domingo, 7 de julio de 2019

Lectio Divina

MI SACRIFICIO ES UN ESPÍRITU QUEBRANTADO
Yo reconozco mi culpa, dice el salmista. Si yo la reconozco, dígnate tú perdonarla. No
tengamos en modo alguno la presunción de que vivimos rectamente y sin pecado. Lo que
atestigua a favor de nuestra vida es el reconocimiento de nuestras culpas. Los hombres
sin remedio son aquellos que dejan de atender a sus propios pecados para fijarse en los
de los demás. No buscan lo que hay que corregir, sino en qué pueden morder. Y, al no
poderse excusar a sí mismos, están siempre dispuestos a acusar a los demás. No es así
como nos enseña el salmo a orar y dar a Dios satisfacción, ya que dice: Pues yo reconozco
mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. El que así ora no atiende a los pecados
ajenos, sino que se examina a sí mismo, y no de manera superficial, como quien palpa,
sino profundizando en su interior. No se perdona a sí mismo, y por esto precisamente
puede atreverse a pedir perdón.
¿Quieres aplacar a Dios? Conoce lo que has de hacer contigo mismo para que Dios te
sea propicio. Atiende a lo que dice el mismo salmo: Los sacrificios no te satisfacen: si te
ofreciera un holocausto, no lo querrías. Por tanto, ¿es que has de prescindir del sacrificio?

¿Significa esto que podrás aplacar a Dios sin ninguna oblación? ¿Qué dice el salmo? Los
sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Pero continúa y
verás que dice: Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y
humillado, tú no lo desprecias. Dios rechaza los antiguos sacrificios, pero te enseña qué es
lo que has de ofrecer. Nuestros padres ofrecían víctimas de sus rebaños, y éste era su
sacrificio. Los sacrificios no te satisfacen, pero quieres otra clase de sacrificios.
Si te ofreciera un holocausto -dice-, no lo querrías. Si no quieres, pues, holocaustos,
¿vas a quedar sin sacrificios? De ningún modo. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; uncorazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. Éste es el sacrificio que has de
ofrecer. No busques en el rebaño, no prepares navíos para navegar hasta las más lejanas
tierras a buscar perfumes. Busca en tu corazón la ofrenda grata a Dios. El corazón es lo
que hay que quebrantar. Y no temas perder el corazón al quebrantarlo, pues dice también
el salmo: Oh Dios, crea en mi un corazón puro. Para que sea creado este corazón puro,
hay que quebrantar antes el impuro.
Sintamos disgusto de nosotros mismos cuando pecamos, ya que el pecado disgusta a
Dios. Y, ya que no estamos libres de pecado, por lo menos asemejémonos a Dios en
nuestro disgusto por lo que a él le disgusta. Así tu voluntad coincide en algo con la de
Dios, en cuanto que te disgusta lo mismo que odia tu Hacedor.

Responsorio

R. Mis pecados, Señor, se han clavado en mí como saetas; pero antes de que en mí
produzcan llagas, * sáname, Señor, con el remedio de la penitencia.
V. Crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.
R. Sáname, Señor, con el remedio de la penitencia.

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