martes, 7 de mayo de 2019

Lectio Divina

CANTEMOS AL SEÑOR EL CÁNTICO DEL AMOR

Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles.
Se nos ha exhortado a cantar al Señor un cántico nuevo. El hombre nuevo conoce el
cántico nuevo. Cantar es expresión de alegría y, si nos fijamos más detenidamente, cantar
es expresión de amor. De modo que quien ha aprendido a amar la vida nueva sabe cantar
el cántico nuevo. De modo que el cántico nuevo nos hace pensar en lo que es la vida
nueva. El hombre nuevo, el cántico nuevo, el Testamento nuevo: todo pertenece al mismo
y único reino. Por esto, el hombre nuevo cantará el cántico nuevo, porque pertenece al
Testamento nuevo.

Todo hombre ama; nadie hay que no ame; pero hay que preguntar qué es lo que
ama. No se nos invita a no amar, sino a que elijamos lo que hemos de amar. ¿Pero, cómo
vamos a elegir si no somos primero elegidos, y cómo vamos a amar si no nos aman
primero? Oíd al apóstol Juan: Nosotros amamos a Dios, porque él nos amó primero. Trata
de averiguar de dónde le viene al hombre poder amar a Dios, y no encuentra otra razón
sino porque Dios le amó primero. Se entregó a sí mismo para que le amáramos y con ello
nos dio la posibilidad y el motivo de amarle. Escuchad al apóstol Pablo que nos habla con
toda claridad de la raíz de nuestro amor: El amor de Dios —dice— ha sido derramado en
nuestros corazones. Y, ¿de quién proviene este amor? ¿De nosotros tal vez? Ciertamente
no proviene de nosotros. Pues, ¿de quién? Del Espíritu Santo que se nos ha dado.
Por tanto, teniendo una gran confianza, amemos a Dios en virtud del mismo don que
Dios nos ha dado. Oíd a Juan que dice más claramente aún: Dios es amor, y quien
permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él. No basta con decir: El amor es de
Dios. ¿Quién de vosotros sería capaz de decir: Dios es amor? Y lo dijo quien sabía lo que
se traía entre manos.

Dios se nos ofrece como objeto total y nos dice: «Amadme, y me poseeréis, porque
no os es posible amarme si antes no me poseéis.»
¡Oh, hermanos e hijos, vosotros que sois brotes de la Iglesia universal, semilla santa
del reino eterno, los regenerados y nacidos en Cristo! Oídme: Cantad por mí al Señor un
cántico nuevo. «Ya estamos cantando», decís. Cantáis, sí, cantáis. Ya os oigo. Pero
procurad que vuestra vida no dé testimonio contra lo que vuestra lengua canta.
Cantad con vuestra voz, cantad con vuestro corazón, cantad con vuestra boca, cantad
con vuestras costumbres: Cantad al Señor un cántico nuevo. ¿Preguntáis qué es lo que
vais a cantar de aquel a quién amáis? Porque sin duda queréis cantar en honor de aquel a
quien amáis: preguntáis qué alabanzas vais a cantar de él. Ya lo habéis oído: Cantad al
Señor un cántico nuevo. ¿Preguntáis qué alabanzas debéis cantar? Resuene su alabanza
en la asamblea de los fieles. La alabanza del canto reside en el mismo cantor.
¿Queréis rendir alabanzas a Dios? Sed vosotros mismos el canto que vais a cantar.
Vosotros mismos seréis su alabanza, si vivís santamente.

Responsorio Rm 6, 4; 1 Jn 3, 23; Jdt 16, 15

R. Así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros vivamos una vida nueva. * Amémonos mutuamente conforme al mandamiento
que nos dio. Aleluya.
V. Cantemos un himno al Señor, cantemos a nuestro Dios un cántico nuevo.
R. Amémonos mutuamente conforme al mandamiento que nos dio. Aleluya.

Oración

Oremos:
Señor, tú que abres las puertas de tu reino a los que han renacido del agua y del Espíritu,
acrecienta la gracia que has dado a tus hijos, para que, purificados ya de sus pecados,
alcancen todas tus promesas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.

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