disfrute de la gloria. Realmente es fruto bendito por Dios y en Dios así en él Dios es glorificado de verdad. Es también bendito para nosotros, de manera que,
bendecidos por él, logremos la gloria en él, ya que Dios le otorgó la bendición de todos los
hombres, según la promesa que hizo a Abrahán.

Responsorio Rm 15, 12; Sal 71, 17. 7

R. Pondrán los pueblos su esperanza en el renuevo de Jesé, que surgirá para juzgar a las naciones. * Y su nombre será bendito por los siglos.
V. En sus días florecerá la justicia y abundará la paz.
R. Y su nombre será bendito por los siglos.

Oración

Oremos:
Oh Dios, que has preparado bienes inefables para los que te aman, infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.

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