jueves, 23 de mayo de 2019

Lectio Divina

LA EUCARISTÍA, PASCUA DEL SEÑOR
Uno solo murió por todos; y este mismo es quien ahora por todas las iglesias, en el
misterio del pan y del vino, inmolado, nos alimenta; creído, nos vivifica; consagrado,
santifica a los que lo consagran.
Ésta es la carne del Cordero, ésta la sangre. El pan mismo que descendió del cielo
dice: El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. También su sangre está bien
significada bajo la especie del vino, porque, al declarar él en el Evangelio: Yo soy la
verdadera vid, nos da a entender a las claras que el vino que se ofrece en el sacramento
de la pasión es su sangre; por eso, ya el patriarca Jacob había profetizado de Cristo,

diciendo: Lava su ropa en vino y su túnica en sangre de uvas. Porque habrá de purificar
en su propia sangre nuestro cuerpo, que es como la vestidura que ha tomado sobre sí.
El mismo Creador y Señor de la naturaleza, que hace que la tierra produzca pan, hace
también del pan su propio cuerpo (porque así lo prometió y tiene poder para hacerlo), y el
que convirtió el agua en vino hace del vino su sangre.
Es la Pascua del Señor, dice la Escritura, es decir, su paso, para que no se te ocurra
pensar que continúe siendo terreno aquello por lo que pasó el Señor cuando hizo de ello
su cuerpo y su sangre.
Lo que recibes es el cuerpo de aquel pan celestial y la sangre de aquella sagrada vid.
Porque, al entregar a sus discípulos el pan y el vino consagrados, les dijo: Esto es mi
cuerpo; esto es mi sangre. Creamos, pues, os pido, en quien pusimos nuestra fe. La
verdad no sabe mentir.
Por eso, cuando habló a las turbas estupefactas sobre la obligación de comer su
cuerpo y beber su sangre, y la gente empezó a murmurar, diciendo: Este modo de hablar
es duro, ¿quién puede hacerle caso?, para purificar con fuego del cielo aquellos
pensamientos que, como dije antes, deben evitarse, añadió: El espíritu es quien da vida;
la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida.

Responsorio Jn 6, 58; Lc 22, 19

R. Como me envió el Padre que posee la vida y yo vivo por el Padre, de la misma manera
* quien me come vivirá por mí. Aleluya.
V. Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros.
R. Quien me come vivirá por mí. Aleluya.

Oración

Oremos:
Señor Dios todopoderoso, que, sin mérito alguno de nuestra parte, nos haces pasar de la
muerte a la vida y de la tristeza al gozo, no pongas fin a tus dones, ni ceses de realizar tus
maravillas en nosotros, y concede a quienes ya hemos sido justificados por la fe la fuerza
necesaria para perseverar siempre en ella. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.

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