jueves, 4 de julio de 2019

Lectio Divina

PASARÉ AL LUGAR DEL TABERNÁCULO ADMIRABLE
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Como la
cierva del salmo busca las corrientes de agua, así también nuestros ciervos, que han
salido de Egipto y del mundo, y han aniquilado en las aguas del bautismo al Faraón con
todo su ejército, después de haber destruido el poder del diablo, buscan las fuentes de la
Iglesia, que son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Que el Padre sea fuente, lo hallamos escrito en el libro de Jeremías: Me abandonaron a
mi, fuente de agua viva y cavaron aljibes, aljibes agrietados, que no retienen el agua.
Acerca del Hijo, leemos en otro lugar: Abandonaron la fuente de la sabiduría. Y del
Espíritu Santo: El que bebe del agua que yo le daré, nacerá dentro de él un surtidor de
agua que salta hasta la vida eterna, palabras cuyo significado nos explica luego el
evangelista, cuando nos dice que el Salvador se refería al Espíritu Santo. De todo lo cual
se deduce con toda claridad que la triple fuente de la Iglesia es el misterio de la Trinidad.
Esta triple fuente es la que busca el alma del creyente, el alma del bautizado, y por eso
dice: Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. No es un tenue deseo el que tiene de ver a
Dios, sino que lo desea con un ardor parecido al de la sed. Antes de recibir el bautismo, se
decían entre sí: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Ahora ya han conseguido lo que
deseaban: han llegado a la presencia de Dios y se han acercado al altar y tienen acceso al
misterio de salvación.
Admitidos en el cuerpo de Cristo y renacidos en la fuente de vida, dicen confiadamente:
Pasaré al lugar del tabernáculo admirable, hacia la casa de Dios. La casa de Dios es la
Iglesia, ella es el tabernáculo admirable, porque en él resuenan los cantos de júbilo y
alabanza, en el bullicio de la fiesta.
Decid, pues, los que acabáis de revestiros de Cristo y, siguiendo nuestras enseñanzas,
habéis sido extraídos del mar de este mundo, como pececillos con el anzuelo: «En
nosotros, ha sido cambiado el orden natural de las cosas. En efecto, los peces, al ser
extraídos del mar, mueren; a nosotros, en cambio, los apóstoles nos sacaron del mar de
este mundo para que pasáramos de muerte a vida. Mientras vivíamos sumergidos en el
mundo, nuestros ojos estaban en el abismo y nuestra vida se arrastraba por el cieno, mas,
desde el momento en que fuimos arrancados de las olas, hemos comenzado a ver el sol,

hemos comenzado a contemplar la luz verdadera, y, por esto, llenos de alegría
desbordante, le decimos a nuestra alma: Espera en Dios, que volverás a alabarlo: "Salud
de mi rostro, Dios mío."»

Responsorio Sal 26, 4

R. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: *Habitar en la casa del Señor por los días de mi
vida.
V. Gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo.
R. Habitar en la casa del Señor por los días de mi vida.

Oración

Oremos:
Padre de bondad, que por la gracia de la adopción nos has hecho hijos de la luz;
concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre en el esplendor de
la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.

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