sábado, 14 de septiembre de 2019

Lectio Divina

RENUEVA NUESTROS DÍAS COMO ANTAÑO

El Verbo eterno del Padre no abandonó la naturaleza humana que corría hacia su ruina, sino que con la oblación de su propio cuerpo destruyó la muerte bajo cuyo dominio el hombre había sucumbido, con sus enseñanzas corrigió los errores humanos y con su poder restauró los bienes que el género humano había perdido.

Quienquiera que lea los escritos de los discípulos del Señor verá confirmado, con la autoridad de estos teólogos, lo que hemos afirmado. Leemos, en efecto, en estos escritos: El amor de Cristo nos apremia, al pensar que, si uno murió por todos, consiguientemente todos murieron en él; y murió por todos, para que los que viven no vivan ya para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos, nuestro Señor Jesucristo. Y en otro lugar dice: Vemos a Jesús, a quien Dios puso momentáneamente bajo los ángeles, coronado de gloria y de honor por haber padecido la muerte; así por amorosa dignación de Dios gustó la muerte en beneficio de todos.

La Escritura nos da la razón por la que fue precisamente el Verbo de Dios y no otro el que tenía que hacerse hombre: Era conveniente para Dios -dice-, para quien y por quien son todas las cosas, que, queriendo llevar una multitud de hijos a la gloria, consumase en la gloria, haciéndolo pasar por los sufrimientos, al jefe de la salud de todos ellos. Con estas palabras se nos significa que librar a los hombres de la corrupción corresponde únicamente al Verbo de Dios, por quien fueron creados en el principio.

La razón por la cual el Verbo quiso tomar carne y hacerse hombre no fue otra sino la de salvar a los hombres con quienes se había hecho semejante al asumir un cuerpo; así lo dice, en efecto, la Escritura: Como los hijos comparten carne y sangre, también él entró a participar de las mismas; así por su muerte reducía a la impotencia al que retenía el imperio de la muerte, es decir, al demonio; y libraba a los que por temor a la muerte vivían toda su vida sometidos a esclavitud. Así, al inmolar su propio cuerpo, destruyó la ley que había sido dada contra nosotros, y renovó nuestra vida, dándonos la esperanza de la resurrección.

Pues si la muerte penetró en la humanidad fue por culpa de los hombres, en cambio, fue gracias a la encarnación del Verbo de Dios que la muerte fue destruida y se recuperó la vida, como lo afirma aquel apóstol, cuyo vivir era Cristo: Porque, como por un hombre vino la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos; y, así como todos mueren, asociados a Adán, así todos revivirán, asociados a Cristo, y lo demás que sigue. Ya no morimos, pues, como unos condenados, sino que morimos con la esperanza de resucitar de entre los muertos en el día de la resurrección universal que Dios realizará cuando llegue el tiempo.

RESPONSORIO    Rm 3, 23-25; 1Co 15, 22

R. Todos los hombres pecaron y se hallan privados de la gloria de Dios; son justificados gratuitamente, mediante la gracia de Cristo, en virtud de la redención realizada en él; * a quien Dios ha propuesto como instrumento de propiciación, por su propia sangre y mediante la fe.
V. Así como todos mueren, asociados a Adán, así todos revivirán, asociados a Cristo.
R. A quien Dios ha propuesto como instrumento de propiciación, por su propia sangre y mediante la fe.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios nuestro, que nos has enviado la redención y concedido la filiación adoptiva, protege con bondad a los hijos que tanto amas, y concédenos, por nuestra fe en Cristo, la verdadera libertad y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

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