sábado, 11 de mayo de 2019

Lectio Divina

CRISTO ENTREGÓ SU CUERPO PARA LA VIDA DE TODOS
«Por todos muero —dice el Señor—, para vivificarlos a todos y redimir con mi carne la
carne de todos. En mi muerte morirá la muerte y conmigo resucitará la naturaleza humana
de la postración en que había caído.
Con esta finalidad me he hecho semejante a vosotros y he querido nacer de la
descendencia de Abrahán para asemejarme en todo a mis hermanos."
San Pablo, al comprender esto, dijo: Los hijos de una misma familia son todos de la
misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también él; así, muriendo,
aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo.
Si Cristo no se hubiera entregado por nosotros a la muerte, él solo por la redención
de todos, nunca hubiera podido ser destituido el que tenía el poder de la muerte, ni
hubiera sido posible destruir la muerte, pues él es el único que está por encima de todos.
Por ello se aplica a Cristo aquello que se dice en un lugar del libro de los salmos,
donde Cristo aparece ofreciéndose por nosotros a Dios Padre: Tú no quieres sacrificios ni
ofrendas, y en cambio me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo dije:
«Aquí estoy».
Cristo fue, pues, crucificado por todos nosotros, para que, habiendo muerto uno por
todos, todos tengamos vida en él. Era, en efecto, imposible que la vida muriera o fuera
sometida a la corrupción natural. Que Cristo ofreciese su carne por la vida del mundo es
algo que deducimos de sus mismas palabras: Padre santo, dijo, guárdalos. Y luego añade:
Por ellos me consagro yo.
Cuando dice consagro debe entenderse en el sentido de «me dedico a Dios» y «me
ofrezco como hostia inmaculada en olor de suavidad»: Pues según la ley se consagraba o
llamaba sagrado lo que se ofrecía sobre el altar. Así Cristo entregó su cuerpo por la vida
de todos, y así nos devolvió la vida. De qué modo lo realizó, intentaré explicarlo, si puedo.
Una vez que la Palabra vivificante hubo tomado carne restituyó a la carne su propio
bien, es decir, le devolvió la vida y, uniéndose a la carne con una unión inefable la vivificó,
dándole parte en su propia vida divina.
Por ello podemos decir que el cuerpo de Cristo da vida a los que participan de él: si
los encuentra sujetos a la muerte, aparta la muerte y aleja toda corrupción, pues posee en
sí mismo el germen que aniquila toda podredumbre.

Responsorio Jn 10, 14. 15. 10

R. Yo soy el buen Pastor, y conozco a mis ovejas; * yo doy mi vida por mis ovejas. Aleluya.
V. Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
R. Yo doy mi vida por mis ovejas. Aleluya.

Oración

Oremos:
Oh Dios, que has renovado por las aguas del bautismo a los que creen en ti, concede tu
ayuda a los que han renacido en Cristo, para que venzan las insidias del mal y
permanezcan siempre fieles a los dones que de ti han recibido. Por nuestro Señor
Jesucristo.
Amén.

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