miércoles, 4 de septiembre de 2019

Lectio Divina

CRISTO HABLABA DEL TEMPLO DE SU CUERPO
 
Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Los amadores de su propio cuerpo y de los bienes materiales -se deja entender que hablamos aquí de los judíos-, los que no aguantaban que Cristo hubiera expulsado a los que convertían en mercado la casa de su Padre, exigen que les muestre un signo para obrar como obra. Así podrán juzgar si obra bien o no el Hijo de Dios, a quien se niegan a recibir. El Salvador, como si hablara en realidad del templo, pero hablando de su propio cuerpo, a la pregunta: ¿Qué signos nos muestras para obrar así? responde: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Sin embargo, creo que ambos, el templo y el cuerpo de Jesús, según una interpretación unitaria, pueden considerarse figuras de la Iglesia, ya que ésta se halla construida de piedras vivas, hecha templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, construido sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular el mismo Cristo Jesús que, a su vez, también es templo. En cambio, si tenemos en cuenta aquel otro pasaje: Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro, parece que la union y conveniente disposición de las piedras en el templo se destruye y descoyunta, como sugiere el salmo veintiuno, al decir en nombre de Cristo: Tengo los huesos descoyuntados.
Descoyuntados por los continuos golpes de las persecuciones y tribulaciones, y por la guerra que levantan los que rasgan la unidad del templo; pero el templo será restaurado, y el cuerpo resucitará el día tercero; tercero, porque viene después del amenazante día de la maldad, y del día de la consumación que lo seguirá.
Porque llegará ciertamente un tercer día, y en él nacerá un cielo nuevo y una tierra nueva, cuando estos huesos, es decir, la casa toda de Israel, resucitarán en aquel solemne gran Domingo en el que la muerte será definitivamente aniquilada. Por ello, podemos afirmar que la resurrección de Cristo, que pone fin a su cruz y a su muerte, contiene y encierra ya en sí la resurrección de todos los que formamos el cuerpo de Cristo. Pues, de la misma forma que el cuerpo visible de Cristo, después de crucificado y sepultado, resucitó, así también acontecerá con el cuerpo total de Cristo formado por todos sus santos: crucificado y muerto con Cristo, resucitará también como él. Cada uno de los
santos dice, pues, como Pablo: Lo que es a mi, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mi, y yo para el mundo.
Por ello, de cada uno de los cristianos puede no sólo afirmarse que ha sido crucificado con Cristo para el mundo, sino también que con Cristo ha sido sepultado, pues, si por nuestro bautismo fuimos sepultados con Cristo, como dice san Pablo, con él también resucitaremos, añade, como para insinuarnos ya las arras de nuestra futura resurrección.

Responsorio 1 Co 6, 19-20; Lv 11, 43.44

R. Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habita en vosotros; por tanto, no os pertenecéis a vosotros mismos, pues habéis sido comprados a precio muy alto; * glorificad y llevad a Dios en vuestro cuerpo.
V. No contaminéis vuestra vida: sed santos, porque yo soy santo.
R. Glorificad y llevad a Dios en vuestro cuerpo.

Oración

Oremos:
Dios todopoderoso, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien ennosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.

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