miércoles, 24 de julio de 2019

Lectio Divina

Del libro de la Imitación de Cristo
(Libro 2,1-6)
EL REINO DE DIOS ES PAZ Y ALEGRÍA EN EL ESPÍRITU SANTO
Conviértete a Dios de todo corazón, despréndete de este mundo miserable, y tu alma
encontrará la paz; pues el reino de Dios es paz y alegría en el Espíritu Santo. Cristo vendrá
a ti y te dará a probar su consuelo, si le preparas una digna morada en tu interior.
Toda su gloria y hermosura está en lo interior, y allí se complace. Tiene él un frecuente
trato con el hombre interior, platica dulcemente con él, lo consuela suavemente, le infunde
una paz profunda y tiene con él una familiaridad admirable en extremo.
Ea pues, alma fiel, prepara tu corazón a este Esposo para que se digne venir a ti y
habitar en ti. Pues él dice, El que me ama guardará mi palabra, y vendremos a él y
haremos morada en él.
De modo que hazle en ti lugar a Cristo. Si posees a Cristo, serás rico, y con él te
bastará. Él será tu proveedor y fiel procurador en todo, de manera que no tengas
necesidad de esperar en los hombres.
Pon en Dios toda tu confianza, y sea él el objeto de tu veneración y de tu amor. Él
responderá por ti y todo lo hará bien, como mejor convenga.

No tienes aquí ciudad permanente. Dondequiera que estuvieres serás extranjero y
peregrino; jamás tendrás reposo si no te unes íntimamente a Cristo.
Pon tu pensamiento en el Altísimo y eleva a Cristo tu oración constantemente. Si no
sabes meditar cosas sublimes y celestes, descansa en la pasión de Cristo, deleitándote en
contemplar sus preciosas llagas. Sufre por Cristo y con Cristo, si quieres reinar con Cristo.
Si una sola vez entrases perfectamente al interior de Jesús y gustases un poco de su
ardiente amor, no te preocuparías ya de tus propias ventajas o desventajas; más bien te
gozarías de las humillaciones que te hiciesen, porque el amor de Jesús hace que el
hombre se menosprecie a sí mismo.

Responsorio Sal 70, 1-2. 5

R. A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre; * tú que eres justo, líbrame
y ponme a salvo.
V. Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
R. Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo.

Oración

Oremos:
Muéstrate propicio con tus hijos, Señor, y multiplica sobre ellos los dones de tu gracia,
para que, encendidos de fe, esperanza y caridad, perseveren fielmente en el cumplimiento
de tu ley. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

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