lunes, 6 de mayo de 2019

Lectio Divina

RAZA ELEGIDA, SACERDOCIO REAL
 
Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real. Este título honorífico fue dado por
Moisés en otro tiempo al antiguo pueblo de Dios, y ahora con todo derecho Pedro lo aplica
a los gentiles, puesto que creyeron en Cristo, el cual, como piedra angular, reunió a todos
los pueblos en la salvación que, en un principio, había sido destinada a Israel.
Y los llama raza elegida a causa de la fe, para distinguirlos de aquellos que, al rechazar
la piedra angular, se hicieron a sí mismos dignos de rechazo.
Y sacerdocio real porque están unidos al cuerpo de aquel que es rey soberano y
verdadero sacerdote, capaz de otorgarles su reino como rey, y de limpiar sus pecados
como pontífice con la oblación de su sangre. Los llama sacerdocio real para que no se
olviden nunca de esperar el reino eterno y de seguir ofreciendo a Dios el holocausto de
una vida intachable.

Se les llama también nación consagrada y pueblo adquirido por Dios, de acuerdo con lo
que dice el apóstol Pablo comentando el oráculo del Profeta: Mi justo vive de la fe, pero, si
se arredra, le retiraré mi favor. Pero nosotros, dice, no somos gente que se arredra para su
perdición, sino hombres de fe para salvar el alma. Y en los Hechos de los apóstoles dice:
El Espíritu Santo os ha encargado guardar el rebaño, como pastores de la Iglesia de Dios,
que él adquirió con la sangre de su Hijo. Nos hemos convertido, por tanto, en pueblo
adquirido por Dios en virtud de la sangre de nuestro Redentor, como en otro tiempo el
pueblo de Israel fue redimido de Egipto por la sangre del cordero. Por esto Pedro recuerda
en el versículo siguiente el sentido figurativo del antiguo relato, y nos enseña que éste
tiene su cumplimiento pleno en el nuevo pueblo de Dios, cuando dice: Para proclamar sus
hazañas.

Porque así como los que fueron liberados por Moisés de la esclavitud egipcia cantaron
al Señor un canto triunfal después que pasaron el mar Rojo, y el ejército del Faraón se
hundió bajo las aguas, así también nosotros, después de haber recibido en el bautismo la
remisión de los pecados, hemos de dar gracias por estos beneficios celestiales.
En efecto, los egipcios, que afligían al pueblo de Dios, y que por eso eran como un
símbolo de las tinieblas y aflicción, representan adecuadamente los pecados que nos
perseguían, pero que quedan borrados en el bautismo.

La liberación de los hijos de Israel, lo mismo que su marcha hacia la patria prometida,
representa también adecuadamente el misterio de nuestra redención: Caminamos hacia la
luz de la morada celestial, iluminados y guiados por la gracia de Cristo. Esta luz de la
gracia quedó prefigurada también por la nube y la columna de fuego; la misma que los
defendió, durante todo su viaje, de las tinieblas de la noche, y los condujo, por un sendero
inefable, hasta la patria prometida.

Responsorio 1 Pe 2, 9; Dt 7, 7; 13, 51

R. Vosotros sois linaje escogido, nación santa, pueblo adquirido por Dios, * para proclamar
las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. Aleluya.

V. El Señor os eligió y os sacó de la casa de la esclavitud.
R. Para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz
maravillosa. Aleluya.

Oración

Oremos:
Oh Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados para que puedan
volver al buen camino, concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de este
nombre, y cumplir cuanto en él se significa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.

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